Sombra 20

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No me entusiasma demasiado la idea de ir a buscar ropa con Grace y Mia. Grace logra darse cuenta, pero Mia sigue muy emocionada. Grace se acerca y me mira y sabe que no quiero hacerlo.

Me pregunta si las acompañaré a buscar la camisa.

“Tengo un poco de tarea que hacer”, le respondo. Ella sabe que estoy mintiendo, pero lo deja pasar.

“Christian, ¿por qué no vienes así te pruebas la camisa y nos aseguramos que quedes muy guapo con ella antes de compararla?, pregunta Mia que no comprende que no me interesa para nada su propuesta.

Grace la coge del brazo y la lleva hacia la puerta.

“No te preocupes, Mia. Estoy seguro de que la que elijas va a ser perfecta. Púrpura suena un buen color” le digo, pero parece enfadada porque no las acompañe.

Grace va al coche y ella la sigue mirándome de costado.

Me quedo solo y pienso que hubiera sido mejor haber dicho que no, pero ya es demasiado tarde. Miro el reloj y pienso que mañana a esta hora tendré que estar preparado para el baile.

Me siento al piano y toco para aliviar mi ansiedad. Tocar el piano libera y descansa mi mente. La música me calma. Cierro los ojos y toco un rato largo. Trato de respirar profundamente mientras lo hago.

A pesar de que normalmente esto suele relajarme, esta vez no consigue hacerlo del todo. He estado tocando más de media hora cuando oigo a alguien detrás de mí. Es Carrick que me observa en silencio. Por un instante decido ignorarlo, pero siento su presencia y no puedo continuar.

Así que me doy vuelta y lo miro.

“Me sorprende que hayas accedido a ir al baile con esa chica”, dice

Lo miro en silencio, me encojo de hombros y vuelvo hacia el piano. No quiero hablar al respecto y espero que se dé cuenta.

“Vas a pasarlo muy bien y estoy seguro de que ella está muy feliz de que le hayas dicho que sí.”

Insiste en hablarme. Quisiera que se fuera y me dejara tranquilo con mi piano.

“Ella estaba feliz,” le digo sin agregar nada más. Es todo lo que puedo decir, porque realmente yo no veo la forma de que vaya a pasarlo bien.

Luego, comienzo a tocar el piano de vuelta. Me concentro en los dedos que avanzan sobre las teclas. Carrick suspira. Se sienta en silencio y me escucha tocar. Sé que quiere que diga algo más. Pero rápidamente comprende que eso no sucederá así que se levanta y sale de la habitación.

Entonces entra Elliot y también se sienta. Yo no dejo de tocar. Quisiera que me dejaran tranquilo. Pero por lo visto no lo harán. Lamento que Elliot haya visto todo.

“¿Vas a darle un beso?” me pregunta sin importarle que yo esté concentrado en el piano. Hacía mucho tiempo que no me hablaba. Yo estaba seguro de que me odiaba.

“No”, le respondo en tono seco.

Él me empuja con el codo y logra que deje de tocar el piano. No saco mi mirada de las teclas.

“Deberías decirles, ¿sabes? Me refiero a lo que realmente está pasando en la escuela.”

De repente mis manos pierden agilidad y se me cierran. No puedo abrir los puños. Sin embargo, no dejo de mirar las teclas. No quiero mirarlo a la cara. Me limito a decirle:

“No, déjame en paz.”

“No hay nada malo en no tener amigos. Tal vez puedan ayudarte a hacer algo. Deberías intentarlo. “

El Origen De Cincuenta SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora