– Tienes que volver hacerlo, no puedo creer que seas tan inútil Wonwoo, mejor vuelve mañana no te quiero ver la cara por el día de hoy.
Wonwoo se retiró del baño y seguido de eso, se dirigió hacia el guardarropa de la tienda, abrió su casillero y recogió sus cosas, al salir del super mercado. Dio un gran suspiro y empezó a llorar mientras caminaba hacia su miserable departamento.
¿Realmente había una mala o buena manera de limpiar un baño? Estaba seguro de que estaba realmente limpio, siguió todos los pasos que le había dicho el supervisor, pero, era mejor no cuestionarse, porque probablemente le tenía algo de rencor y de cólera injustificable. Su personalidad vacía, su voz baja, su aspecto sombrío realmente no ayudaban en nada y los trabajos que postulaba, eran los que menos interacción social podrían tener.
Wonwoo sólo era un chico de veinticuatro años, que, a pesar de su corta edad, realmente la vida se le hacía muy larga y amarga, los momentos de felicidad son muy escasos y los momentos de tristezas cada día son más agobiantes. Miraba el mismo techo blanco y vacío, él se imaginaba una persona así, sin nada que compartir y sin espacio para más personas aparte de él, sus emociones, pensamientos y delirios de que algún día pueda ser amado. Aquello parecía un sueño.
Tuve una infancia horrible, en pocas palabras.
Una madre prostituta y padre adicto a los estupefacientes no hacían una buena combinación para que crezca un niño sano y medianamente aceptable. Tuvo varías experiencias, pero en su mente siempre hubo dos.
La noche en que su madre tuvo sexo con un hombre mientras él estaba con los ojos cerrados fingiendo dormir. Sentía como si su cuerpo ardía en llamas y que su corazón latía rápidamente, los gemidos, el sonido de los fluidos y lo más horrible, fue que su mamá estaba consciente de que Wonwoo estaba despierto. Wonwoo sólo tenía siete años cuando empezó a odiar a las mujeres y a medida que crecía sólo era un resentimiento que lo llevo a ser un homosexual frustrado.
La segunda, fue algo breve, pero lo daño por mucho tiempo. Su padre lo obligó a drogarse junto a él, por varias noches. Wonwoo se volvió adicto a la heroína a la edad nueve años.
A los diez años dejo su hogar siendo un adicto a diversas drogas y así vivió su vida hasta los quince años, pero, un día Wonwoo se encontró desmayado en su habitación debido a una gran dosis de esta.
Su vecina que siempre paraba pendiente más de los vecinos que de su propia vida, no escuchó ruidos por tres largos días y se preguntó si Wonwoo estaba bien, que toco la puerta de Wonwoo y este no respondía, giró la manija y la puerta estaba sin seguro, la escena fue algo horrible, sobre todo por que Wonwoo tenía algo de espuma en su boca había un pequeño charco que formó la orina de Wonwoo. La sorpresa fue tal que no hizo nada, sólo se sorprendió y asustó de encontrarlo así que no quería meterse en algún problema que el muchacho esté involucrado.
Wonwoo se consiguió levantar al quinto día casi moribundo, con una gran sed y con una factura de luz en la cara. El mismo se dirigió al hospital público y fue internado por unas semanas mientras esperaba que se rehabilitará su salud.
El médico habló con él y este simplemente rechazó toda idea de ir a un centro de rehabilitación, pero el doctor tenía otras opciones también y una de estas fue asistir a servicios comunitarios religiosos.
Wonwoo no conocía nada de religión, vivía de trabajos informales y apenas le alcanzaban para vivir, su mente solo estaba llena de sobrevivir y trabajar. Nunca fue a la escuela y se preguntaba si realmente existía Dios y eso podría llenar su vacío interno, o podría detener sus ganas de siempre querer estar al borde de la muerte, más adelante descubriría que eso se llamaba intento de suicidio. Así que decidió intentarlo.
El doctor le dijo que lo mejor sería dejar toda su vida de esta ciudad y realmente entregarse a dejar las drogas y así lo hizo.
Wonwoo se fue de la capital y se dirigió a un frío pueblo al norte del país. En este pequeño pueblo todo era hermoso y pensó por primera vez, que realmente valía la pena vivir. Era por esos pequeños momentos que la vida valía la pena. Veía dentro del tren los pequeños copos de nieve caer del cielo y sentía un pequeño hormigueo en su estómago. Mientras el tren recorría el bosque vio una cabaña muy antigua, probablemente de una época diferente. Su corazón latió o más bien sintió como una especie de conexión con esa extraña cabaña, que se encontraba totalmente apartada del pueblo en sí.
"Extraño" pensó en ese momento.
Al bajar del tren les explicaron de que se trataba este servicio comunitario. Era dirigido a jóvenes con problema de adicción a temprana edad. Vivían en una pequeña residencia y todo era pagado por la asociación, lo único que tenía que hacer era pequeños trabajos de ayuda social al pueblo, como ayudar en los sembríos, alimentar a los animales, y tener sexo con los curas, obispos o algún pedófilo perteneciente a esta institución.
Wonwoo se sintió devastado por que no tenía un lugar a donde ir, no pertenecía a un lugar y estaba en proceso de superar una adicción y lo peor, era que había gastado su último centavo para ir a ese lugar. Desde ese punto pensó que tenía una especie de maldición con él.
En ese momento pensó en la pequeña cabaña que vio a la lejanía del pueblo. Salió corriendo de esa habitación cuando el cura estaba durmiendo, se escabullo y logró salir. Pero, sabía que no interesaba a donde fuera lo encontrarían, solo quería estar un momento él y sus pensamientos. Caminó todo lo que pudo hasta que llegó a un campo de flores, a la lejanía se podía ver la cabaña, corrió con todas sus fuerzas. Llego a la parte trasera de la casa y vio una montura de caballo desgastada, que estaba sujetada a un árbol con flores rosas.
– Que bello...
Camino lentamente hasta la entrada, lleno de curiosidad abrió la puerta y lo primero que vio fue un cuadro que se extendía por toda la pared.
El cuadro era hermoso y estaba pintado hasta el mínimo detalle como si nunca quisiera olvidar ese retrato la persona que lo pintó. Era un hombre alto y sin duda hermoso, que sonreía ligeramente, una mirada llena de amor, pero a la vez con firmeza, el campo de flores estaba en pleno auge, las flores amarillas, azules y rojas decoraban el fondo, el caballo en el que estaba montado era negro y la montura parecía de cuero con algunos detalles de oro, las hojas rosas de árbol se iban con el viento y la noche parecía completamente oscura, pero al fondo se veía la luna alumbrando todo.
La pintura parecía intacta, como si no hubieran pasado los años, miro alrededor y había una pequeña mesa, una especie de horno al fondo. Siguió explorando y encontró un pequeño cuarto donde había solo una manta roja. Después de eso no había nada más.
Respiró hondo porque tenía que dejar ese lugar mágico que, por alguna razón, se le hacía familiar. Regreso a la residencia y tenía que seguir ahí porque lamentablemente no tenía a donde ir.
No escapó de ahí. Siguió con está asociacion religiosa hasta los veinte años, al menos agradeció tener un techo, alimento y trabajo a cambio de su cuerpo y varias veces aprovechaba en robarles dinero mientras dormía para salir de ahí una vez cumpla los veinte años y así fue, un día tomo su maleta y las pocas cosas que tenía y huyó de ahí. Cogió el tren de la madrugada que se dirigió al otro extremo del país. Pero no sin antes despedirse de la cabaña, que permanecería en su mente constantemente.
En ese punto de su vida, experimentó la libertad y como rompía sus cadenas, se sentía lleno de gozo y de alegría. No durmió en el tren se quedaba mirando la floresta hasta que amaneciera y se dedicaba de dormir de día, el viaje duro aproximadamente 4 días.
Llegó a otro pueblo, donde no era conocido y era un intermedio entre una ciudad y un sitio rural. Desde entonces se ha dedicado a trabajar esperando su muerte.