EXTRA (III)

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DESEOS DE ACERO

"Y Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida."

-DADDY.

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Veinte años atrás...

Skagen, Dinamarca.

Elijah

Derribo de un solo tiro el alce que corre despavorido atravesando el campo de nuestra casa rupestre.

El animal cae muerto después del tiro certero que le clavo en la cabeza. Aparto la escopeta de caza y me apresuro hacia el lugar donde yace tendido y ensangrentado.

Hago lo mismo de siempre, prepararlo y subirlo a la camioneta para así después llevarlo de los prados a la casona.

Para cuando llego y bajo lo que traje llevándolo hacia la parte trasera donde las cocineras se encargan de este, noto que no hay nadie en la casa.

Nadie más que ella.

Invitarla fué la mejor desición.

Me lavo las manos, retirando las salpicaduras de sangre en mis palmas. El sonido de las gruesas botas que llevo puestas con el crujir de la madera la hacen levantar ese angelical rostro que me embelesa como idiota.

Se encuentra leyendo "Amor en tiempos de cólera" mientras toma una taza de té. En la mecedora, descalza y con las mejillas y nariz sonrosadas a causa del gélido aire que denota el cielo ennegrecido.

Me acerco sigilosamente bajo su esplendorosa mirada jadeada. Tomo asiento frente a ella y es entonces que me sonríe cerrando el libro sobre sus piernas.

Sødme... —murmuro en mi idioma natal tomando sus cálidas y delicadas manos. Tiene una manicura con esmalte rosa pálido. Beso el dorso de las mismas pero ella las aparta con miedo.

—Elijah... —me reprime.

—No hay nadie en casa, tranquila. —aparto un mechón de su cobrizo cabello  dejándolo tras su oreja.

Ella asiente en silencio y por un momento me permito apreciar las bellas facciones de su rostro.

Si la palabra "prohibido" no pintara esta gran brecha entre nosotros... la habría hecho mi esposa hace tanto...

Ajá, imbécil, a la cárcel irás a parar.

—Ven... —tiro de su brazo pero ella se muestra reacia al inicio—, sødme... —insisto. Ella se rinde y termina sentada sobre mi regazo, justo como me gusta.

Su brazo rodea mi cuello sobre mis hombros y mis brazos rodean su cintura. Sus dedos acarician mi revoltoso cabello y sus grandes y preciosos ojos me miran atenta. —Te he echado de menos... —confieso.

—Y yo... —susurra plasmando los labios sobre mi sien.

—Me vuelves loco, mujer... —le digo.

—¿Olvidas que soy una bebé todavía? —me río.

—No parecías una bebé la última vez. —se ruboriza—, ¿Quieres que te lo recuerde? —beso su cuello y su cuerpo se estremece—... todas las veces que te he hecho mi mujer... —mis dedos acarician su piel por debajo de su sudadera.

𝐃𝐀𝐃𝐃𝐘 #𝟏 |njh| © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora