CAPÍTULO 10

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Inicio el juego

Hera

En las operaciones anfibias y terrestres en las que participe siempre dormí en el agua, en buques, submarinos, en zonas boscosas teniendo piedras como almohadas e incluso en los árboles cuando nuestra tarea era la vigilancia del objetivo.

Pero el hecho de dormir 3 horas diarias durante el último mes, me paso factura en el momento en que me acosté en el sofá.

Juro que jamás había disfrutado y agradecido tanto un sueño como el que tuve. Pero toda la magia desaparece en el momento, que una luz me alumbra el rostro. Me cubro con una mano hasta que me acostumbro a la intensidad de la luz, y así como la reconozco me pongo de pie inmediatamente obteniendo un mareo por mi acción.

—Te iba a despertar para el desayuno, pero cuando intente hacerlo me dijiste cinco minutos más.

Volteo enseguida hacia la voz que reconozco.

Esta recargado a lado de su despacho con los brazos cruzados, provocando que el traje de tres piezas se ajuste a sus músculos.

—Pero creo que te referías a 5 horas más.

Mi vista inmediatamente se dirige al reloj antiguo que reposa en el mueble de al lado mostrando la 1:13.

—Culpe a su sofá, es demasiado cómodo.

Un intento de sonrisa aparece en sus labios antes de acercarse a mí.

—Puedes tomar una ducha en la primera habitación de la izquierda.

—Me tengo que ir, Yuri me correrá si no me aparezco esta noche además soy la bailarina principal y -me corta enseguida-

—Báñate, come y te espero en mi despacho en una hora. -Sentencia sin dejarme responder-

Se da la vuelta y vuelve a su despacho.

Acato sus órdenes y subo al primer piso que se muestra más relajado que la planta baja, con sus paredes blancas y unos cuantos cuadros que desfilan en las paredes del pasillo.

Aunque quiero ir más allá de la primera habitación mi cerebro me dice: "no". Por la única cámara de seguridad al final del pasillo.

Una hora después tal como lo calculo, estoy tocando la puerta de su oficina.

—Adelante

Ingreso al interior encontrándolo, revisando unos documentos, que guarda en una carpeta negra cuando me siento frente a él.

—¿De qué quiere hablar?

—Primero perdamos las formalidades

Asiento.

—A partir de hoy trabajas para mí, solo mis allegados saben lo que paso en el burdel hace un mes. Tienes prohibido hablar de ello.

—Entiendo, no diré nada.

—Nosotros estamos a 10 kilómetros al oeste de Moscú, por lo tanto, debes ubicarte al este.

—¿Cuál será mi trabajo?

—Ser mi mujer.

Sus palabras me dejan tiesa por un momento, pero rápidamente me recompongo frunciendo mi ceño.

—¿Qué?

—En la mafia hay reglas y antes de ocupar el puesto debes ser un hombre de familia, eso le da seguridad a la gente y a tu legado, pero eso no sucedió conmigo.

Me tiende un trago y sin pesarlo mucho lo bebo; no por los nervios, si no por el hecho de que lo necesitaba.

—Tengo una bala gravada con mi nombre desde que nací. Estoy cerca de los 30 y eso genera los focos rojos sobre mí. Quieren que me case.

Hera +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora