CAPÍTULO 1

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Hera

Londres / Inglaterra

Definitivamente salir a comprar un helado de almendra con nuez a las nueve de la noche jamás es buena idea. Mientras la gente corre bajo la lluvia yo cruzó con calma la avenida observando a la multitud.

Tres días en South Kensington y aún no me han secuestrado, necesitó trabajar.

Al llegar a mi departamento dejo mis cosas sobre la barra de la cocina. Pará ir a la ducha, una de las cosas que me encantan de vivir sola, es eso mismo. La soledad. La amó. El silencio del departamento cada que entro es embriagador, simplemente perfecto.

Pero lo que es, aún mejor es observar a la ciudad de Londres ser azotada por la lluvia, sentada en la oscuridad de la sala. Diecinueve años con ella y nunca me he cansado. Porque cuándo estás destinado para algo jamás te lamentarás el vivir de tal manera.

El llorar amargamente por vivir dentro de la oscuridad que me consumía cada día quedo en el pasado. Porque ahora puedo afirmar con seguridad que ya estoy dentro de ella. Yo le pertenezco tanto como ella a mí.

El aceptar y controlar a tus demonios te deja más adentro de lo que crees. Pero si eres idiota te hunde.

Una sonrisa de satisfacción se dibuja en mi rostro al sentir el helado sobre mi lengua, aunque dura poco ya que sé borra al escuchar el timbre. Mientras como, caminó hacia ella, pero al abrirla mis labios dibujan una sonrisa arrogante por los dos hombres de traje que tengo en frente.

—Qué bueno que llegaron, me aburría -les aviso mientras lamo mi cuchara-

— La última vez que vinieron por ti, dijiste que jamás volverías y ahora estas en Londres desdé hace tres días para ser secuestrada. – la decepción con la que habla Asher me da risa-

— Necesito dinero -respondo mientras sigo disfrutando de mi helado-

Me encanta hacer enojar a los perros falderos de Michael. Alex y Asher, dos gemelos de 25 años, altos, con cabellera rubia, cuerpos bien formados y ojos grises.

— Bien, creo que ya está tardando -Habla Alex observando el Cartier negro que le brilla en la muñeca izquierda-

— ¿Esperamos a alguien? – pregunto recargándome en el marco de la puerta- Bueno si es así, no me quejaría ustedes dos -los señalo con mi cuchara- ya me aburrieron.

— ¿Por qué siempre podemos contigo? -intenta alardear Alex-.

— Por eso mismo, por creer que pueden.

La gente que trabaja para la agencia piensa que soy idiota. Cuando los únicos imbéciles son ellos.

— Entonces ya sabes cómo funciona el traslado.

¡Mierda! Me es imposible contener la risa que resuena por el pasillo.

<<idiota>> Tu cállate.

— Debí imaginarlo -susurro-

— Dulces sueños -se ríe el idiota de Alex-

— Te daré una paliza cuando despierte -lo amenazo, teniendo como consecuencia la palidez de su rostro-

Mi vista baja hacia el helado, antes de caer desmayada al suelo.

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Al abrir los ojos me doy cuenta qué estoy esposada, sentada en una silla. Mientras que la cabeza me pesa como si tuviera una roca ahí dentro en lugar de cerebro.

La poca luz en la habitación me ayuda a reaccionar más rápido y darme cuenta de dónde estoy. La famosa sala de interrogaciones de la AISOC. Genial.

Observó a mis muñecas sangrar esposadas sobre mi rezago, pero algo más importante llama mi atención. ¿Quién mierda me cambio?

Hera +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora