Capitulo 4

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EL TELÉFONO sonó. Lo tenía apretado en la mano y no se había dado cuenta. Era su padre. Los rumores ya le habían llegado a través de un amigo que había visto algo en internet. Sergio prometió explicárselo cuando estuvieran en Charleston. Ya no había modo de escapar.

La realidad de tener que fingir que estaba enamorado de su ex comenzó a darle en la cara. Mejor tener que enfrentarse a ello teniéndola controlada que dejar que cayera en desgracia, quizás arrastrándolo también a él.

El ascensor sonó. Era el chófer, que traía su medicación. Andres bajó justo en aquel momento y lo siguió a la cocina.

–No debería haberme tomado el café –comentó–. Martin está dormido como un tronco, pero yo estoy más que despierta, así que voy a ir preparando la cena. He dejado un vestido para Raquel en tu habitación.

¿Sigue aquí?

–Está en el baño –contestó. Se oía correr el agua. Buscó la receta y sacó un par de pastillas para que se tomara al salir.

–¿Se queda a cenar?

–Sí.

–¿Has hablado con Jesús?

Andres empezó a sacar verduras del frigorífico le fascinaba cocinar para su familia.

–Sí.

Hizo una pausa y lo miró exasperado.

–Estabas tan enfadado conmigo por no haberte hablado de todo lo que ha ocurrido en el banco... Sabes que si lo necesitas, estaré encantado de ayudar,

¿verdad?

–Te agradezco que te ocupes de la cena.

Andres hizo una mueca de hastío y siguió moviéndose por la cocina con familiaridad.

Aquella era una de las razones por las que siempre los invitaba a quedarse en su casa: le preparaba la única comida casera que tomaba en meses.

Raquel era buena cocinera. Esa era la razón de que siempre prefiriera quedarse en casa. Eso y que ¿quién quería volver a vestirse después del sexo?

Andres comenzó a ponchar ajo, perejil y orégano

–Podemos quedarnos un día más y la llevo de compras, si quieres.

Cuando su padre los llevó a vivir con él, no se fiaba, pero no tardó en darse cuenta que detrás del impactante exterior de Andres y de sus preferencias sexuales poco tradicionales se ocultaba un corazón de oro puro y una bellisima persona. Su deseo de tener una familia propia era tan hondo, y su determinación por unirlos tan firme, que había conseguido que también él formase lazos con su marido y sus hijos. Le tenía un cariño enorme.

Por eso no quería que resultara herido.

–No te acerques demasiado. Es solo control de daños, y no va a durar.

Su expresión alegre cambió.

–Pero es que yo quiero esto para ti.

–No estoy hecho para tener esposa y niños.

–Eso decía Martin hace cuatro años y miralo ahora. Nosotros también empezamos como control de daños.

–Martin sabía con quién se jugaba los cuartos. Raquel no es tan adorable como tú.

Andres sonrió ante el cumplido, pero su sonrisa se desmoronó al mirar más allá. 

Sergio se volvió y vio a Raquel saliendo del baño. Había oído sus palabras «No voy a poder hacerlo», se dijo mientras se ponía el vestido de punto que le había dejado Andres. Le quedaba como un saco.

Reconciliación TemporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora