Prólogo

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En el fuerte resplandor de las luces, la sombra de Chloë se extendió por todo el escenario. Sus pies en punta y tensos, con los brazos ondeando como alas, arqueó el cuello y vio cómo su propia silueta parecía moverse sin ella.

Una gota de sudor se deslizó por su pecho y se filtró en la fina tela de sus leotardos. No había música. La habitación entera estaba oscura y vacía, pero podía sentir los ojos de su amo en ella. Intentó no temblar cuando levantó la barbilla para mirarlo a los ojos. Lentamente, extendió una pierna delgada en el aire.

Él tiró a su equipo al suelo.

-Otra vez.

Chloë se limpió las sienes. El suelo estaba salpicado de sudor y sangre tras horas de prácticas, pero aun así tomó posición. En la cuenta del coreógrafo, las trece bailarinas a su alrededor empezaron a revolotear dentro y fuera de las cascadas blancas, sus zapatos repiqueteando suavemente contra la madera.

-¡Uno, dos, tres y cuatro!

Y antes de que se diera cuenta, sus pies se movían sin emitir ningún sonido a través del escenario. Inclinó la cabeza hacia atrás, avivando sus brazos hacia la luz.

-¡Ahora arriba! -gritó él mientras ella se adentraba en el círculo de bailarines, manteniendo el paso-. ¡Transciende tu cuerpo! ¡Tus huesos están huecos! ¡Tus pies son simples plumas!

Chloë giró, con la espalda flexionada en una media luna mientras los bailarines pasaban volando, sus rostros vacíos, sus pies moviéndose tan rápido que parecían desdibujarse.

-¡Sí! -exclamó el coreógrafo, su sonrisa amplia y triunfante-. ¡Sí!

Chloë estaba mareada y exhausta, sus leotardos empapados de sudor, pero no le importaba. Finalmente, la rutina estaba dando sus frutos. Sus piernas se enredaron alrededor la una de la otra, con gracia y sin esfuerzo, y su cuerpo seguía, liso y resbaladizo, como una tira de satín deslizándose sobre el escenario.

Dejándose llevar, ladeó la cabeza hacia atrás en un arrebato de éxtasis. Su pecho se movía, y el aire caliente y espeso llenó sus pulmones.

Los otros bailarines se abalanzaron hacia ella, sus caras pálidas. Chloë se mantuvo fuera de su alcance, sumergiéndose hacia abajo y dejando sus dedos rozar el suelo de madera. Se sentía extrañamente caliente. El fino olor a humo se movía alrededor de ella, haciéndole cosquillas en la nariz, y la voz del coreógrafo se volvió distante y acuosa. Las luces del techo parecían parpadear, sombras misteriosas en las paredes.

Una oleada de calor recorrió su cuerpo. Era extraño, inidentificable -una presencia caliente derramándose por sus venas, haciendo su cabeza vibrar.

Una serie de susurros empezaron a enredar su mente, las voces demasiado suaves para entenderlas. Sacudió la cabeza, tratando de sacarlas de su cabeza, pero ellas se fundían unas con otras, forasteras e indescifrables, cada vez más fuerte, más agudo.

Le ardían los ojos. La habitación daba vueltas en rojo. Las cintas de sus zapatos de puntas se apretaron alrededor de sus tobillos. Sin previo aviso, sus piernas se doblaron hacia atrás, como si no hubiera hueso. Sus brazos se agrietaron y se balancearon sobre su cabeza. Contra su voluntad, su barbilla se sacudió hacia arriba para hacer frente a las luces del techo.

Mía, dijo una voz dentro de su cabeza.

Chloë se tambaleó, sus piernas temblando mientras luchaba para mantener el equilibrio. Usando toda su fuerza, obligó a sus labios a moverse.

-¡No! -gritó convulsivamente, y cayó de su posición.

Los bailarines pararon a medio paso, sus rostros vacíos y distorsionados. Desde algún lugar en la oscuridad, la voz del coreógrafo, llegó a través de la sala.

-Eso, querida, fue un paso horrible.

-¿Qué? -Susurró Chloë-. Como puede... -pero sus palabras fueron consumidas por una respiración sofocante de calor. La envolvió, lamiendo sus piernas, y ella se retorció de dolor cuando la presencia se apoderó, su sangre hirviendo, ya que latía entre sus dedos, sus brazos, su pecho, hasta que la llenó con un insoportable, ardiente éxtasis. Los colores alrededor de su vestido eran hasta tan brillantes que le quemaban los ojos. Algo chilló en sus oídos -un estridente, ensordecedor gritó que de repente reconoció como su propia voz. Ella ardió en una brillante, chispeante luz, su cuerpo disolviéndose en cenizas.

Dance of shadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora