Capítulo 5.

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—El truco está en el juego de muñeca —decía Namjoon al mismo tiempo que le mostraba a su aprendiz la manera correcta de extraer insectos muertos y moribundos de la superficie de la piscina. Sosteniendo holgadamente la pértiga de metal con ambas manos, hundió la red en el agua azul y clorada—. La sumerges de lado para no crear corrientes y luego los recoges desde abajo.

—Ya lo pillo. —Yoongi intentó acomodarse los pantalones del uniforme a una posición que le proporcionase más holgura.

—No quiero agobiarte. A lo mejor deberíamos dejar la lección del uso del aspirador para mañana.

—Ooh, ¿en serio? Con las ganas que tenía de aprender a aspirar el fondo de la piscina —bromeó Yoongi.

Namjoon asintió.

—Sí, tienes razón. Mejor ahora.

El rostro de Yoongi dibujó una mueca de dolor. Un día de estos aprendería a cerrar el pico. Ahora necesitaba una maniobra de distracción.

—Eh, ese musculitos requemado no te quita los ojos de encima.

Namjoon se sonrojó de la frente al cuello.

—No digas tonterías. Es el hijo de la señora Jung, una de nuestras invitadas más apreciadas.

—¿Y?

—Pues que, aunque no me quitara los ojos de encima, cosa que seguramente no sea verdad...

—Venga, vuélvete. Todavía te está mirando. Y con descaro, diría.

—No voy a mirar, y de todas formas da igual, porque tenemos terminantemente prohibido... enredarnos con los huéspedes.

—Ah. —Yoongi observaba cómo su jefe toqueteaba la pértiga—. Y es una regla muy estricta, ¿no?

Namjoon estaba tan colorado que su cara se había vuelto casi lila.

—Solo lo digo para saber si hay posibilidades de romperla o no —prosiguió Yoongi.

—Yo... Uy, qué tarde es. —Namjoon miró su reloj haciendo muchos aspavientos—. La doctora Kim y su hijo ya deben de haber llegado. Será mejor que vaya a mirar si tienen todo lo que necesitan. —Le plantó a Yoongi la pértiga de metal en las manos—. Tú..., esto..., sigue limpiando la piscina.

Y se apresuró hacia el hotel.
Yoongi sonrió. El arte del aspirado, postergado un día más. Su bocaza también lo sacaba de apuros de vez en cuando, lo que explicaba por qué nunca aprendía.

—Casi se me olvida —le susurró Namjoon, que acababa de reaparecer—. Si ves a la doctora Kim, haz lo que haga falta para mantenerla lejos de la señora Jung. Le prometí al señor Park que este año no haría falta llamar a una ambulancia ni a la policía.

—Entendido —asintió Yoongi, aunque no entendía nada. Supuso que llegado el caso, el asunto sería más que evidente.

Cuando Namjoon se marchó, Yoongi observó la zona de la piscina. No había mucho que ver. La propia piscina estaba diseñada en forma de L, con una parte más larga para los que deseaban practicar la natación. También contaba con un jacuzzi, además de un cobertizo en el que se guardaban los utensilios de limpieza. El recinto estaba rodeado de tumbonas. Había varias personas haciendo largos y muchas más tendidas en las hamacas, entre estas la apreciada señora Jung y su hijo.

Así pues, este era el verano que tenía por delante. Sin duda preferible a cargar cajas, pero Yoongi se preguntó cómo podía mejorarlo. El primer paso y más evidente sería conseguir que su jefe se tranquilizase. Y el modo más eficaz de conseguirlo implicaba que echara un polvo.

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