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El pelinegro miraba el fondo de su vaso de whisky  desde el rincón del bar cuando siente que aquella persona nota sus ojos sobre él

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El pelinegro miraba el fondo de su vaso de whisky desde el rincón del bar cuando siente que aquella persona nota sus ojos sobre él.

Llevaba un rato en ese mismo juego pues su mirada no se despegaba del pelirrojo en la barra; pero no reunía el valor necesario para levantarse y hablarle, así que ahí estaba otra vez, levantándose para que a los segundos retomara su lugar en el asiento. El pelirrojo se fue y el pelinegro no pudo hacer nada para evitarlo.

Se sentía tonto, pero ahora tenía lo que quería.

Inspiración.

Por fin podía empezar a teclear con fluidez sin detenerse a meditar dos veces si lo que decía tenía coherencia o no, lo único que era totalmente correcto era la descripción del pelirrojo.

El pelirrojo misterioso con esa mirada perdida y penetrante; que resistió muchos tragos sin dejar que la lucidez de la razón lo abandonara.

Era una musa más efectiva que todas esas copas de alcohol o esas aventuras de una noche que había mantenido a lo largo de su vida.

Era por esa razón que llevaba una semana regresando todas las noches al bar con la esperanza de ver al pelirrojo.

Todas las noches sin falta tomaba un lugar en la barra y esperaba pacientemente a que el pelirrojo llegara, pero no sucedió.

Ni siquiera dos meses después.

Ya cansado de que la historia se repitiera una y otra vez decide dejar de ir, no sin antes probar a la suerte una vez más.

De nueva cuenta el pelinegro toma las llaves de su motocicleta y emprende un viaje rápido al bar. Cuando llega sabe que llama la atención de muchas personas, hombre y mujeres por igual; pero eso no interesa, él sólo está ahí por una persona.

Una persona de la cual ya ha olvidado su rostro y su aroma pero aún recuerda el color de sus cabellos. No sabe exactamente que es lo que hará si aquella persona cruza la puerta; pero sabe que quiere averiguar que tan lejos puede ir.

Una aventura de una noche con un perfecto desconocido, que no ha parado de rondar en su cabeza.

Sí, el pelinegro quería saber el desenlace de esa historia.

De nueva cuenta toma un lugar en la barra, esta vez en una esquina de la barra, el lugar perfecto para poder analizar el bar en su totalidad.

La puerta se abre y de nueva cuenta sus ojos viajan a ese lugar, espera que aquel pelirrojo llegue porque de no ser así habrá perdido lo que podría haber sido una buena historia.

La decepción se refleja en su rostro al ver como la persona que entró no era el pelirrojo sino una persona cualquiera.

El chico de la barra deja su tercer trago de whisky y el pelinegro lo toma como si de agua se tratase; lleva a lo mucho una hora sentado en la banca, varias personas se le han acercado para ir a otro lugar, pero el pelinegro se mantiene anclado a la barra.

I Wish [Cravity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora