Capítulo 40

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Capítulo 40

Ambas mujeres se miraban desafiantes, sintiendo el fuerte latir de sus acelerados corazones, cuando tras unos segundos ambas lanzaron sus hechizos a la vez, haciendo que rebotasen contra las paredes, rompiendo en mil pedazos las cosas que encontraban a su paso.

Evelyn se escondió tras un gran mueble mientras intentaba encontrar a su hermana en la estancia, pero tuvo que salir de su escondite cuando el armario quedó destruido al impactar un fuerte chorro de luz verde en él. Al salir corriendo, una gran astilla rasgó el brazo de la morena haciendo que comenzara a sangrar, pero aún así, ella siguió corriendo, lanzando hechizos a su hermana sin llegar a alcanzarla.

-¡Vamos, Evelyn! ¡Para qué retrasar lo inevitable, si no es hoy será mañana! –Gritó eufórica la rubia, tratando de encontrar a su hermana, quien salió de su escondite lanzando un destello de luz de su varita, impactando de lleno en ella. Elizabeth, ignorando todo dolor y sufrimiento, arremetió contra ella lanzándola contra una pared brutalmente.

-Eso está mucho mejor. –Murmuró acercándose a la morena. Evelyn trató de incorporarse, apuntándola, pero de pronto un hechizo le arrebató de la mano la varita.

Ambas hermanas buscaron con sorpresa al causante de aquello, encontrando a Severus en la entrada de la casa, apuntando con seriedad a Elizabeth.

-Ya me parecía raro que no aparecieras por aquí, Snape. –Habló la rubia con serenidad, andando lentamente mientras la morena se incorporaba dolorida.

-No des un paso más. –Exigió Severus sin moverse, manteniendo la mirada a la mujer.

Elizabeth sonrió deteniéndose, pero tras unos segundos, se apareció tras de Evelyn mientras le arrebataba a esta su varita, y en un movimiento casi invisible, seccionaba el cuello de la bruja con un hechizo, el cual desprendió un destello de luz plateado.

Snape sin pensarlo dos veces intentó alcanzar a Elizabeth con un hechizo de parálisis, pero esta fue más rápida, desapareciendo del lugar dejando una pequeña neblina negra. Severus corrió hacia Evelyn, quien inconsciente por el impacto del hechizo se desangraba en el suelo lleno de polvo, cristales y restos de madera.

¡Evelyn! –Alzó la voz el mago mientras taponaba la herida con un trozo de tela que hizo aparecer, y después trataba de arreglar aquel estropicio con hechizos, pero ninguno surtía efecto.

Severus, desesperado, tomó a la mujer en brazos y salió de aquel lugar de forma mágica apareciendo fuera de los terrenos de Hogwarts. Sin perder un segundo comenzó a correr hacia el castillo, pensando en que ella fuera capaz de aguantar, o no sabría qué hacer si la historia volvía a repetirse. Snape contuvo sus miedos y emociones, y aceleró la marcha al contemplar como la tela comenzaba a calarse.

-¡Señora Pomfrey! –Gritó el profesor, entrando súbitamente en la enfermería, y tumbando a Evelyn sobre una camilla. La enfermera salió velozmente de su despacho con la bata puesta, asustada

-¡Por todos los magos! ¿Qué le ha sucedido? – Preguntó con escepticismo, pasando a quitar la tela del cuello de Evelyn, inspeccionando la herida con cuidado.

-No conozco el hechizo, no lo había visto antes. Quedó inconsciente en el momento en el que la tocó.

-La hemorragia podré pararla, pero no sé cómo la despertaré. Hay que avisar a Albus.

El hombre, sin decir nada, salió del lugar rápidamente enfadado con todo lo que le rodeaba, y sobre todo, por no saber que ocurriría con Evelyn. Un miedo tan grande lo inundó al pensar que ella podría morir como su hijo, irremediablemente, que tuvo que pararse y obligarse a si mismo a abandonar todo sentimiento y continuar andando, manteniendo la entereza.

Snape sabía que Dumbledore estaría en su despacho esperándole tras el cambio de guardia, con lo que abrió la puerta del habitáculo sin pedir permiso primero, haciendo que el mago de pelo cano se diera cuenta al instante de su estado alterado.

-¿Qué ocurre, Severus? –Preguntó con el ceño fruncido mientras se levantaba, y Jarek también lo hacía, preocupado por la extrema seriedad del moreno.

-Apareció y atacó a Evelyn; está en al enfermería y no logramos despertarla.

-Vamos para allá inmediatamente. –Dijo el anciano con templanza, saliendo de detrás de su escritorio, mientras Jarek también se levantaba, nervioso.

Todos salieron del despacho y caminaron con rapidez hasta llegar a la enfermería. Dumbledore se acercó a la camilla y susurró algo a la enfermera, haciendo que Severus y Jarek esperaban unos pasos atrás.

Cuando la señora Pomfrey se hubo retirado, Dumbledore observó la herida detenidamente.

-¿Qué aspecto tenía el hechizo, Severus? –Preguntó con calma, sin quitarle los ojos a la mujer.

-Era plateado y muy brillante. ¿Qué vamos a hacer, Dumbledore?

-Conseguiremos despertarla, no descansaremos hasta averiguar qué le sucede. Pero tranquilos; la señora Pomfrey es optimista, no se trata de ninguna maldición. Creo que ambos necesitáis relajaros y descansar. Mañana será un día largo.

Dumbledore ofreció una cálida mirada a los hombres que aún continuaban mostrando sus facciones rígidas y serias, para después, salir de la enfermería con lentitud, dejándolos solos y pensativos.

Tras unos tensos minutos en silencio contemplando a la bruja en total quietud, el rubio comenzó a hablar en un susurro, sin mirar a Snape.

-Debiste dejarme ir a mí, Severus, esto no tendría que haber ocurrido...

Antes de que el joven profesor pudiese terminar, Snape se abalanzó sobre él, cogiéndolo por la pechera de su camisa mientras lo estampaba contra la pared cercana. Al centrar sus ojos llenos de rabia y odio en aquellos azules, habló con voz ronca.

-No te atrevas a decirme que contigo esto no hubiera pasado, Kalinac, porque, créeme; no pienso contenerme.

-Si ella no despierta sólo será culpa tuya, pero espero que eso no ocurra, porque créeme; tampoco pienso contenerme. –Respondió el mago del mismo modo rabioso que Severus, para después, empujarlo con fuerza y salir del lugar con malhumor y rapidez.

Snape sintió su sangre arder tras las palabras chulescas del rubio, y acto seguido, golpeó la pared, descargando contra ella toda su impotencia y pánico. No pudo evitar que las palabras de Jarek retumbaran dentro de su cabeza una y otra vez, pues se sentía culpable por no haber sido más rápido, por no haber intervenido antes, y deshacerse de aquella bruja antes de que aquello hubiera pasado.

Conteniendo su rabia, él hombre volvió a erguirse alejándose del muro, decidido a salir del lugar, pero antes de cruzar el umbral de la puerta se detuvo súbitamente, volviéndose tras unos segundos y un profundo suspiro.

Snape caminó lentamente hacia la cama donde se encontraba Evelyn, aún vestida con su típico y ajustado vestido negro, ahora ajado y manchado de sangre, para observarla de cerca sin tener que fingir ante nadie.

El mago apartó un mechón azabache que cruzaba una de las mejillas de la mujer, levemente inclinada hacia el lado en el cual no se encontraba la herida, mientras pensaba en lo hermosa que era, y en la maldita falta que le hacía, sin poder evitarlo.

Dibujó una leve sonrisa en su rostro mientras meditaba aquello, aprovechando la única oportunidad que tenía de abandonar su fachada fría e insensible.

-Haré todo lo que haga falta para que vuelvas; aún no hemos terminado, Morgan. –Susurró inclinándose levemente sobre ella, contemplando su tranquilo rostro. Acto seguido, se acercó para besarla en los labios con delicadeza.

Transcurridos unos segundos Snape salió con paso firme y decidido del lugar, haciendo que el sonido de sus pisadas retumbaran en los desiertos pasillos del frío castillo.

No nos verán caerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora