Prólogo

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Wonwoo murió solo y con gran dolor en su corazón, con unas manos frías que lo tomaban. Wonwoo fue odiado.

O al menos eso él creía, o le hizo creer su madre, su padre, familiares, compañeros de clase y etc. personas.

Wonwoo era algo introvertido, las personas lo miraban y este evitaba la mirada, simplemente les generaba náuseas verlo. Normalmente a donde iba, siempre había un animal a su lado como si Wonwoo fuera un imán de estos, pero un repelente de seres humanos se había acostumbrado a eso y lo aceptaba, ya no luchaba, siempre mirando abajo. Juraba que había visto más zapatos en su vida, que rostros.

La vida lo llevo a realmente no querer saber más de los seres humanos y sus incongruencias, dilemas y paradojas. Se convirtió en un vagabundo del bosque y murió como si nunca hubiera existido. Pero, en esta vida, nadie está solo.

Había siempre un visitante en su tumba, que más que una tumba era una casa.

El hombre, era un hacendado con varias tierras y con gran poder, no solamente por su familia, sino porque se trataba del mismísimo príncipe, pero Wonwoo siempre lo evitaba hasta que simplemente dejo que invadiera su vida.

Según el pueblo era un príncipe muy bendecido en todos los aspectos y sin menos, era increíblemente fuera del alcance de las mujeres más hermosas del país, se decía que las había rechazado a cada una de ella y que estas cometieron suicidio después de haber sido rechazadas, estas mujeres no podían vivir con la vergüenza de que su supuesta belleza no era a la altura del príncipe Mingyu. El hombre, se quedó mirando la tumba de Wonwoo mientras lloraba desde lo más profundo de su corazón rezaba para que el camino de Wonwoo hacía la reencarnación sea lo más tranquilo posible, que en su siguiente vida fuera alguien con muchos amigos y amado por todas las personas.

A esta persona y Wonwoo, les tomo setecientos años, volver a coincidir en el mismo espacio y tiempo.

Punto de Inflexión [Meanie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora