James Bond

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Eduardo terminó su cena no muy satisfecho, así que se acercó a la despensa para sacar unos cheetos, planeaba comérselos viendo una serie. Se acercó a la laptop para apagarla, pero ver el punto en la pantalla que le indicaba que había un mensaje sin leer lo estresaba, así que decidió abrirlo.

Leyó : "Entiendo lo que dicen bla bla bla, pero hay algo que desconocen bla bla bla, la novia está de acuerdo bla bla bla, videollamada bla bla bla"

Lo que decía este sujeto era que no estaba planeando algo atroz, que su novia tampoco quería casarse con él, que por alguna razón debían seguir adelante con la boda, pero no estaban dispuestos a terminar casados. A Eduardo le picó demasiado la curiosidad, así que aceptó hacer la reunión por videollamada y pensaba pedir pruebas de que ambos eran los novios y no estaban tratando de arruinar la boda de otra persona. Les dijo que por seguridad iba a mantener su identidad en secreto hasta decidir si aceptaban el trabajo o no.

Preparó todo para la videollamada, oscureció la habitación, encendió una sola lámpara y se puso a contraluz, sacó la silla gamer de su habitación, se puso una gorra y le mandó a Bruno el link para la videollamada.

–Hola, Bruno, mucho gusto –Dijo haciendo su voz más grave.

–Hola... Carlos ¿verdad?

–Sí, él mismo, mucho gusto Bruno. Ahora a lo que nos importa, me gustaría ver a la otra parte interesada ¿Me presenta a su novia?

–Marianella, ven –Dijo Bruno al otro lado de la pantalla.

Una mujer alta y rubia se acercó de forma desinteresada, traía una copa en la mano y le dio un sorbo antes de hablar.

–¿Este payaso que se cree James Bond va a solucionar nuestro problema?

"¿James Bond?" pensó Eduardo. "No sé si es un insulto o un halago". Le dio ganas de responderle a la oxigenada, pero se contuvo porque tenía que ser profesional.

–Cállate, Marianella, trata de no ser odiosa por un rato –Le dijo Bruno a su novia –Disculpa, Carlos...

–No te preocupes, Bruno, mi trato es contigo, solo me importa saber que ambos están de acuerdo con esto.

–Pues claro que estamos de acuerdo, lo último que quiero es casarme con este saltimbanqui –Dijo Marianella con un tono engreído.

"Un amor de mujer", pensó Eduardo con sarcasmo, le quedaba claro que no se soportaban. No se podía imaginar como habían podido llegar a ser pareja.

–Muy bien –Dijo Eduardo. –Ahora me gustaría saber un poco más de su historia, y por supuesto les voy a pedir pruebas, quizás las invitaciones, papeles, sus documentos, ya saben, para comprobar su identidad.

–Sí, sí, lo entiendo perfectamente, es lo que esperaba, muy profesional -
–Dijo Bruno mientras la rubia rodaba los ojos y se alejaba.

–Bien ¿me podrías explicar por qué nos necesitan?

Bruno le contó a Eduardo que él y Marienella eran amigos desde hace mucho, casi desde la adolescencia, ambos comenzaron una relación por conveniencia, para mantener contentos a sus padres que los presionaban constantemente con hacer una familia. Los padres de Marianella adoraban a Bruno, ansiaban dejar en sus manos el manejo de la empresa, ya que no habían tenido hijos hombres, y su machismo (sobre todo del padre) no les dejaba darle el control a Marianella, por más que les demostró lo mucho que le importaba, no conseguía que le dieran una oportunidad. En un momento la mejor solución le pareció casarse con Bruno y manejar la empresa a través de él, luego se arrepintieron, pero era muy tarde, y no había forma de terminar la relación sin que los padres de Marienella la culparan a ella. Por eso los buscaron, necesitaban que a todos les quedara claro que su relación con Bruno quedaba rota para siempre, y que el padre de Marianella al no ver yerno a la vista y con todas las ganas que tenía de jubilarse, al fin decidiera dejarle la empresa a ella.

Eduardo quedó convencido, estuvo satisfecho con la entrevista y aunque les dijo que le daría una respuesta por la mañana, estaba seguro que era un total, sí. Cogió su pelotita anti estrés que le gustaba aplastar cuando pensaba y comenzó a planear como harían el trabajo, estaba tan concentrado que no prestó atención cuando Romina y Laura entraron tambaleándose.

–¿Sigues despierto? –Preguntó Romina.

–¿Conoces a alguna embarazada?

–¿Qué? ¿Tú también bebiste? ¿O es que te mareaste porque esta habitación no deja de dar vueltas?

–Creo que quiero uno de esos aparatos para cambiar la voz, siempre me termina doliendo la garganta cuando tengo que fingir mi voz –Dijo Eduardo y se dirigió a su habitación. –Mañana hablamos, borracha.

¡Llama a Calú! (ONC 2021)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora