– ¡Mingyu! ¡Mingyu!
Una chica corría bajo la lluvia llamando el nombre de la persona que está enamorada.
Mingyu volteó y la miro, se detuvo y sonrió.
– ¿Pasó algo?
– Te olvidaste esto en tu carpeta.
– Muchas gracias, es importante para mí. Nos vemos.
La chica le entregó un archivero, donde se encontraban varias copias de tareas, pendientes y entre otras cosas.
– Espera, yo me preguntaba...
– ¿Sí?
– Sí tu quisieras ir a comer conmigo después de clases.
– Lo siento, estaré ocupado todo está semana. Es complicado encontrar algo de tiempo, tal vez la próxima vez.
– Tienes razón, eres el presidente del comité estudiantil. Que tonta.
– No eres tonta, no digas eso. Te mojaste el cabello, toma esto para secarte. Nos vemos el lunes.
Mingyu le dio un pañuelo y se despidió.
Fue al aparcamiento de la universidad y encendió su auto. Este sitio se encontraba tan desolado, que sintió una leve brisa en su cuello, como si alguien soplará detrás de este. Rápidamente volteo y no vio a nadie.
Subió a su auto y la lluvia comenzó a caer, el sonido del motor del auto acapara sus oídos. Pensaba en ese chico de aspecto sombrío, tímido y con ambas manos temblando.
El día que vio por primera vez a Wonwoo fue el día en el que intentó suicidarse. No recordaba muy bien por que dejo la puerta junta, solo lo hizo porque lo vio en sueño de madrugada. Solo que esta vez lo hizo como aquella vez, se apuñalo y veía en cómo alguien venía a su rescate, alguien que no tenía rostro. No pensó que eso realmente ocurriría. Era extraño todo lo que ocurría últimamente.
La vida de Mingyu era un tanto complicada, sobre todo por sus padres y por su tierna madre, que murió defendiéndolo.
Su padre mató a su madre y este quedó bajo la tutela de él. Cada día vivir con él era un infierno y lo único que quería era morir, pero ¿Qué hacía Mingyu en un departamento subterráneo, a la lejanía del mundo?
Fácil. Ese era su pequeño escondite, iba a él cuando fingía tener algún proyecto de la universidad o si no iba para liberar su enojo golpeando el saco de arena en medio de la sala.
Cuando lo compro a espaldas de su padre, se sintió libre, que podía liberar su enojo y frustración. Ser el hijo de un hombre tan poderoso tiene responsabilidades de por medio. Primero, cumplir con las expectativas de él, segundo obligadamente saber todo sobre la empresa de su padre y tercero, vivir con la culpabilidad de que Mingyu nunca vengó a su madre.
Todos los días despierta y ve el rostro de su madre, lleno de golpes, sangre, secreciones nasales, lágrimas. A veces, se levantaba e inmediatamente se iba al servicio a vomitar.
– Lo siento madre...
Siempre se repetía eso. Apretó el timón del auto fuertemente y suspiro.
Por fuera, Mingyu era alguien que lo tenía todo, bueno en la universidad, de buena apariencia, buena personalidad y siempre destacaba a donde iba. Se podría decir que era alguien que encajaba en su estatus social. Sin embargo, lo único que le faltaba era vivir fuera de todo el mundo, deseaba vivir apartado de todos, sólo él y un lugar donde permanecer. Pero sabía que nunca lo tendría y que no se lo permitiría su padre. Este lo ha encontrado siempre cuando escapaba de casa o cuando se perdía a propósito de pequeño. Su vida no volvió a ser la misma desde que perdió a su madre.
Cuando estaba en secundaria, se recostó bajo un árbol grande. Ese día sintió algo especial, como si el mundo se conectaba con él y sólo por ese breve momento sintió paz. Una paz tan profunda y densa, que pensó que era su madre haciendo una presencia fuera de lo terrenal. La brisa se sentía tan bien y el árbol daba tanta sombra que no le interesó la siguiente hora y cerró los ojos.
Dentro de su sueño se veía cabalgando un caballo negro tan hermoso y que sólo él pudo domarlo. Se veía a él cabalgando en el trigal a la luz de la tarde, todo era hermoso, pero sentía tristeza por esa persona por que parecía que sufría mucho. En su sueño está persona se limpiaba sus ojos de tanto llorar y simplemente gritaba mientras cabalgaba.
Esta persona dejo el caballo y comenzó a correr hacia el sol desesperadamente, se terminó desvaneciendo y arrodillado, agarrando su pecho como si la pena era tan tan profunda que no podía compararlo con algo y a la vez con nada. Este hombre lloraba tanto que tenía miedo de que muriera de pena.
Ese sueño sólo tuvo una vez, pero desde que conoció a Wonwoo y como este lo sujeto en sus brazos. No sintió enojo por arruinarle sus planes sino sintió la misma paz que había sentido ese día.
¿Paz en medio de una muerte?
Sentía como si la muerte era algo que tenía algo en común con todos los seres vivos y que eso lo conectaba con la tierra y con lo infinito y desconocido de ella.
Mingyu llegó a su destino y volvió a su realidad. Una realidad donde abrir la puerta era difícil, donde caminar en el pasillo que daba a su cuarto daba miedo por que su padre siempre lo veía de reojo, una realidad donde no podía tener paz en su propia casa.
Entró a su cuarto, lanzó su mochila y durmió profundamente.
Entonces volvió a tener ese sueño otra vez.
Sólo que era el mirando la lluvia caer, él bajo un pequeño cobertizo de madera que lo cubría de esta. Esperaría ahí hasta que lluvia pare.
– Se va a ensuciar mi atuendo y mi padre me regañara...
La lluvia era hermosa y le hacía sentirse feliz, como algunas gotas se filtraban en los huecos del cobertizo. El día era lluvioso, pero tenía su encanto, solo era cuestión de esperar a que cesara
En cámara lenta vio a un chico saltando bajo la lluvia, un chico que extendía sus brazos hacía la lluvia y corría como si fuera parte de esa. Esa imagen se quedó grabada en sus pupilas.
Mingyu sintió tanta envidia de ese chico que empezó a llorar, lágrimas de la nada invadieron sus ojos, pero no sabía la razón, sólo las lágrimas recorrieron su rostro. Se limpio con sus largas mangas y salió del cobertizo, fue corriendo con todas sus fuerzas y logró tomar su brazo y detenerlo.
El chico sorprendido volteó y lo miró.
– ¿Cu-cuál es tu nombre?
– Mi nombre es Wonwoo.
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