Capítulo 6.

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—Sus labios son como... rosas biológicas. Su cabello, igual que... pasta sin gluten.

El hecho de poseer inclinaciones poéticas no implicaba que estuvieras dotado para la poesía. Sin embargo, este no era el primer poema malo que Seokjin componía sobre Roseanne, y Jungkook ya estaba acostumbrado. Se tendió en una suave ladera y acarició la hierba podada mientras Seokjin se desplomaba sobre un banco, boli y libreta en mano. Los dos juegos de palos yacían sobre la hierba. Hoy nadie los iba a usar.

Seokjin frunció el ceño mientras repasaba lo que había escrito.

—Mejor que no sea pasta. La pasta sin gluten se amazacota. El pelo de Roseanne nunca parece un mazacote. —Gimió y se dejó caer del banco a la hierba, al lado de Jungkook, con los brazos y las piernas abiertos de par en par—. ¿No crees que Roseanne es la chica más guapa que ha existido jamás?

Jungkook sonrió y asintió con entusiasmo.

Seokjin sostuvo la libreta en alto.

—Es imposible, Jungkook. Las meras palabras jamás podrán capturar un carisma tan trascendente.

Una vez más, Jungkook sonrió y asintió.

El otro entornó los ojos.

—¿Me estás siguiendo la corriente?

Jungkook se encogió de hombros.
Seokjin suspiró y soltó la libreta.

—Intentas aliviar mi dolor como si estuviera enfermo. ¿Acaso el amor no es más que eso? ¿Una dolencia?

Jungkook le propinó unas compasivas palmaditas en la cabeza.

—Estoy enfermo de amor. Estoy harto del amor. —Seokjin cerró los ojos, dejando que el sol de la tarde bañara su rostro—. Ojalá encontrara la manera de decirle que... —Suspiró nuevamente—. No, es imposible. Estoy seguro de que ni siquiera le intereso. ¿Cómo iba a interesarle un tipo como yo?

Los dos chicos se quedaron tumbados en el campo de golf con los ojos cerrados. Poco a poco, cobraron consciencia de unos pasos que se acercaban.

—Vaya, vaya. Ya me imaginaba yo que encontraría aquí a Kim Seokjin, debajo de todos esos suspiros y gemidos.

Seokjin abrió los ojos y vio a Hoseok plantado delante de él, sonriendo. Le tendió la mano.

—¿Me ayudas a levantarme?

—En realidad, pensaba unirme a ustedes. —Hoseok se sentó al otro lado de Jungkook—. Deduzco que ya has visto a Roseanne.

—Está aún más encantadora que el verano pasado.

—Sí que está bien dotada, lo reconozco. Mi madre se muere de envidia.

—¿Todavía quiere que salgas con ella?

—Claro. Por mil millones de dólares, se tragaría los celos que hiciera falta.

—¿Y si..., ya sabes, le dices la verdad?

—Me tomas el pelo, ¿verdad?

—Eso solucionaría el problema. —replicó Seokjin a la defensiva.

—Ya lo sé. He estado a punto. Lo tenía en la punta de la lengua, pero entonces... —Sacudió la cabeza—. No puedo.

Jungkook le propinó a Hoseok unas compasivas palmaditas en la cabeza.

Este prosiguió:

—¿Sabes qué, Seokjin? Si tú salieras con Roseanne, se arreglarían tus problemas y los míos.

—Ahora eres tú el que me toma el pelo a mí.

—No es tan absurdo. —se defendió Hoseok.

—Está fuera de mi alcance.

—Es verdad. —reconoció el otro.

—Y, aunque por algún milagro del cielo aceptara salir conmigo, mi madre nunca lo aprobaría.

—Las exigencias de tu madre en cuestión de nota media son un pelín exageradas —observó Hoseok—. No todo el mundo puede clavar un nueve en todas las asignaturas.

—En realidad, tuve que convencerla de que se conformara con un nueve y medio, arguyendo que una nota regular de vez en cuanto fortalece el carácter.

—De todos modos, me han dicho que Roseanne ronda el ocho y medio, que es una nota mejor que cualquiera de las mías. No es tonta, que digamos.

—Pues claro que no. Pero cuéntaselo a mi madre...

Ahora le tocaba a Seokjin recibir la palmadita compasiva de Jungkook.

Se quedaron allí escuchando el canto de los pájaros, el rumor del viento entre las hojas y, muy a lo lejos, el golpe de un palo de golf contra una bola.

—Hoy he visto a Namjoon con el nuevo chico de la piscina —comentó Hoseok—. Se lo toma todo tan en serio. Es adorable.

—Deberías salir con él —sugirió Seokjin.

—¿Después de decirle a mi madre que soy gay?

—Podrían verse en secreto. En los viejos tiempos se hacía constantemente.

—Mi madre se enteraría —afirmó Hoseok—. Y aunque no fuera así, lo pasaría fatal si tuviera que mentirle. Además, ni siquiera sé si le gusto a Namjoon.

—¿Con ese cuerpazo que tienes?

Seokjin alargó la mano por delante de Jungkook y pellizcó el enorme bíceps de Hoseok.

—Ya lo sé, ¿vale? —replicó Hoseok—. Pero nunca me mira. Es posible que... no le gusten los tíos cachas.

—Tanto trabajo para nada. Qué injusto...

—El amor es injusto —sentenció Seokjin.

Jungkook les propinó palmaditas a ambos a la vez.

—Siempre te estamos contando nuestras penas, Jungkook—se compadeció Seokjin—. A veces me siento culpable.

—Ah, a Jungkook no le importa, ¿verdad? —le preguntó Hoseok.

Jungkook sonrió con aire complacido. Querido lector, si alguna vez hubieras tenido que patearte un campo de golf a pleno sol durante horas, cargado con una desgalichada bolsa de golf llena de largos objetos metálicos, sin duda preferirías tenderte al sol a escuchar por encima las quejas de dos niños ricos.

Right there | blacktanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora