Parte VII

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 Día 3.

Madre, madre, no te atrevas a soltar mi mano, que en esta ciudad todo es sangre y lágrimas toxicas. Si hoy he de morir, madre, no te atrevas a soltar mi mano.

***

¿Nunca imaginaste como seria caer en un precipicio infinito? Caer por horas y horas, con el aire asfixiante, los huesos doloridos y con la mente vacía. Y sabes, también, que es un sueño, porque incluso el dolor es tan real y cegador, todo parece ser borroso, sin un foco concreto. Y quieres gritar con fuerzas, quieres preguntar quién te ha abandonado, que has hecho mal.

— ¿Louis? —Abro los ojos de pronto, tosiendo una y otra vez. Zayn me está sosteniendo y palmeando mi espalda, diciendo palabras que me resultan difíciles de entender—. Dios mío, amigo, ¿estás bien?

Intento tranquilizarme, sintiendo el sudor por todo mi cuerpo y mi garganta ardiente. Parpadeo varias veces, intentando enfocar mi visión, veo todo otra vez, de colores vivos. Mi habitación siendo llenada por luz solar, hay una playera de una banda en el suelo, junto a unos discos olvidados. Miro a Zayn, con sus ojos grandes y preocupados.

— ¿Qué día es? —le pregunto, aferrándome a los costados de mi cama, mi voz sale tan normal que incluso a mí sorprende. Zayn abre la boca, confundido.

— ¿Viernes? Viernes 1 de febrero.

Me vienen muchas cosas en la mente; por lo ejemplo, las ganas de gritar siguen allí, acumuladas en mi pecho, burbujeantes y ardientes. También quiero llorar, porque nunca lo había hecho antes, como en mi vida, es decir, no soy un chico que llora, y no se trata sobre estereotipos o algo así, no me gusta llorar, me hace sentir perdido y pequeño, y ahora simplemente parece la única forma para no enloquecer por completo, la única forma de desahogo.

Los recuerdos siguen frescos en mi mente, porque sé que son recuerdos y no una pesadilla. No un deja vú, recuerdos. Sucesos reales; yo en el carro de mi madre, la lluvia, las luces del tráfico, y vidrios rotos.

— ¿Te sientes bien, hermano? —Zayn coloca su mano en mi frente, haciendo que lo mire—. ¿Todo bien?

—No —respondo, sincero, sin salida. Zayn va a creerme, pienso. Zayn es mi mejor amigo, él va a entender, se lo voy a explicar y entenderá. Pero entonces ¿Cómo se lo explicare? ¿Por dónde empezar? ¿Y si termino sonando como un loco? —. De hecho, olvídalo —trago saliva, quitándome mi camiseta cubierta de sudor—. Tuve una pesadilla nada más. Pero estoy bien ahora.

—Oh, no deberías comer mucho antes de dormir —me dice, más tranquilo. Sonrío sin ganas, si él tan solo supiera.

Me levanto de la cama, dirigiéndome directo al baño para desvestirme y entrar en la ducha, con el agua fría limpiando y calmando mis huesos. Estoy allí más de lo que debería, mirando las baldosas blancas. ¿Y si ya he muerto? Me pregunto ¿Y si esto es solo como un “después del final”? ¿Una vida rebotando una y otra vez hasta que explota por completo? ¿Es así cuando llegas al final? ¿Una vida repetitiva? ¿No hay ángeles, no hay infierno, no hay alguien apuntándote con el dedo y diciéndote todos los pecados que has cometido?

No lo sé, al parecer, ni siquiera después de la muerte lo sabes. De alguna manera siempre terminas, literalmente, sin respuestas.

***

Quiero que sepas que eres genial, que cuando te veo mis manos tiemblan y mi corazón tiene escalofríos. No soy bueno con metáforas ni poemas, y sigo esperando el día en que realmente notes lo especial que eres. Nunca dejes de sonreír ¿Por favor?

Down to the sea bed. / larry stylinson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora