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Yoongi suspiró, abrazando a su novio sollozante contra su pecho, mientras le daba suaves caricias en el cabello y sentía las lágrimas picar en sus ojos, amenazando con salir en cualquier momento. La mezcla entre el dolor de ver a su novio llorar y el obvio desagrado de sus cuñados hacia él, lo tenían al borde del llanto. Pero debía ser fuerte por su Jungkook.
Habían salido de aquel momento incómodo hace unos diez minutos y, desde entonces, el menor no había parado de llorar.
Al salir de aquella situación, mientras escuchaban los llamados afligidos de Seokjin desde la cocina, ambos se dirigieron a la habitación del cumpleañero. A puras penas pudo contener las lágrimas hasta ser capaz de cerrar la puerta.
Y entonces ahí estaban ahora. Abrazados, la camiseta de Yoongi húmeda y su corazón adolorido por todo lo ocurrido.
La culpa carcomía dentro del mayor; sabía que era su presencia la que había hecho a los hermanos de su novio comportarse de esa forma, no era tonto. Era una existencia no deseada para esa familia. Estaba triste y molesto, consigo mismo y con aquellos cinco hombres. Bueno, con tres de ellos en especial. No podía dejar de lado la furia, aunque sintiera que no tuviera derecho a enojarse por algo que, ciertamente, fue su culpa.
Cierto, su llegada había sido repentina y definitivamente su presencia no era agradable; pero ¿no podían guardarse los malos sentimientos hasta que la celebración terminara? Ni siquiera se habían dado el tiempo de conocerlo.
—Ya, tranquilo amor. Es entendible —murmuró, acariciando su espalda y besando su sien numerosas veces.
Sí, más o menos podía entenderlo. Aunque era hijo único, era consciente de dos hechos irrefutables: 1. Había aparecido en el peor día y 2. Era un completo desconocido para ellos.
Probablemente ellos esperaban una relación con Jihyo, a quien conocían de toda la vida; en cambio, habían encontrado a un gigantón que mezcla japonés y coreano, no es muy inteligente, clase media que asegura querer a su hermanito. Sí, él también desconfiaría.
—¡No lo es, hyung! —refutó—, ni siquiera te conocen, ¿cómo sabrán si me quieres o no? Y no se tomaron el tiempo de ver lo feliz que me haces tampoco.
Yoongi se sonrojó; su mano de dedos delgados tomó la adorable mejilla de su novio y depositó suavemente un beso en sus labios.
Su corazón se aceleró y una sonrisa permanente se plantó en su rostro. Su Jungkookie era demasiado adorable para su propio bien.
—También me hace feliz estar contigo. Pero necesito que te calmes, ¿sí? Más tarde o mañana puedes hablarlo con ellos.
Intentó que su voz sonara segura, aunque nada era claro para ninguno de ellos en ese momento. Aunque quisiera prometer que no se separarán, la realidad es que todo es incierto. Ellos tienen el poder de separarlos.