5

917 139 16
                                    

Jaulas y mar

Tres semanas pasaron desde que Eyra pactó su trato con Haakon y en ese tiempo no había podido evitar encariñarse levemente con los cazadores. Sabía que estaba mal, puesto que eran los enemigos, pero la chica tenía problemas al no poder odiar a las personas. Sí, podían desagradarle hasta el punto de insultarlos, pero dejarlos morir, no, eran cosas completamente diferentes.

-¿Qué paso ahora? -preguntó al escuchar pasos apresurados.

-Bueno... -inició un cazador, asomándose cuidadosamente al interior de la enfermería -. Estábamos... Y él... Y nosotros...

-¿Ustedes? -Eyra lo invito a continuar sin entender lo que quería decir, al mismo tiempo que, se giraba para verlo.

-Fue un accidente -resumió el cazador, abriendo la puerta para dejar ver a otro que tenía una mueca de dolor pintada en todo el rostro.

Eyra lo examino y tras un par de segundos se percató que tenía el hombro dislocado. Inmediatamente, se puso de pie y ayudo al cazador a tomar asiento en la silla en que previamente había estado sentada para poder tratarlo.

-No debieron moverlo -les gruño, mientras sujetaba el brazo del hombre y lo acomodaba en la posición correcta -. Sujétalo y que no se mueva -le ordenó al otro cazador, quien obedeció -. Esta es la peor parte -avisó antes de comenzar mover el brazo lentamente, al alcanzar el ángulo adecuado, deslizo el hueso en la articulación de un movimiento rápido, ocasionando un enorme grito en el hombre.

-Yo no duele -le dijo el cazador, volviendo a sonreír.

-Por ahora -advirtió, moviéndose al otro lado de la habitación en busca de algún pedazo de tela para hacer un cabestrillo -. No lo muevas durante una semana -informó, asegurando el brazo contra su pecho -. Y cuando lo hagas, hazlo lentamente, en caso de que duela, detente inmediatamente -le explicó, dándose la vuelta.

-Claro -le dijo el cazador, incorporándose con ayuda de su compañero.

-¡Ah! -exclamó la chica, acordándose de algo -. Y usa compresas calientes diariamente.

-Sí -dijo nuevamente el cazador, caminando hacia la puerta.

-Por cierto -los llamó -. ¿Cómo te lastimaste?

Los varones se detuvieron, frustrados por no poder salir de la enfermería sin ser regañados. Eyra los miro ceñuda y los cazadores hablaron.

-Hubo un incidente en las jaulas -respondieron y la cara de la chica se transformó. Intentando no imaginarse los peores escenarios posibles en los que Thor y Zeus pudieran terminar.

-¿Los dragones escaparon?

-No -respondió el herido, creando una tranquilidad transitoria en la chica.

-Que bien -les dijo Eyra, esforzándose por sonar convencida. Los cazadores asintieron y desaparecieron.

Y al quedar nuevamente sola, Eyra no pudo evitar preguntarse si Haakon cumpliría su palabra. Porque a pesar de todo, seguía sin confiar en él. No importaba que el hombre hubiera cumplido su parte del trato hasta el momento, había algo en él que no le gustaba. Aunque tampoco, podía negarse la esperanza. En esos días, lo único que deseaba era volver a reunirse con el par de dragones y volar hasta dejar atrás el barco.

Su deseo la hizo sonreír, pero tras recordar lo sucedido días atrás, sintió sus ojos picar. Respiro profundo y se calmó, no queriendo derramar lágrimas en territorio enemigo. Una vez tranquila, ingreso al pequeño baño que había en la habitación y procedió a lavarse la cara, manos y brazos. Al terminar, se pasó los dedos por la cabeza y se peinó lo mejor que pudo.

SANGRE DE DRAGÓN | Hiccup HaddockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora