Capítulo 8.

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—Deberías haberla visto, Jungkook —comentó Yoongi al mismo tiempo que lanzaba la pelota—. Cómo puso en su sitio a las viejas brujas. —La pelota golpeó el tablero y cayó por el aro. Jungkook atrapó el rebote y se la devolvió a Yoongi—. Y no te lo pierdas. Me dijo que formamos un buen equipo. —Sopló una risa y volvió a lanzar la pelota—. ¿Qué te parece?

La pelota rodó alrededor del aro y entró. Jungkook cazó el rebote otra vez, pero en esta ocasión botó la bola hacia la zona de los triples.

—Ah, espero que no te importe, le he dicho que se pasara por aquí después del trabajo —añadió Yoongi.

Jungkook se encogió de hombros y clavó el triple.

—Muy buena. —Yoongi cazó la pelota. La botó unas cuantas veces mientras observaba el firmamento nocturno. Había muchas más estrellas aquí en el campo—. Es que nunca había conocido a una chica como Jennie. Y he conocido a muchas chicas. Es... interesante... y guapa... y me mete caña. No sé por qué, pero eso me gusta. —Le pasó la pelota a Jungkook—. No digo que esté enamorado ni ninguna chorrada por el estilo. Enamorarse es lo peor que le puede pasar a un chico. Te vuelve idiota.

Jungkook puso los ojos en blanco y le tiró la pelota con fuerza a Yoongi , que la atrapó y la hizo girar sobre un dedo. Jungkook aplaudió, con expresión de admiración.

—¿Esto te parece genial? Pues ahora verás.

La pelota siguió girando mientras Yoongi se la pasaba de una mano a otra, luego por debajo de una pierna y a continuación por la espalda.

Jungkook aplaudió de nuevo.

—Más Harlem Globetrotter que All-Star de la NBA. —Jennie acababa de llegar y ahora los miraba desde el lateral de la cancha, con los brazos cruzados—. ¿Por qué será que no me sorprende?

Yoongi lanzó la pelota hacia arriba, la saludó con una rápida reverencia y volvió a atraparla.

—¿Qué tal tu primer día? —se interesó ella.

—Más emocionante de lo que esperaba —reconoció Yoongi.

—¿Y qué tal tu vuelta, Jungkook? —le preguntó al chico.

Jungkook le enseñó los pulgares, atrapó la pelota que le pasaba Yoongi y encestó.

—Jungkook, me revienta ponerte en un compromiso, pero le he prometido a Roseanne que te preguntaría —empezó Jennie—. Esta tarde has sido el caddie de Seokjin, ¿verdad?

Jungkook esbozó una sonrisilla sardónica y asintió, pensando quizás que su papel, más que de caddie, había sido de terapeuta.

—¿Te ha mencionado a Roseanne?

Jungkook se llevó una mano al corazón y la otra a la frente, a la vez que adoptaba una expresión a medio camino entre el éxtasis y el desmayo.

—Ya me parecía —respondió Jennie—. Sigue demasiado asustado como para invitarla a salir. Bueno. Igual que el verano pasado, supongo. Se van a pasar las vacaciones lanzándose miraditas a través de la mesa.

Jungkook sacó la lengua.

—Es verdad —asintió Jennie—. Pero no podemos hacer nada para remediarlo.

—¿De qué va todo esto? —quiso saber Yoongi.

—Seokjin y Roseanne llevan años suspirando el uno por el otro, pero ninguno se atreve a dar el primer paso.

Yoongi hizo botar la pelota entre las piernas.

—Pues yo diría que necesitan un empujón.

—¿De quién? —se extrañó Jennie, genuinamente perpleja.

—Nuestro, claro.

Jennie y Jungkook intercambiaron una mirada insegura. A continuación, la chica opinó:

—Esa me parece una actitud entrometida además de presuntuosa.

—Yo prefiero definirla como «solícita» y «proactiva» —replicó Yoongi.

—Tú marea las palabras tanto como mareas esa pelota —arguyó Jennie—. En el fondo viene a ser lo mismo.

—Cualquiera diría que te da miedo meter un poco de salsa.

El chico tiró a canasta y la pelota atravesó el aro limpiamente.

—Cualquiera diría que todo esto te divierte —le soltó Jennie.

—Solo si me favorece —respondió Yoongi—. Tú piénsalo. Roseanne y Seokjin por una parte, Namjoon y Hoseok por la otra. Los cuatro suspirando mutuamente de amor y nadie hace nada al respecto.

—¿Cómo sabes lo de Namjoon y Hoseok? —se extrañó ella.

—Porque tengo ojos en la cara. No me lo digas; eso también hace años que dura.

Jennie y Jungkook intercambiaron una mirada culpable.

—Imagina lo felices que serían los cuatro si se emparejaran —prosiguió Yoongi—. Y piensa lo mucho que nos facilitaría la vida el que dejaran de lloriquear todo el tiempo.

Jungkook posó una mano en el hombro de Jennie y le lanzó una mirada suplicante.

—¿Tú también quieres hacerlo? —preguntó ella.

Él asintió con vehemencia, sin sonreír.

—Si lo ves tan claro... —Jennie se cruzó de brazos y miró a Yoongi con recelo—. ¿Y qué se te ha ocurrido?

Yoongi sonrió.

—Algo que nos va a liberar a los tres.

Right there | blacktanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora