Sombra 13

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Los días pasan y mi vida cada vez se hace más rutinaria. Más normal. Eso me gusta. La gente a veces ignora el placer de poder disfrutar de la tranquilidad. Del aburrimiento.

Me encanta vivir con Grace, Carrick y Elliot.

Ellos me enseñan muchísimas cosas.

Me encanta aprender cosas nuevas.

He aprendido a tocar el piano. Ahora sé tocarlo yo solo.

Cuando lo toco Grace se sienta en el sofá a escucharme. Cierra los ojos y mueve la cabeza, lentamente, de un lado al otro, al ritmo de la música.

He aprendido a escribir mucho mejor de lo que lo hacía antes. Ya soy capaz de escribir muchas palabras. Palabras nuevas que antes ni siquiera sabía que existían.

Ahora me resulta más fácil decir lo que pienso. No importa que no sepa hablar. Puedo escribirlo. Ahora puedo escribir lo que quiero decir. Solo necesito un lápiz y un papel.

Si lo hago mal Grace me corrige. No se enfada. Solo quiere que lo haga mejor. Quiere ayudarme.

Elliot y yo vemos la televisión juntos.

Me ha enseñado dos juegos nuevos. Son deportes de equipo. Se parecen al fútbol.

Uno se llama béisbol y el otro rugby.

Creo que ahora soy más alto de lo que era antes. Más grande.

Ya soy capaz de subirme al columpio. Solo necesito dar un salto.

Ahora puedo balancearme yo solo. Sin ayuda de nadie.

Solo necesito mover las piernas. No necesito que nadie me empuje.

No sé muy bien cuánto tiempo hace que vivo en la casa de Grace y Carrick.

Desde el día que llegue a vivir a su casa Grace va apuntando en un calendario cada día que pasa. Los tacha con una cruz de color negro. Cuando todos los días están tachados Grace arranca la hoja. Creo que Grace ha arrancado unas 5 o 6 hojas del calendario desde que estoy aquí.

Los quiero muchísimo y ellos a mí.

No obstante, pese a que siento que me quieren estoy convencido de que en el fondo Grace y Carrick quieren más a Elliot que a mí. Es normal. Al fin y al cabo él es su hijo y yo no.

Grace ha intentado conseguir que hable, pero sigo sin ser capaz de hacerlo. Sigo siendo incapaz de articular palabras con la boca.

Todas las noches, cuando nos sentamos a la mesa para cenar, Grace, Carrick y Elliot hablan entre ellos. Hablan sobre cosas que yo no entiendo. Hablan como si yo no estuviera allí.

Hablan y discuten. Creo que muchas veces se olvidan de mí. Se olvidan de que sigo allí. En ocasiones ni siquiera me miran. No me miran ni una sola vez durante todo el tiempo que estamos juntos sentados a la mesa.

Cuando estamos sentados a la mesa nunca hablamos con la libreta. No quiero que se ensucie con la comida. La dejo en mi habitación y luego, cuando he terminado de comer, vuelvo a por ella.

He crecido. Soy más grande. Soy más alto pero sigo siendo igual de torpe.

Por alguna razón me cuesta sostener las cosas con la derecha. Grace dice que me curaré.

La mano derecha a veces me tiembla. El brazo derecho me duele cuando intento levantar alguna cosa que pesa. Eso hace que a menudo, cuando intento beber algo, derrame la leche o el zumo por la mesa.

Grace no los sabe pero cuando vivía en la otra cosa el hombre malo a veces cuando me zarandeaba me estiraba de alguno de los dos brazos. Una vez lo hizo tan fuerte que el brazo se me desencajó y mami tuvo que llevarme al hospital. Recuerdo que perdí el conocimiento. A partir de ahí no recuerdo mucho más. Fue el mismo brazo.

El Origen De Cincuenta SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora