11. I miss you.

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Era sábado, su primer sábado desde ingresar a la academia. Todavía le era difícil aprenderse el lugar por completo y por momentos se metía en pasillos de los que tardaba muchos minutos en salir.

Aprovechó el día para visitar a sus padres. Después de todo nunca había estado tanto tiempo lejos de casa. Su madre estaba muy sentimental con su pequeña y no paraba de preguntarle cosas acerca de aquel lugar. Cocinaron juntas y vieron una película.

Cuando llegó la tarde se abrigó bien, dada las circunstancias del clima pre-invernal y decidió salir a tocar un poco. Cualquiera diría que con lo fuerte que se lo ponían en la academia debería estar cansada de tocar. Sin embargo al estar rodeada de gente más experimentada se sintió aun más admirada y deseosa de mejorar.

Se alejó bastante, casi a las afueras de la ciudad dado a que no quería encontrarse con conocidos y su disfraz ya no funcionaba con los del Sweet Amoris y algunos de sus padres. Siempre tocaba en lugares pequeños ya que la población solía ser un poco más amable y receptiva. Solo que le resultó un poco difícil tocar. El frío era fuerte y le entumecía los dedos porque no podía usar los guantes y tocar.

Aún así se dedicó a lo que tocaba. Esta era una melodía más alegre de lo que ella acostumbraba y bastante contagiosa. Al ritmo de ella, en la pequeña calle sin salida unos señores muy avanzados en edad se pusieron a bailar ¡Y vaya que se movían!

Así, animados por aquella pareja que tomó la iniciativa algunos que estaban escuchándola hicieron lo mismo y terminó convirtiéndose en un animado baile en grupo. Sus pasos al compás chocaban en el suelo al ritmo de la melodía y, debajo de la bufanda Dalia sonreía como pocas veces al ver la alegría que podía causar en otros.

Una chica que estaba a lo lejos escuchó la musica, y atraída por una sensación de alegría se acercó a lugar. Originalmente se encontraba allí para inspirarse y dibujar algo, y justo acababa de encontrar ese algo. Sentada en un banco un poco apartado dibujó el panorama mientras su pie derecho se movía al ritmo de la música inconscientemente. La joven del violín terminó la larga melodía que había ayudado al público a entrar en calor y se sentó en el banco donde tenía el estuche del violín a beber agua.

Violetta terminó su boceto decidida a retocarlo en casa y se acercó a la ya conocida violinista sin darse cuenta de sus acciones. Esta última volteó al sentir alguien aproximarse y la sorpresa fue tal que casi escupe el agua.

—H...hola Dalia.

—¿Violetta? Hola... me extraña verte por aquí.

—Si, es solo que escuché la música, ya sabes... yo...

—Hace frío aquí, ¿quieres un café? Yo invito.

—¿Eh? Yo... pues...

—No te preocupes, mira —señaló Dalia a un lado de ella—. En esa panadería venden cafés muy buenos.

—No es necesario... no quería molestar.

—No lo haces, yo me ofrezco a ello.

Dalia se levantó el banco, decidida a ser amable a pesar de todo. Guardó el violín en el estuche y se lo colgó al hombro para luego descubrirse la boca.

—Vamos.

Caminó en dirección a la panadería sintiendo los tímidos pasos de aquella chica detrás suyo. Dentro de la panadería había un agradable ambiente cálido y un olor a pan recién horneado y pastel. Ya adentro Violetta no sabía que hacer, si sentarse, seguirla al mostrador a comprar los cafés o despedirse. Es cierto que no tenía una buena opinión de ella, pero luego del concurso sentía una pequeña culpabilidad en el pecho que no sabía explicar. Y ahora estaba ella aquí, con un rostro amable ofreciéndole algo a pesar de lo mal que la había tratado.

Al final decidió acompañarla al mostrador.

—Hay chocolate y leche también. ¿Qué prefieres?

—U...un chocolate... por favor.

—Señora —dijo dirigiéndose a la dueña del local— ¿podría darme un chocolate, un capuchino y dos croasant por favor?

—¡Claro pequeña! —Le entregó la orden y cuando Dalia se ofreció a pagar, la rechazó —. No, toma esto como regalo por el espectáculo de hace un rato. Fue muy agradable.

Aunque Dalia insistió la señora no aceptó, así que se resignó a tomar lo pedido, entregarle un croasant a Violetta y sentarse en una de las mesas del local.

—Gra-gracias.

—No hay de que.

Permanecieron unos segundos sin hablar.

—¿Lista para el campeonato? La semi-final es en dos días.

—Justo estaba ahora buscando una idea de que dibujar para la competencia.

—Oh que bien. ¿Y ya encontraste algo?

—Creo que si, y sería gracias a ti.

—¿Ah si? —dijo con curiosidad— ¿porqué?

—Te darás cuenta en el concurso.

—¿Como van las cosas allá?

—Tranquilas. Realmente no hay mucha actividad últimamente.

Había alguien en especial por quien Dalia quería preguntar pero no sabía si debía hacerlo.

—¿Y... Lysandro?

—¿Lysandro? ¿Porqué preguntas por él?

—Bueno, ya sabes. Era de mis únicos amigos allá y yo me comunico con Alexy y Armin por correo pero a él no lo he visto desde entonces.

—Ah, entiendo. La verdad es que no sé si seré yo pero lo veo un poco... ¿triste? ¿pensativo? algo así.

—Pensativo de por sí ya lo es —rió—. Aunque me pregunto porqué será.

Duraron otro poco más en silencio donde Violetta daba vueltas en su cabeza a la pregunta que quería hacerle.

—¿Porqué tú... es decir... te comporta así conmigo? No he sido en especial buena como Lysandro o los gemelos.

—¿Porqué? No lo sé. Supongo que en parte no les guardo rencor, ustedes no tienen la culpa —“la tiene Elena" pensó, pero eso no iba a decirlo—.

Violetta hizo memoria de una frase de la canción de Dalia: “ Caminar en la mentira, una esclavitud continua, que ha destruido mi vida." ¿A qué se refería?

—Esa canción del concurso... la hiciste tú ¿verdad?

—Si.

—¿Qué querías decir con “caminar en la mentira, una esclavitud continua, que ha destruido mi vida"?

—Violetta, mejor te será permanecer en la ignorancia. El mundo tiene muchos colores y no todos son claros.

Terminaron de comer y salieron de allí. Pronto sus caminos tomaron rumbos distintos y ella volvió a los dormitorios.

Tomó su violín en mano y cantó esa frase.

“Caminar en la mentira, una esclavitud continua, que ha destruido mi vida"

No, ya no era así. Ahora la vida de llenaba de cosas buenas y no debía sentirse apenada. Así que toco algo diferente.

“Adelante... adelante hasta llegar, aunque pueda tropezar."

“Perseverante... las rodillas no doblar, y me voy a levantar."

“Mientras te tenga en mi mente y corazón, Correré sin medidas, sin dolor.

Cuando termine, cuando todo termine, Abrazame por favor."

Y una lágrima se derramó.

—I miss you.

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Falta poco para la competencia y nuestra pequeña está desconsolda. ¡Pero esperen! Les tengo muchas sopresas en el sombrero.

Canciones para mí. (Lysandro CDM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora