Primer Día

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—¿Qué haces, nee-chan? —Ishigami Shizuku asomó la cabeza desde atrás de su hermana mayor, intentando ver en qué estaba trabajando esta vez.

—Ciencia, cosas, largo. —Ishigami Tsukiku no le prestó atención mientras soldaba una pieza diminuta en una especie de chip extraño.

—¡Pero dime! ¡Esto se ve muy raro! —La adolescente de quince años caminó alrededor del aparato, que parecía un gigantesco aro de cebolla bien condimentado, blanco y con miles de circuitos extraños por todas partes—. ¿Es otra máquina del tiempo? Creí que habían declarado ilegales esas cosas.

—No es una máquina del tiempo como las que existieron. —La adulta de veintinueve años finalmente dejó el chip y se apartó de la máquina, secando el sudor de su frente—. Esto es algo mucho más ilegal, incluso para las leyes de la misma física. —Rió de forma maniática.

—¿A q-qué te refieres? —Shizuku palideció un poco, sabiendo que hablaba completamente en serio.

—Como ya sabes, retroceder en el tiempo es un poco imposible, y viajar al futuro no tiene retorno, solo se puede viajar a través de las distintas realidades, usando el tiempo como referencia. —Hizo girar el soplete entre sus dedos—. No se puede cambiar el pasado, es algo ya establecido, pero... encontré una forma. —Sonrió con malicia.

—¿Una forma de cambiar el pasado? —La adolescente miró con preocupación a la máquina—. Pero... ¿cómo es posible? ¿Eso no cambiaría toda la realidad y a todos nosotros? ¿Qué sentido tiene? —Cruzó los brazos—. ¿No sería lo mismo que destruir una realidad y reemplazarla por otra? Además ir en contra de las leyes de la física de este modo requeriría una cantidad monstruosa e imposible de energía. —Se llevó un dedo a la barbilla—. ¿Cómo lograste algo así? ¿Y por qué?

—Es literalmente reescribir la realidad. Y tienes razón, necesito superar la energía del agujero negro supermasivo más grande del universo, y elevarla a la octava potencia...

—¡ESO ES IMPOSIBLE! —Shizuku se fue de espaldas—. ¡Esa cosa tiene 66 mil millones de masas solares! ¡Apenas se ha logrado superar un millón de veces la energía de nuestro sol! ¡En comparación es nada! —Se puso de pie con una sonrisa temblorosa—. Además, debe ser muy, muy, muy ilegal. No me digas que has logrado hacer algo así...

—Ja, por supuesto que lo logré. —Agitó su coleta despreocupadamente, riendo cuando Shizuku volvió a irse de espaldas—. Tranquila, está estabilizada y concentrada, pero es cierto que haría explotar la mitad de nuestra galaxia si falla...

—¡¿QUÉ?!

—Lo cual no pasará. —Rascó su oído con el meñique—. Escucha, no es destruir una realidad y reemplazarla por otra. Todo nuestro presente seguirá casi igual, nadie se va a morir, y hasta voy a conservar mis recuerdos del primer pasado que viví, los demás que se vean afectados con el cambio también, pero su cerebro los va a interpretar como recuerdos falsos y no lo recordarán del todo, solo estarán un poco confundidos, te incluye. Pero lo bueno es que tendremos nuevos recuerdos. —Sonrió suavemente—. Será como haber vivido dos vidas.

—No entiendo nada. —Shizuku se sentó en el suelo, frotando su cabeza con confusión—. ¿Qué quieres hacer? ¿Y por qué?

—Quiero salvar a nuestros padres. —Frunció el ceño duramente—. No debieron morir, y este mundo sería un lugar mejor con ellos aquí. —Se alejó de la máquina y tomó un cuadro con una fotografía de Ishigami Senku y Kohaku, abrazados mientras una versión de catorce años de ella hacía una mueca de asco. Él sonreía relajado, con sus manos en el vientre hinchado de su esposa, y ella sonreía como si fuera la persona más feliz en el mundo—. No tienes idea de la mala suerte que tuviste siendo criada por mí, pulga. No tienes idea de cuánto te amaron. —Le dio la fotografía.

Última EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora