9- Todo Empieza

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Elena Richards.

Hoy tengo una jornada laboral de dos de la tarde, hasta las 10 de la noche.

Resignada al mentado transporte que ruego a Dios y no me deje, y que Betza no llegue tarde, porque de eso depende mi nueva caminata a altas horas de la noche hacia mi casa. Capaz y ésta vez si los ladrones me logren atrapar.

Esos desgraciados y yo sin comprar el pinche perfume nuevo. Estúpido gas pimienta de alto valor.

Son eso de las seis, y muy pocos clientes han visitado el hotel, y nos ha tomado una lluvia que nos tiene castañeando los dientes. Y yo con ganas de un café que no me lo quita nadie. ¿Es que a nadie le apetece meterse bajo las sábanas a hacer sus cositas?

—¿Oye Cybernetica, te quedarás conmigo ésta noche? —Me pregunta una de las camareras con más edad.

Elinor es una señora muy carismática, cabello negro por lo hombros, con algunas canas ya, y lentes que la ayudan a hacer mejor su trabajo. Sus ojos como ella le dice, el día que los deje, los vidrios quedarán manchados.

—¡Oh no Eli! Hoy estoy hasta las Diez. Te acompañará Betza —Le explico y hace el gesto de ni modo y sigue su camino.

Las personas como ellos, es decir personas adultas que ven la tecnología como si fuera algo de un tercer mundo, muy difícil de descifrar, creen que por instalarle una aplicación es sus celulares, ya eres experta en tecnología, Cybernetica como en éste caso, me llama Elinor.

La luz verde que anuncia un nuevo cliente, me hace ver que debo mentalizarme para atenderle. Es como una especie de ritual, arreglas tu voz, enderezas tu postura, cierras puertas y aquí vas. El cliente entra, deja el auto frente la ventana de recepción y me dispongo a atenderlo.

—Buenas tarde Caballero, bienvenido. ¿Cómo podemos atenderle? —Hago mi habitual saludo.

—Una hora —Es lo único que dice. Claro nuestras clásicas escapadas.

—Permítame una identificación para ingresarlo —Le pido y deja todo en la pequeña gaveta de cobro. Hago todo el chequeo, y le indico precio —. Habitación 056, segunda entrada. Bienvenido y disfrute su estadía. —El auto no pierde tiempo y sale directo hacia donde lo mandé.

Como son de desesperados estas personas, es como si tuvieran ganas de ir al baño, pero en lado contrario, por dios, que les pongan freno a sus deseos carnales unos minutos y sean cordiales.

El día ha estado demasiado lento, a veces no me queda de otra que distraerme con el celular, y justo cuando estoy por tomarlo, el condenado suena sacándome un susto. Y el número que veo en la pantalla, que aún no he guardado y que me aprendí de memoria, no me gusta para nada, bueno si me gusta, pero me dan nervios.

**Desconocido**
*¿Estás de guardia? Quiero verte.*

¿Y a éste que mosca le picó?

«¿Se te olvida que ahora deben fingir que están juntos? ¡Se van a casar!»

¿Cómo es que paso por alto esas cosas?

Ya párale ¿No?

«No, estás siendo ridícula»

Desgraciada.

Golpe bajo.

«No»

**Elena:**
*¿Es necesario? Estoy trabajando.*

**Desconocido:**
*Un poco, es hora de empezar el trato ¿A qué hora te veo?*

De paso, mandón. ¿Será que si podré hacer ésto? Una cosa es responder sus mensajes, y otra verlo en persona, nada más de verlo mi corazón baila y mis bragas quieren salir corriendo.

—Basta Elena, te prohíbo enamorarte más, es completamente ridículo —Me regaño.

—¿Hablando sola, Latina? —Pasa Carlo, el chico de mantenimiento —. Yo sabía que estabas loca, pero ya lo confirmo —Bromea como cada que me ve.

—Ja-ja-ja Mira como me río, payaso —Le sigo el juego —. ¿Algún inconveniente? ¿Cómo está funcionando el aire acondicionado y la calefacción?

—Todo en orden —Asiento satisfecha.

—Perfecto entonces. ¿Ya te vas? —Pregunto algo tonto, pero ya lo hice.

—Obvio. ¿Quieres que te haga compañía? —Se burla.

—Me vas a tener que venir a buscar en tu súper vehículo, como dicen en mi país. *Me das la cola en el palito*  —Suelta una carcajada peculiar de él, y se va negando con la cabeza.

Carlo, es como decir el utility de acá como le decimos, es oficial el señor de mantenimiento, pero se encarga de todo, cualquier falla él la arreglará, siempre que esté en sus manos. Es un moreno muy divertido, es latino igual que yo, por eso me entiende a la perfección. Su transporte es una bicicleta que no deja por nada del mundo.

**Desconocido:**
*Vamos Elena, tienes que colaborar.*

¡Joder! Con este hombre. Debo cambiar ya el nombre, lo hago pero lo sigo dejandolo en visto, y grave error, porque ahora lo que recibo es una llamada, decido desviarlo a buzón y suena el de la recepción, a ese no me queda de otra que contestar. Será cabeza dura.

—Hotel Celeste, buenas noches, le habla Elena —Contesto como manda mi cargo.

—¿Quieres dejar de ignorarme? —Me quedo callada, si le respondo algo diferente será raro y llamarán mi atención —. Contesta los mensajes Elena —Demanda y cuelga la llamada.

—Sí, por supuesto Caballero, no hay ningún problema, están disponibles, lo esperaremos por acá —Me toca disimular y trancar el teléfono.

Me hago la desentendida y sigo mi labor, tal vez sino contesto desiste de hacer el trato conmigo y me libro de ese martirio que me pone mal. Estar cerca de ese hombre me resulta una tortura, mi corazón me grita que lo quiera, pero mi cerebro me da la orden de comportarme. Y la verdad es que son eternos rivales. El cerebro odia al corazón porque él siempre gana, y al final termina herido, y a él es quien le toca sanarlo.

No intentó contactarme más, y eso en parte me deja más tranquila. El resto del día paso muy tranquilo, y de hecho Betza llega temprano, así que realicé mis conteos y cuadres a tiempo y estaba lista para esperar el transporte. Era como terminar una jornada laboral a la perfección, solo con el detalle que no fueron muchas ventas. Espero y mi compañera si logre más.

—¿Tomarás el transporte? —Me pregunta mi compañera al hacer el cambio de guardia.

—Sí, ésta vez no lo perderé —Me río y comienzo a recoger mis cosas. El teléfono suena interrumpiendo la conversación.

—Recepción. Bueno está bien, yo informo —Cuelga el teléfono y siento que me mira con pesar.

—¿Que sucede? —Indago.

—Algo sucedió con el autobús de transporte, no podrá salir hoy, y el siguiente turno llegará un poquito tarde, deberás irte caminando, lo siento —Me informa. Yo debo tener la peor suerte del mundo.

—Tendré qué. ¿Crees que pueda salir por la entrada principal? Es que la última vez casi me roban —Junto mis manos y ella hace una llamada. Minutos después me da luz verde, así que me despido y me voy.

Es ridículo, tanto esfuerzo y justo cuando puedo irme tranquila a casa, sin tanto corre corre, viene y el transporte es el que se retrasa. Como dirían en mi país... *Más salada que la cola de la sirenita*.  Por no decir lo otro, un poco obsceno para decir verdad.

Todo el hotel está en calma, y salgo tratando darme ánimos de caminar y no pedir un taxi como mi cuerpo lo está rogando. Cruzo las enormes puertas y el exterior me recibe, frío como siempre, logrando que mis mejillas se enrojezcan.

Me decido al final por un taxi, así que saco mi teléfono y busco la aplicación que muy poco uso.

—Ahora sí vamos a hablar —Escucha una voz que dice, logrando que saque mi atención del celular —. Es hora de actuar —Es lo último que dice y me toma de la nuca estampado sus labios contra los míos.

Debe ser un chiste. ¡Estamos frente al hotel!

¡SU HOTEL!.

¡MIERDA!

Celeste [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora