Parte Xiii

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Eran cerca de las 2pm del sábado y el sol en Madrid no daba tregua. Llegamos al apartamento de Raúl, un lugar decorado en tonos madera con estilo industrial, donde todo combinaba a la perfección. Raúl destacaba por su estilo al vestir y lo mismo se reflejaba en su piso, pues había aprovechado la antigüedad del lugar para lucir un estilo mediterráneo en tonos fríos, muy clásico y masculino.

-¡Bienvenidas guapas! Bienvenida Rubí, es un placer para mi tener en mi casa a una chica tan linda.
-¡Ay! Qué lindo. Gracias por recibirme.
-Qué cursilería Raúl, por favor -dije sólo para molestarlo, pues poco entendería de mi jerga chilena y por lo demás siempre ha sido bastante caballero y cariñoso.

Raúl, además de haberse propuesto encantar a Rubí con halagos y derroche de hospitalidad,
había preparado la segunda habitación como si fuese a recibir a una personalidad importante. Aún se sentía el aroma a lavanda que desprendía el suelo húmedo por la limpieza que había realizado. Los muebles estaban relucientes y la cama estaba preparada con sábanas nuevas, que probablemente tenía guardadas para alguna ocasión especial.

-Acá vais a dormir. Como veréis es una habitación bastante privada, así que quiero que te sientas en confianza. Si necesitas algo, me llamas a mi o a Maca, que supongo se queda acá.

Rubí miró un poco sonrojada porque, como siempre, Raúl lanzaba sus indirectas inoportunas que la descolocaron. Para ella no era natural que otros supieran sobre lo nuestro, por lo que se cohibió como respuesta a su comentario.

-Gracias. Está muy lindo tu depa. Yo me quedo por tres días y no molesto más.
-¡Que no es molestia, tía! Maca es mi mejor amiga y sé que es importante para ella que estéis acá, así que estás en tu casa.

Raúl tomó la maleta de Rubí y la ayudó dejándola al costado del gran armario de madera que tenía en la habitación. Efectivamente el plan era estar por tres días, pues luego ella tendría que regresar a Chile y continuar con su rutina y quehaceres de trabajo.

-He preparado algo para comer. Imagino que vienen con hambre y te quiero deleitar con mi excelente calidad como chef -dijo con tono sarcástico.
-¿Por qué eres tan lindo? -dije a Raúl agradeciendo su cariño.
-¡Me vas a sonrojar! ¿Cómo no consentir a estas dos bellezas?

Ciertamente sabía que Raúl no sabía cocinar ni un huevo revuelto, así que intuí que la comida que dijo haber preparado era un menú del restaurante de la esquina, donde se lucían con las paellas como especialidad de la casa. El aroma de la comida impregnaba el lugar, dejando una estela de clásicos españoles como el olivo, cebolla y pimentones. Raúl no sabía que Rubí era vegetariana, pero esto a ella tampoco le complicó. Comió la paella con algunos mariscos y otros los dejó de lado intentando no ser descortés.

Bebimos unas copas de vino para acompañar el almuerzo y nos relajamos conversando acerca de la vida que llevaba Rubí en Chile siendo una personalidad relativamente mediática allá. La sobremesa se nos llevaba la tarde y entre tantas historias que Raúl contaba nos fuimos bajando un litro de sangría que había confesado comprar en el mismo restaurante del almuerzo. Raúl aprovechó el relajo para confesar que había tramado un plan perfecto para hacernos coincidir en la sala de fotografías el día del evento, lo que generó aún más complicidad entre ellos.

-Rubí, es que te digo que la tenía convencida de que te íbamos a evitar, ¡la pobre andaba escondiéndose por las distintas salas para no verte!
-¡Hasta que le dijiste que se gire para ver a su compatriota! -Rubí reía a carcajadas con la trampa barata con la que Raúl me había engañado. La química que tenían era innegable, es que ambos son muy parecidos en la forma de ser, tratan de vivir el presente sin mayores complicaciones, disfrutando de simplezas como compartir unas copas entre dos desconocidos.

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