XI

17 1 0
                                    

Estiró su brazo, puso su ante brazo derecho en su frente entrecerrando sus ojos. Al enfocar su mirada en cierta dirección, su alma se llenó de gozo al mirar unas hermosas esmeraldas reposando en la arena. Y tuvo el valor de acariciar la estatua de oro con un murmullo —Zuzu, jamás dejaré de amarte a pesar de tus decisiones; pero, por alguna extraña razón tengo miedo de esta decisión... — hizo una pausa — ¿Sería egoísta pedirte qué te quedes a mi lado ? Me dolería verte herido sabiendo que no pude hacer nada, como la última vez....

—Buenos días Shochan— habló Izuku acariciando su mejilla con gentileza.

De varios años de conocerlo, hasta ahora logró notar que sus manos eran como la arena. Cuando el mar la abrazaba creando burbujitas bailando alegremente en el aire, pero al mismo tiempo, era como la tierra del bosque saludando en las diversas estaciones del año; provocando una sensación gentil y amable mezclada con un toque cálido. Aunque para él era como tocar la flor que amaba su madre.

—Izuku, ¿estás seguro qué quieres ir?— preguntó Shoto sintiendo sus manos tibias a medida que apretaba la taza de café.

—Lo estoy Shoto. Después de todo, le prometí a Enji- san y a Hawks-san que los ayudaría— respondió decidido, sin dejar de acariciar su mano, provocando cierta calidez a su alma. Pero a pesar de su sonrisa amable y gentil, no logró tranquilizarlo.

—No te mentiré Izu, quiero qué te quedes con nosotros... — declaró sin que las olas de mar cesasen.

—Sho, sabes que las niñas estarán bien bajo tu cuidado — Limpió la hierba seca y abrazó a quien estaba vivo.

—¿Estás consciente del resultado? — Se aferró a la estatua para no dejarla ir.

—No negaré qué tengo miedo, de solo pensar que no volveré me causa cierto temor; pero, después los recuerdo a ustedes... y eso hace que me tranquilice un poco — afirmó apretando sus puños con fuerza.

—Cuando evitas mirarme sé que estás mintiendo Izuku, pero no te detendré— declaró acercándose a él frente a frente; después acarició con ternura su mejilla húmeda.

—¡Izuku, Shoto. Es hora de irnos !— interrumpió una voz.

—Es Mirio— dijo Izuku sonriendo. En cambio, Shoto sentía como el nudo se iba apretando poco a poco. Donde las penurias, acompañadas de remordimiento, bailaban un desenfrenado dazón que ocasioba un insoportable ardor mezclado con un traguito de mescal amargo. Pero la realidad era como el océano cristalino; porque él quería expresarle sus sinceros sentimientos sin parecerle un ruego o una insistencia, deseando no repetir el pasado.

No importaba cuantos años pasaban, Izuku siempre había pensado que sus te amos no eran suficientes para él. Incluso pensaba que aún lo odiaba por haber traído a una niña sin su consentimiento.

O también quería saber por qué nunca dejó de amarlo, esa la era su principal duda a externar hasta que sintió unos suaves apretones en su pantalón; y Shoto sintió también esos apretones, así ambos enfocaron sus miradas en unas exóticas piedras postradas en el suelo, quienes no paraban de soltar risitas. Recogieron a las piedritas y finalmente Izuku habló— Kaji, ¿cuántas veces debo decirte qué no puedes salirte de tu cuna? Me sorprende que esta vez no lloraras.

— Kohane y Yuki están felices de vernos— dijo Shoto abrazándolas mientras besaba su naricitas, provocando que ellas se rieran aún con el sonido de la madera tocando de forma continua. Izuku dijo apenado —Olvidamos a Mirio -sempai...

—Ve Zuzu, yo te alcanzaré.

—Sho... —musitó con su brazo estirado al aire.

—¿Sucede algo Izu? —preguntó confundido.

Let It OutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora