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XXVII. THE COUNT DOWN

A pesar de las adversidades, Allison siempre había estado rodeada de gente

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A pesar de las adversidades, Allison siempre había estado rodeada de gente.

Cuando sus padres murieron, tuvo a Maddy y a Remus cuidándolos a Harry y a ella misma, y después vino Lizzy; las risas no abandonaron la casa en Wigtown en aquellos años.

Cuando se quedaban aburridos en San Mungo porque Maddy tenía que trabajar y mantenerlos vigilados, Allison hacía amigos en las salas de espera. Conoció a Neville ahí, al igual que a un montón de niños a los que no volvió a ver.

Cuando entró a Hogwarts, hizo tantos amigos nuevos que siempre tenía un plan al que acudir. Charlas de madrugada con Lavender y Parvati, aventuras mortalmente peligrosas con Harry, Ron y Hermione, tardes de besos con George...

Y cuando regresó al castillo después de dejar atrás a su hermano y sus dos mejores amigos, pensó que estaría completamente sola. Pero había salido adelante con el Ejército de Dumbledore: con Neville, Ginny, Luna, Eliza, Lavender, Parvati, Seamus... Ellos estaban ahí. Rotos, pero presentes.

Ahora Allison llevaba días encerrada con la única compañía de Eliza y se sentía más sola que nunca. Por supuesto, era un gran soporte y se habría vuelto loca de no tener a Liz a su lado. Pero ambas coincidían en que estar solas en la Sala de los Menesteres era de lo más triste.

De hecho, cada vez acudían a Cabeza de Puerco con más frecuencia, en busca de suministros y hablar con otra persona. Aunque esa persona oliera a excremento de cabra y tuviera un mal genio terrible. Allison sabía que Aberforth les había cogido cariño, tanto como para que las dejara llamarlo Ab sin lanzarles un maleficio —o una cabra— encima.

—Es que nos aburrimos las dos solas, Ab —protestó Allison, cuando este les echó la bronca porque no querían volver.

—Estoy muy viejo para estos traqueteos, niñas —gruñó el anciano, haciendo gestos con las manos para señalar el retrato de su hermana Ariana, para que lo cruzaran y se largaran.

—Pero...

—¡Dumbledore! ¡No puedes cerrar la puerta entre las tres y las cuatro, viejo gruñón! —graznó una voz en la calle, seguida de unos estrenduosos aporreos.

Allison agarró el brazo de Eliza, tirando de ella para ayudarla a subir encima de la chimenea y propulsarse hasta la entrada al pasadizo. Aberforth les ordenó silencio llevándose un dedo a la boca.

Era un carroñero. Solían venir por las tiendas de Hogsmeade a registrarlas en busca de fugitivos, ya que al ser el único pueblo totalmente mágico de Reino Unido tenían un control más riguroso. Al igual que con el toque de queda por la noche y la alarma de maullidos de gato. Habían tenido que huir de Cabeza de Puerco en una ocasión, cuando una anciana salió de su casa a buscar a su periquito, que había salido volando por la ventana, y los carroñeros se aparecieron por todo el pueblo. Ahora debían darse la misma prisa o más.

[4] ILLICIT AFFAIRS, wizarding worldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora