sombra 21

412 7 0
                                    

Sombra veintiuno

Pasamos un rato en silencio junto a Mia. De algún modo, su presencia logra calmarme. También me ayuda que nadie viene a interrumpirnos. Es probable que los demás confíen en Mia.

Quisiera poder abrazarla sin tocarla. Pero no puedo hacerlo. Eso me angustia. De a poco, la idea se va diluyendo en la calma. Lleva tiempo.

Pasa un rato largo. Luego, Mia se levanta y me pregunta si deseo probarme la camisa nueva. La realidad es que no quiero hacerlo, pero decido darle el gusto. Creo que se lo merece. Quiero ser amable con ella.

Comprendo que la idea de ir al baile con esa chica me aterra. Nada bueno puede pasar. Si tengo suerte, lograré que no termine odiándome.

Viene Grace y pregunta cómo estamos. Ambos respondemos que todo está mucho mejor. Grace dice que se alegra y sonríe.

Me pruebo la camisa púrpura y Mia dice que me queda perfecta.

—La he visto y me la he imaginado en ti, no podía fallar— me dice alegre y distendida.

De verdad que no me importa cómo me quede esta maldita camisa. Solo tendré que disimular un rato más. Espero que luego de esto nadie más hable sobre mañana.

Mia me dice que le muestre al resto lo guapo que estoy. Le explico que prefiero no hacerlo, que todavía me siento un poco mal con lo sucedido.

Mia se retira de la habitación y me repite que me quiere mucho. Se lo agradezco y trato de hacer mi mejor sonrisa.

Me quedo solo en mi habitación. Pienso en la pelea con Elliot y en lo que me ha dicho. ¿Debería contarle a Grace y a Carrick lo que sucede con los chicos de mi colegio? Creo que no podrían entenderlo.

Grace siempre es muy amable y parece que intenta comprenderme en todo lo que me sucede. Pero esta vez es distinto. Sé que se preocuparía demasiado, que se pondría más triste. Y no deseo que ella esté peor por mi culpa. Simplemente, debo intentar dejar de preocuparla.

Carrick también se preocupará. Puede que quiera volver a cambiarme de colegio o llevarme a nuevos médicos. Él siempre quiere “solucionar la situación”. Como algo que está roto o es defectuoso y debe arreglarlo.

Últimamente Carrick intenta hacerse el amigo. Prueba con sacarme información sobre las chicas y eso. A él le gustaría que yo fuera como Elliot. Tal vez, intuye que hay algo que no va bien, pero prefiere fingir que no se da cuenta. Que todo funciona de maravillas.

Hace unas horas, cuando estaba en el piano, no hacía más que remarcar que una chica me había invitado. Qué suerte que tienes, las mujeres se te regalan, parecía que quería decir.

Carrick no soportaría comprender que en realidad yo odio la idea de ir a ese baile y que maldigo el momento en que acepté hacerlo.

No sé por qué Elliot me dijo todas esas cosas. Empiezo a creer que prefiero que me ignore.

¿Sería él capaz de delatarme? Podría pegarle mucho más fuerte de lo que lo hice hoy si se atreve a hacerlo.

Pienso en todas estas cosas, cuando Grace toca la puerta. Preferiría decirle que se vaya. Sé que lo que viene no es nada de lo que espero escuchar.

Le digo que pase. Me vuelve a preguntar cómo me encuentro. Le digo que sigo bien.

Luego, me pregunta por la camisa.

—Está bien—le respondo sin ganas.

Me sonríe. Me dice que los hombres siempre le prestamos poca atención a la ropa. No sé si quiere desviar la conversación o si realmente no se da cuenta de que estoy mal por otra cosa.

Me cuenta de una vez que le compró unas camisas a Carrick cuando hacía poco que se había casado. Me dice que ella estaba entusiasmada porque le parecían perfectas. Y que luego, Carrick las miró y dijo: “ah, están bien”.

Me dice que desde aquel día aprendió. La miro y sonrío. Me quiere distraer de todos mis pensamientos y lo ha conseguido. Grace es dulce. Jamás le haría daño. Sería capaz de guardar cualquier secreto solo para cuidarla.

—¿Cómo te preparas para mañana?— pregunta con dulzura.

Le digo que prefiero dejar de hablar de mañana, que necesito descansar.

—De acuerdo, tienes razón. Te estamos poniendo nervioso con nuestra alegría. Perdona.

Le respondo que no se preocupe.

Me mira un momento en silencio. Parece que quiere decirme algo más pero no se atreve a hacerlo.

Luego, se decide.

—Christian…con respecto a lo que ha sucedido con Elliot…

—Lo siento.

Creo que es mejor pedir rápidamente perdón a dejar espacio para que me someta a un interrogatorio. Pero veo que mis palabras no funcionan.

—No te hagas problema. Es que quisiera saber que ha sucedido. Antes ustedes nunca…

No termina las frases. Es evidente que quiere encontrar las palabras adecuadas para que yo no me enfade.

—No ha pasado nada demasiado especial. Yo quería tocar el piano tranquilamente y Elliot quería hablar y comenzó a molestarme.

—¿Y sobre qué quería hablar Elliot?

—De nada en especial…

Me mira. Ella sabe que tal vez no le esté diciendo toda la verdad. Piensa. Mira hacia abajo. Luego, vuelve a hablar.

—Mira, querido Christian. Me ha preocupado mucho que se hayan pegado entre ustedes. Quisiera que ambos me prometieran que no lo van a volver a hacer. No puedo permitirles ese comportamiento.

—Intentaré no hacerlo si Elliot promete no molestarme más.

—Christian, Elliot dice que has sido tú quien inició la pelea.

Antes de continuar hablando me pregunto qué otras cosas habrá contado Elliot. Me preocupa. ¿Qué sabe Grace? ¿Sería capaz de estar ocultándome información en este momento?

Vuelvo a sentir que estoy perdiendo el control sobre mi propio comportamiento. La cabeza comienza a zumbar y siento toda la sangre en la cara.

Grace se da cuenta y me mira asustada.

—Tranquilo, Christian, yo solo deseo que Elliot y tú se quieran y se respeten. ¿Quieres a Elliot, verdad?

De repente me doy cuenta de que la pregunta me desconcierta. ¿Lo quiero? Por momentos me parece que estoy más cerca de odiarlo. Pero hace un instante me he prometido a mí mismo que mentiría con tal asegurarme que Grace no sufra por mi culpa.

—Sí, lo quiero. Solo que a veces me molesta y eso hace que me enfade.

Al ver su mirada, creo que me ha creído.

—Ambos tienen una edad difícil. Lo importante es que puedan resolver sus problemas sin puños, ¿no crees?

Asiento con la cabeza.

—Incluso, piensa en ti mismo. Piensa en lo triste que te ha puesto toda la situación con Elliot, ¿no es mejor evitarlo?

—Él también podría evitarlo—digo con cierto resentimiento.

—Por supuesto, cariño, también hemos hablado con él. Y ha prometido que nunca más se peleará contigo. Está muy preocupado por todo lo que ha pasado. Te lo aseguro.

Veo que no he sido yo solo quien ha mentido. ¿Si estuviera preocupado por qué no habría intentado ayudarme? Espero que esto termine ya.

—En un rato, cenaremos. Quisiera que los dos se amigaran antes de la cena. ¿Crees que podrás, cariño?

La sola idea de pensar en que tengo que volver a Elliot en el día de hoy me espanta. Pero estará bien dejar las preocupaciones de lado, aunque sea alguna de ellas.

Le digo que sí, que haré lo posible para que todo esté en paz. Pero que no quiero hablar con Elliot, que simplemente por hoy hagamos de cuenta que todo ha terminado.

—Gracias, querido Christian. Estoy orgullosa de ti—dice finalmente con ternura.

El Origen De Cincuenta SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora