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Sentado en un banco de aquel viejo bar un joven observaba el fondo de su vaso de whisky; estaba lo suficientemente borracho como para sonreírle a todos los extraños del lugar pero conservaba la lucidez necesaria para no cometer una locura

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Sentado en un banco de aquel viejo bar un joven observaba el fondo de su vaso de whisky; estaba lo suficientemente borracho como para sonreírle a todos los extraños del lugar pero conservaba la lucidez necesaria para no cometer una locura.

Después de todo no estaba en el bar para buscar placer, estaba ahí para que el alcohol se llevará sus preocupaciones y todo lo que le estaba consumiendo.

« Debimos morir junto a ellos.» Se repetía cada vez que su reflejo se lograba ver en el líquido.

Claro que debió morir junto a ellos, debió de morir junto a su prometido y su pequeño bebé, debió de irse con ellos porque ahora mismo nadie lo esperaba en casa y mucho menos sabría nunca sí había estado cuidando de una niña o un niño, su vientre estaba vacío y esa fea cicatriz estaba en su cuerpo. Maldito sea el conductor que le arrebató a las personas más importantes en su vida. Maldito y más maldito.

Un bonito pelirrojo, de menudo cuerpo y rasgos delicados casi angelicales llamaba tanto la atención en aquel bar; era simplemente era un niño bonito en un lugar de mala muerte, con demasiado alcohol en su sistema. Una presa fácil entre un montón de depredadores.

La puerta del lugar se abrió y un anciano entró y tomo asiento al lado del joven, le sonrió y el muchacho hizo lo mismo, el rostro del muchacho reflejaba tristeza y melancolía. Tenía el labio partido y una cicatriz en la frente, pronto desaparecería pero seguro que había sido algo difícil para el muchacho bonito.

— ¿Día pesado?— preguntó el anciano con una voz áspera, el menor negó sin mirarlo y llevo su bebida hasta sus labios rosas— El mío si que lo fue, mi esposa es un dolor de cabeza últimamente y sino la amara tanto como la amo me habría divorciado hace tiempo.

— ¿Es difícil?— habló por primera vez con alguien que no fuera el cantinero, el anciano lo miró confundido— Estar casado, ¿Es difícil?

— Naturalmente, estar casado es  difícil, como todo en esta vida.— el anciano por fin llamó al cantinero y pidió algo que el joven no pudo escuchar.—¿Tú está casado?

— No.— dijo con una sonrisa forzada, como todas desde el accidente— Lo iba a estar pero ya no es posible.

— Pues lamento oírlo, seguro encontrará a alguien con quién compartir sus días.

— Lo dudo.— contestó más por cortesía que por mantener el hilo de la conversación.

El cantinero regreso con una cerveza negra que dejó frente al anciano para irse al otro lado de la barra a atender a más clientes, el anciano dio un sorbo largo, tan largo que para el pelirrojo pareció la conversación ya estaba terminaba, así que siguió en sus pensamientos. El dedo anular del señor a su lado estaba adornado por un bonito anillo dorado, eso le hizo recordar que el ya había comprado los que serían suyos, incluso tenía sus iniciales grabadas.

A y S.

Ya tenían todo listo para la luna de miel, las cajas ya estaban en el que sería su hogar e incluso habían anticipado compras para la habitación del bebé, el pudo haber tenido su final de cuentos de hadas pero un maldito conductor alcoholizado se lo arrebató todo; a su Seongwu y su bebé.

Seguro fue el alcohol en su sistema, quizá la agradable compañía silenciosa del anciano, pero por fin se permitió llorar, había querido ser fuerte; Seongwu siempre le había dicho que era más bonito cuando sonreía y que odiaba verlo llorar si no era de felicidad; pero llorar estaba siendo más liberador que todo el alcohol en su sistema, el viejito lo miró preocupado y cuando apoyó su mano en el hombro del pelirrojo este se lanzó a abrazarlo.

Estaba solo en un país desconocido, sus padres no habían ido a verlo en el hospital y los únicos que cuidaron de él habían sido sus suegros, pero en cuanto lo dieron de alta se habían esfumado como todo su futuro.

Estaba solo, y él odiaba la soledad.

— Yo lo amaba.— dijo entre lágrimas— Él también lo hacía, tendríamos un hermoso bebé, pero ahora no tengo a ninguno de los dos.

— Lo siento mucho jovencito.

—¿Por qué no pude irme con ellos? Debí morir junto a ellos.

— No diga eso muchachito.

El anciano en aquel bar era mejor consuelo que las miserables condolencias falsas que había residido en el hospital o en el funeral, incluso las de su trabajo parecían sólo ser palabras vacías. El anciano le daba confianza, había mencionado amar a su esposa y su anillo reluciente en su dedo podía hablar por él.

Allen Ma, veinticinco egresado de la facultad de economía nunca podría llegar al banco de un bar y contar lo mucho que amaba a su esposo.

No quería volver a enamorarse, porque amar dolía, y no amaría a nadie como había amado a su querido Seongwu.

El suicidio había sido una opción, pero no habría nadie que se encargará de llorarle y mucho menos quién dijera que en vida había sido un buen amigo, un buen hijo ni que había amado con locura a la persona que se había ido antes que él. Simplemente tenía que seguir viviendo para ser quien dijera esas palabras para Seongwu.

No supo en que momento dejó de llorar y continúo con su mirada fija en el fondo de su vaso, a pesar de saber que había abusado de la sustancia está parecía no nublar su juicio, necesitaba un descanso no podía seguir lamentándose en ese bar; se despidió del señor y pagó su cuenta para poder irse.

Las estrellas brillaban en el cielo, la luna también estaba ahí; caminó a paso lento por las calles y cuando se dio cuenta ya estaba perdido en la cuidad, una plaza tranquila con una fuente en el medio y muchos comercios al rededor hacían del lugar algo mágico. Familias paseando, niños jugando, un pintor trabajando en su siguiente pintura y muchas monedas en el fondo de la fuente. Ni siquiera parecía que estaba en Corea.

Se acercó hasta la fuente y la miró con determinación, nunca había creído en la magia, nunca había creído en los deseos de cumpleaños ni en los tréboles de cuatro hojas, mucho menos en la fuente de los deseos, pero ahí estaba, a su veinticinco años parado frente a una.

— ¿Si arrojo la moneda mi sueño se cumplirá?— preguntó una niña de cabellos chocolate al que supuso era su padre.

— Sólo si lo pides con el corazón.

Los ojos de la niña brillaron ante las palabras del adulto y tomo con más fuerza su moneda; cerró los ojos y pareció concentrarse bastante para cuando supo que era lo que deseaba arrojó la moneda con fuerza, salpicando al caer. La niña sonrió y después tomo con fuerza la mano del adulto para irse del lugar.

Estuvo paseando en la plaza el suficiente tiempo para darse cuenta que muchas personas realmente creían en el poder de la fuente, vio como una florería cerraba y como muchos de los locales empezaban a hacer lo mismo, supo que era el momento de irse aunque no sabía ni en donde estaba, revisó su celular pero este estaba sin pila y el cansancio de verdad le estaba jugando una mala pasada en esos momentos.

" Solo si lo pides con el corazón"

Revisó entre sus bolsillos y una moneda se hizo presente, su única moneda, por un momento le pareció la cosa más tonta e infantil que iba a hacer en su vida, pero aún así hizo lo mismo que la niña.

— Deseo... — dijo para cerrar los ojos y pedirlo en su mente, por alguna razón ahora mismo no quería que nadie escuchara su deseo, no se haría realidad de ser ese el caso.

Arrojó la moneda y miró el fondo de la fuente.

A veces la fe es lo único que pude mantener un barco a flote y Allen estaba a nada de hundirse, quizá esa fe haría que volviera a ser el mismo Allen de siempre.

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Feliz cumpleaños a mi!!!!

Es normal que a las personas que cumplen años les regalen cosas, pero yo quiero hacerles un regalo por apoyarme en cada uno de mis proyectos.

Mi cumpleaños será genial si ustedes lo celebran conmigo, gracias a todos por estar un año más conmigo.

Les quiere, Zuncet.

I Wish [Cravity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora