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 La imitadora

¡Eyra! —llamó Zeus sobrevolando el bosque —. ¡Sal ya, me estoy aburriendo!

Eyra se mordió la lengua y se quedó lo más quieta y callada que pudo. No quería que el pequeño Skrill la encontrará, por lo menos, aún no. Cuando la voz del reptil se perdió en el bosque, Eyra dejó escapar el aliento que había estado conteniendo. Se giró en ángulo de 180° y se asomó por entre los huecos de las ramas, pero al hacerlo, se topó con unos ojos que conocía a la perfección.

¡Ahh! —gritó, perdiendo el equilibrio y casi cayendo del árbol.

¿Qué estabas haciendo? —le preguntó Zeus, aterrizando en una rama cercana con la suficiente fuerza para aguantar su peso.

Nada —respondió rápidamente, tratando de desviar la vista de la aldea que se encontraba a cincuenta metros cerca del inicio del bosque.

¿Estabas espiando? —cuestionó.

Obvio no.

Te encontré observando a esas personas sin su consentimiento —señaló Zeus —, además, está el hecho de que estás aquí, escondida.

Bien, si estoy espiando —aceptó Eyra, indignada porque el pequeño dragón la cachara.

¿Por qué?

Porque tengo hambre —respondió simplemente.

Eso no tiene sentido, papá ha traído muchas ovejas y siempre te da una completa, ¿por qué tienes hambre?

No es por la comida —el reptil, inclinó la cabeza, sin entender su respuesta, algo que Eyra notó —. Me refiero a que la comida sabe algo... —se detuvo, buscando la palabra correcta —. Simple.

Oh —dijo Zeus, sorprendiéndose —. ¿Y  a qué sabe la comida simple?

Eyra sintió como si la abofetearan, era obvio que el pequeño dragón no había probado nunca el alimento humano.

Sabes qué, te lo voy a mostrar —dicho eso, bajo del árbol. Zeus la siguió —. Espérame aquí, ya vuelvo.

¿A dónde vas? —le preguntó, impidiendo que saliera del bosque.

Iré a la aldea —respondió, tratando de esquivarlo.

No puedes, papá se enojará si se entera —le recordó.

Por favor —suplicó —. Te prometo que no tardaré.

Zeus dudó. No quería que separarse de la chica, era su única amiga, aunque tampoco quería hacerla infeliz. Solo tenía miedo que al ir a la aldea se encontrara con algún humano y lo volviera su mejor amigo.

Si te dejo ir, ¿prometes volver a mi lado? —la voz le tembló.

Jamás podría irme —le dijo, agachándose para abrazarlo.

¿Aunque encuentres a otro humano que quiera ser tu amigo?

Ni si quiera eso me impedirá volver a ti —le aseguró.

Eyra podía ser humana, pero el último año al lado de los Skrills, había sido el mejor en toda su vida. No lo cambiaría por nada. Eso incluía la comida.

No tardes —le pidió el pequeño dragón.

—No lo haré, tranquilo —deshizo el abrazó y le sonrió cálidamente. Zeus la imitó y la vio partir hacia el interior de aquella tierra desconocida para él. 

SANGRE DE DRAGÓN | Hiccup HaddockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora