33. Twinkle Twinkle Little Star

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-¿Qué somos ahora? -le preguntó Dalia luego de lo que había pasado-.

-No se, supongo que... novios, si quieres claro -respondió avergonzado-.

-¿Que si quiero? ¿Sabes cuanto he esperado este momento? ¿Cuánto me he atormentado pensando en si me corresponderás? Ahora me siento inmensamente feliz, Lys. Tanto que es como si el corazón se me fuera a salir del pecho, aunque suene cliché.

-Dalia...

Lysandro la estrechó entre sus brazos, ocultando su rostro en el hombro de ella. Inspiró esa lijera fragancia que siempre tenía Dalia. Era como lavanda...

Dalia correspondió al abrazo, aferrandose a él como si fuera un bote salvavidas en medio de la tempestad. Lo amaba, lo amaba demasiado, y no quería despegarse de él, pues sentía que si lo hacía, iba a perderlo.

-Dalia, sabes bien que nunca he sido de mucho hablar. Me cuesta decir lo que pienso, y por eso admiro tu valentía. Quizá por la razón de que no digo las cosas directamente me has malinterpretado todo este tiempo. No es cosa reciente lo que siento por ti. Eres como mi ser predilecto, mi fuente de inspiración, mi diosa, lo que me hace perderme profundamente en mis pensamientos. Tú me motivas a esforzarme al máximo todos los días, y eres como un imán que me atrae hacia ti. Más bien, eres como la miel del panal, y yo soy una abeja que ha sido atraída por tu dulzura. Me siento privilegiado de haber podido estar a tu lado y socorrerte cuando estabas angustiada, y que hayas tenido en mi la confianza suficiente para permitirme consolarte. No quiero que te alejes de mí.

Dalia se quedó pasmada ante sus palabras. Si bien sus sentimientos hacia él no eran menores, oírle decir todas esas cosas era como un sueño impensable. ¿Acaso todo esto era posible? ¿Dios se había deleitado en colmar de bendiciones a Dalia después de todo lo que había pasado? Quizás Dios estaba siendo más bueno de lo que ella merecía.

-Dices todas esas cosas, pero yo soy la que estoy agradecida de que siempre hayas creído y confiado en mí. Que no te alejaste como los demás, ni te importaba que los demás te vieran hablando conmigo. Tú me empujaste a intentar mis sueños como artista, pues sin ti, jamás lo habría hecho. Siempre guardé sentimientos por ti, pero esas cosas hicieron que esos sentimientos se hicieran más y más fuertes. Y ahora mira, soy dependiente a ti. Ya no concibo una vida sin ti. ¿Qué haré cuando te canses de mí y te vayas?

El agarre de Dalia se hizo más fuerte. Ella sentía el latir del corazón de Lysandro, fuerte y acelerado... igual que el de ella. Lysandro besó su mejilla, y acarició su cabello, como si se deleitara en una cosa preciosa.

-¿Quién no puede asegurar que quizás seas tú quien te alejes de mí? -respondió Lysandro con un tono de dolor. Si tan sólo el supiera lo cerca que estaba él de la verdad-.

Dalia de repente se separó de el con una mirada inquisitora.

-Ahora que lo pienso, hay algo que me gustaría hacer contigo Lys.

-¿Qué es?

-Nunca hemos cantado juntos. Quiero cantar contigo.

-¿Será posible?

-¿Cantar juntos? Claro que si.

-No, eso no. Es como si me leyeras la mente. Yo también he deseado hacer lo mismo.

-¡Genial! Es como una conexión mental.

-Es una linda forma de verlo.

Dalia se levantó de un salto y con renovado entusiasmo tomó la mano de Lysandro para ir a un sitio en el que pudieran cantar.

Mientras caminaban, Dalia sintió un leve dolor de cabeza, y la vista se le nubló un poco. Pero no dijo nada, sólo se agarró más de Lysandro hasta que pasó.

- ¿A dónde piensas llevarnos?

- Hmmm... A donde nadie nos escuche.

Así caminaron por entre calles y callejones, tomados de la mano, haciendo comentarios sobre lo que veían y riendo animados. Que bueno que la risa de Dalia ocultaba los extraños mareos que le estaban dando por momentos.

¿Qué me estará pasando hoy? Dormí bien, comí bien. Que extraño...

Llegaron a una especie de Prado, cubierto de nieve blanda, y con árboles escarchados. Quizás una de las ventajas turísticas de esa ciudad era lo cerca que estaba de áreas naturales como esta. En primavera el Prado se llena de flores silvestres y los árboles tienen mucho fruto. Dalia iba allí alguna que otra vez cuando no quería estar en casa antes de entrar a la Academia.

-Está vacío, tal como pensé. Vamos, hay unos bancos por aquí donde podemos sentarnos.

Mientras caminaban hacia los asientos, Dalia empezó a tararear una canción.

Twinkle twinkle little star...
How i wonder what you are...

Lysandro al oírla, se enterneció, y no resistió a cantar con ella.

Up above the world so high,
Like a diamond in the sky...

Juntos, se sentaron en un banco y cantaron juntos:

Twinkle twinkle little star,
How i wonder what you are,
Up above the world so high,
Like a diamond in the sky...

-Eres una niñita.

-Entonces, ¿Le darías un abrazo a esta niñita?

-No, no te daría uno. Te daría tantos que perderías la cuenta.

Lysandro la estrechó entre sus brazos, permitiendole recostarse sobre él. Le acariciaba el cabello tiernamente, mientras miraba su delicado rostro mirando el cielo, que ya oscurecía.

-¿Te sabes esta?

Yo me siento al fin feliz.
La tristeza no es para mí.
Y que me importa lo que viví.
Si me regalan el futuro
No lo quiero sin ti.

-¿Ricky Martín?

-Sip.

Él rió un poco, pues le hacía bastante gracia. Pero continuó cantando con ella.

Hay no me digas no
Si escondes algo dámelo
Porque llego la hora
De estar conmigo
Pues el destino
Así lo escribió.

Dalia se levantó, y haló a Lysandro de la mano para que se parara también.

Si es amor
Abrázame con ganas
Si no lo es
Tal vez será mañana

Ella irradiaba una hermosa felicidad, y danzaba con pasos lijeros alrededor de él.

Estando juntos
Mi mundo se llena de luz

Se acercó a su rostro, mirándolo a los ojos...

Lo mejor de mi vida eres tú.

Lysandro no pudo resistir más. La tenía allí frente a él, y ahora podía pensar "Es mía". La tomó por la cintura, y besó sus labios con fuerte anhelo.

Dalia se sorprendió al principio, pero ella también se dejó llevar por esos suaves labios que acariciaban los suyos con deleite. Era una sensación extraña, adictiva, emocionante. Porque mientras le besaba, ella sólo podía pensar "Es mío".
Y es que, de alguna manera, ambos sentían que se pertenecían el uno al otro. Ya no cabía dudas.

Yo soy tuya, tu eres mío. Somos dos almas que han encontrado aquello que nunca buscaron, pero que siempre quisieron.

Dalia se separó de sus labios para tomar aire, pero otra vez, sintió ese molesto mareo. Esta vez más fuerte. Quizá demasiado.

Se agarró con fuerza a la chaqueta de Lysandro, mientras la mente se le nublaba. Deseaba poder decir Ayúdame, pero las palabras no le salían.

-¿Dalia? ¡Dalia! ¡¿Qué te pasa?! ¡Responde!

Ella cerró sus ojos.

Ella se dejó caer.

Ella gritaba por dentro.

No me dejes sola.




Canciones para mí. (Lysandro CDM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora