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Canto Mortal y Skrill

Eyra estaba a nada de quedarse sin aliento, le costaba respirar y el mundo comenzaba a verse borroso. Las piernas le quemaban por correr y esquivar a gran velocidad y los brazos le temblaban por cargar a Zeus durante tanto tiempo. Aun así, no se detuvo. No podía. Hacerlo significaría una muerte segura.

Esquivo ramas y raíces, al mismo tiempo que, trataba de no caer ante los efectos de la melodía hipnótica de Nynf; un dragón delgado y alargado de color amarillo anaranjado con detalles azules. Sacudió la cabeza y a lo lejos, alcanzo a ver la salida hacia la playa. Sonrió por eso y miro a Zeus, informándole que faltaba poco para estar a salvo.

Treinta metros. Era la distancia que necesitaban recorrer para salir del bosque. Veinte metros. Ya se podía ver la entrada a la cueva que era su refugio. Diez metros. El olor de agua salada le llegaba a los pulmones. Cero metros. Nynf aterrizó frente a ellos, bloqueándoles el paso.

Tanto Eyra como Zeus soltaron un grito por el susto, y sin decir una palabra, ambos se pusieron de acuerdo en lo que tenían que hacer; correr en otra dirección. La chica se dio la vuelta y volvió a internarse en el bosque, esperando que la espesura de éste lo despistara. Pero no paso, por más que corría, no podía perder al reptil, aún alcanzaba a vislumbrar su sombra por encima de las copas de los árboles.

De un momento a otro, la sombra despareció, y Eyra creyó que lo habían perdido, pero no, a los pocos segundos, la sustancia ámbar que Nynf escupía para atrapar a su presa e inmovilizarla, hizo acto de presencia a pocos metros de su ubicación. Ambos se alteraron y la chica cambio de rumbo.

Llegaron a campo abierto y Eyra vislumbro la formación rocosa donde residía Nynf, frenó bruscamente y trato de retroceder, pero al girarse, el escupidor de saliva apareció. A Eyra le temblaron las piernas y sin poder evitarlo, cayó al piso. El labio le tembló y busco a Zeus, quien se encontraba tumbado a dos metros de distancia sobre su ala buena.

Se acercó a él y lo tomó entre sus brazos, protegiéndolo con su propio cuerpo. Nynf, al percatarse, sonrió y se preparó para atraparlos en su saliva, pero antes de poder hacerlo, un enorme rayo cayó del cielo.

-¡Aléjense de mi hijo!

Bramó un dragón de color morado con alas grandes y una única garra en cada una de ella, espinas metálicas que recorrían desde la espalda hasta la cola y una cresta fina y corta.

-¡Papá! -exclamó Zeus, aliviado, pero sin ser escuchado, pues la pelea entre ambos adultos, dio inicio.

Ambos dragones se miraron y gruñeron. Nynf se elevó, llegando a la altura de Thor, nombre que la chica le había puesto al padre de Zeus. El contario, al verlo, se envolvió entre entre rayos y expulsó una enorme ráfaga de electricidad, Nynf, atacó igualmente, dando como resultado, un fallo en ambos ataques.

Se gruñeron por eso y lo volvieron a intentar, llenando el lugar en donde se encontraban Eyra y Zeus de quemaduras y restos secos saliva. Retrocedieron hasta chocar contra una roca, y se escondieron detrás de ésta. Thor al percatarse de esto, se distrajo, cosa que Nynf aprovecho y comenzó a cantar. El efecto fue casi inmediato, pues Thor comenzó a sacudirse tratando de ignorar el canto hipnótico que comenzaba a hacer efecto.

Eyra, al verlo, se giró hacia Zeus.

-¡Lanza un rayo! -le dijo.

-¿Qué? -soltó sorprendido el pequeño dragón.

-¡Solo hazlo! -exclamó, antes de comenzar a buscar algo que pudiera aventarle al escupidor de saliva.

Zeus la miro y luego a su padre, respiro profundo y se concentro. Segundos después, varios rayos le cayeron encima y guardo su energía. Cuando Eyra lo vio, lanzó unas de las piedras al hocico de Nynf e interrumpió su canto.

SANGRE DE DRAGÓN | Hiccup HaddockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora