Un pañuelo llamado Navier.

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El gran duque Kaufman estaba cansado; la boda de Navier, viendo a la hermosa mujer caminar de la mano del rey Heinrey.

Aunque asistir a la boda fue su decisión no podía soportarlo, ella fue en algún tiempo la mujer que amó con locura.

Cuando la ceremonia termino sintió que necesitaba algo de aire fresco.

Camino a paso lento en el jardin del, ahora imperio, occidental. Era de noche, las luces y el brillo de la luna eran lo único que iluminaba su rostro.

El gran duque suspiró. — Ella ahora es feliz.. — se dijo en voz alta a si mismo. Un sollozo suave logró llamar su atención, con la mirada busco a la persona que lloraba.

La oscuridad no ayudaba para nada en la busqueda de su melancólica compañera; empezó a rodear el jardín, ni siquiera sabia el porque de sus acciones ¿Él iba a consolar a quien sea que este llorando? ¿Realmente él iba a hacerlo? Su respuesta mental fue un rotundo: No. El gran duque reconocía que sus expresiones faciales eran terribles, aun por más triste o feliz que este.

El gran duque siempre parecía estar enojado.

La voz llorosa se detuvo y siguiente a eso el emperador Sovieshu salió de la dirección por la que provenía el llanto, ambos hombres cruzaron miradas por un instante. Kaufman se dió cuenta de algo, los ojos del emperador estaban húmedos y algo rojos.

El emperador ignoro su encuentro con aquel duque, parecía apurado. Kaufman lo detuvo. — ¿Estaba llorando?

¡Esa era una maldita y poco empatica pregunta, y incluso, por más mal que se llevara con el emperador Sovieshu preguntarlo tan directo era para personas sin empatia!

Por favor emperador, ignore la pregunta del duque, fue lo único que pensó Kaufman.

Sovieshu al contrario paró sus pasos y volteó a ver al duque. — ¿Usted también se arrepiente? — las palabras provocaron un cosquilleo en el cuerpo del gran duque.

¿Arrepentirse? ¿Arrepentirse de qué?

El emperador volteó de nuevo hacia adelante. — Olvide mi pregunta. — Al decir eso se marchó adentrándose al palacio.

Kaufman respiro con fuerza, aspirando el aire del ambiente. Esa situación habia sido tan incomoda, el duque solo quería aire y termino con una pregunta hecha por el emperador del oriente.

Una pregunta que ni siquiera el emperador se digno a responderle, fue algo como "Oh, ¿Tambien te arrepientes? No. Sé que no entiendes y no quiero explicarte, adiós cariño. Besos. "

De pronto, el emperador volvió a salir del palacio. Tenia una peor cara que antes. Parecía furioso, arrugaba su cara haciendo muecas que podrían tomarse como una advertencia para no acercarse demasiado. La pequeña y molesta voz interna del duque Kaufman solo decía una cosa "acercate...".

A pasitos rápidos y pequeños se acercó hacia el emperador que intentaba, tal vez, romperse la cabeza con una banca. Le pareció sorprendente al duque que los golpes que se daba en la frente no sonaran huecos.

Se deslizo para sentarse al lado del emperador suicida. — Emperador Sovieshu, me preocupa lo que intente hacer golpeando su cabeza contra la madera. — comunicó el duque. Sovieshu volteó rápido la cabeza, igual que un búho, su cara en esos momentos se describía en ira y odio hacia todos los seres exitentes en el planeta.

Un reemplazo mis cojones. [La emperatriz divorciada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora