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Razones
...

Además de curandero en jefe, Eyra era la encargada de la cofa, un trabajo que secretamente le agradecía a Aren, pues había sido el moreno quien la había mandado a aquel lugar. Esa mañana, se encontraba en compañía de Fígaro, el gato encargado de plagas, vigilando el horizonte.

—¿Sabes? La primera vez que escuché sobre los dragones fue cuando mi padre me acompañó a una fuente de los deseos y me dijo que pidiera ser uno —aquel recuerdo pasó su mente, sacándole una débil sonrisa —. No lo entendí en ese entonces y lo tomé a juego, pero hoy... —no pudo evitar pensar en Zeus y en Thor —, como deseo que se hubiera hecho realidad.

Una solitaria lágrima se deslizó por su rostro, aterrizando sobre el áspero pelaje del minino.

¿Estás bien? —un Terrible Terror se acercó a ella, asustando a Fígaro, quien salió corriendo con el pelaje erizado.

—se pasó la mano por el rostro y miró al dragón —, solo se me metió una basurita al ojo.

Me alegro —aterrizó a su lado y se acomodo ahí. Eyra no supo si aquello era valentía o estupidez.

Se decidió por lo primero.

No es que sea grosera, pero ¿qué haces aquí? —el reptil alzó la cabeza y la giró, confundido —. ¿No sabes el tipo de barco que es este?

No —respondió el dragón sin verse alterado por la pregunta —. Solo buscó dónde dormir.

¿Y de todos los lugares posibles tuviste que elegir esta embarcación? —hizo ademanes con las manos mientras el reptil asentía —. ¿Por qué?

No apesta.

Eyra quedó igual.

¿Gracias?

De nada —y se volvió a acomodar, mientras tanto, Eyra trató de encontrar una explicación racional a su extraña respuesta, pero tras un rato se rindió, su mundo y el del Terrible Terror eran diferentes.

Disculpa que te insista, pero ¿a qué te refieres con "No apesta"? Es que no tiene sentido para mí.

Oh.

¿Serías tan amable de explicármelo?

Claro —se incorporó —. Es solo que allá —señaló hacia el este —, huele a muerte.

Eyra cambió su semblante.

¿A muerte? —repitió —. ¿A qué te refieres con que huele a muerte? —lo pensó un segundo y la posible respuesta llegó a su mente —. ¿Hay..., dragones heridos?

El Terrible Terror asintió.

Y personas, muchas personas. Tantas que, apestan la isla.

El rostro de Eyra se desfiguró y sin agregar otra palabra más se puso en pie y bajó de la cofa.

—¡Aren! —llamó, esquivando a los demás tripulantes —. ¡Aren!

—¡Qué! —exclamó el moreno, cortando el informe dado por Galt.

—Debemos cambiar el rumbo.

Aren frunció el ceño.

—¿Perdón?

—Ya me oíste, debemos cambiar el rumbo.

Aren tomó aire, Eyra comenzaba a exasperarlo.

—¿Volviste a experimentar con los venenos?

SANGRE DE DRAGÓN | Hiccup HaddockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora