Capítulo VI: Solo un día y nada más

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Todo se estaba quemando, no quedaba nada. ¿Qué hacer?¿A dónde ir? Estábamos tumbadas en la hierba y yo aun recuperando la respiración de lo sucedido no podía creerlo.
en un mismo día he perdido a mi madre y a mi padre y mi casa ardiendo.
Decidí ir en busca de mi padre y adentrarme de nuevo en el fuego; por suerte, había una parte de la casa que parecía no haberse quemado todo. 
Cojeando, me dirigí hacia aquella parte, la cual creo que daba al río. Las llamas aun no habían llegado a la habitación del velatorio aunque sí habían llegado al gran salón que era por donde Marie y yo habíamos salido.
Me acerqué lo más rápido posible a las ventanas de esa pequeña habitación. La imagen que vería a continuación me dejaría marcada para siempre.

Mi padre estaba tumbado en el suelo con el retrato de mi madre llorando y, a su lado, el ataúd en la misma posición de antes con todas las velas encendidas a su alrededor.

Comencé a gritar y pegar golpes a la ventana para que mi padre saliera de ahí. Me miró fijamente a los ojos y soltó una lágrima; de repente, todo se vino abajo, todo el techo de la habitación cayó encima de ellos y yo caí al suelo.

Tenía los ojos medio abiertos cuando pude ver  detrás de mi unas personas de extraña apariencia, entre los dos me cogieron, volví a cerrar los ojos.

- Madre no quiero ir allí...
- Hija, por favor, hazlo por mi, es muy bueno y además ganarás un buen empleo.
- Pero es irme muy lejos y además no os voy a poder ver nunca.
- Tienes que elegir: o irte a Milán con tu tía Violette o doncella en el nuevo palacio del rey en Versalles
- ¿Me dejas un día para pensarlo por favor?
- Solo un día y nada más.
- Gracias.

Acabo de despertar y no sé dónde estoy. Es una habitación muy sencilla y pequeña, encima mía, un crucifijo de madera, y a mi izquierda, una ventana que daba a un patio.
En ese momento alguien llamó a la puerta. Una mujer de unos 50 años entró en la habitación  y se presentó:
- Hola, bienvenida al Convento de Santa Clara, cuando estés mejor, ve al refectorio, te esperamos.

Y tal como vino se fue.
Todo esto comenzaba a ser muy raro, ¿Qué hago en un convento? Creo que fueron estas monjas las que me cogieron y curaron. ¿Y Marie? No sabía nada de ella. Me levanté lo mejor posible y salí en busca de ella.

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