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–¡Se acerca una tormenta!–gritó alguien desde lo alto.
Muchos de los hombres corrían de aquí para allá alterados por la forma en que se encontraba el cielo. Todo estaba muy oscuro, las nubes negras sobre nosotros se encargaban de crear ese efecto mientras que eran acompañadas por aguas turbias, casi violentas. El barco se agitaba cada vez que era golpeado por las fuertes olas y provocaba que termináramos cayendo. En este punto todos estábamos empapados el agua salpicaba por todas partes y la cubierta estaba repleta de agua.
–¡Prepárense, estamos a punto de entrar en el ojo de la tormenta!–gritó Valentina desde su lugar frente al timón.
Y como si se hubieran puesto de acuerdo comenzó a llover. Todo más violento con cada segundo que pasaba. El barco seguía estremeciéndose por lo agitada que estaba el agua. A todo lo que estaba pasando se le sumó las fuertes ráfagas de viento, que podrían ser una combinación muy peligrosa en nuestra situación.
Me tambaleé en la cubierta después de que una ola impactara con nosotros. Por la poca visibilidad que tenía debido al viento con lluvia caminé a tientas sin saber muy bien a donde ir, lo único que quería en ese momento era poder sostenerme de cualquier cosa que me mantuviera segura. Di unos cuantos pasos más hasta que sentí mi cuerpo chocar con algo, eso me desestabilizó y cuando quise darme cuenta estaba a punto de caer por un costado del barco. Afortunadamente me habían tomado por la camisa dejándome en una posición no muy agradable.
–Maldición–escuché decir a Vera entre dientes.
–Por favor, no me sueltes–supliqué con miedo, mirando como debajo de mí se mecía salvajemente el agua.
Me aferré a su brazo con el que me sostenía, ella hizo un esfuerzo y tiró de mí con ambas manos para llevarme de regreso a la firmeza de la cubierta. Me dejé caer en el suelo jadeando un poco. Luego fijé mi mirada en la rubia que me miraba molesta.
–¡Dios mío, no te caigas!–gritó alterada.
Pero seguía aturdida por lo que acababa de suceder como para prestarle atención a su amenaza. Estaba segura de que mi cuerpo temblaba y no necesariamente de frío. Había pasado exactamente un mes desde que había despertado en este barco, un mes en donde tuve que aprender a defenderme al lado de Valentina. Ella me enseñó muchas cosas en todo este tiempo que había pasado, no sólo a utilizar una espada. Pero nunca antes había estado en una gran tormenta como esta, habíamos pasado por situaciones parecidas antes incluso con la lluvia aunque no de tal magnitud. Todo me parecía tan irreal, nunca había imaginado que acabaría en un barco en alta mar en plena tormenta.
Estaba viviendo algo totalmente contradictorio en comparación con mi "vida real". La biblioteca en donde trabajaba era por mucho el lugar más aburrido y también era el lugar más seguro en donde quisiera estar justo ahora. Nada como la tranquilidad de una vieja biblioteca. Me permití fantasear un poco con el tipo de vida que llevaba antes de esto y comencé a extrañarla.
–¿Qué haces? Levántate de ahí–volvió a gritar Vera deshaciendo mi fantasía y tirando de mi brazo.
No le importó si estaba siendo muy ruda sólo lo hizo. Una vez de pie intenté mantenerme así pero por la agitación del barco era casi imposible. La sensación de mareo se apoderó de mí y las ganas de vomitar se hacían cada vez más frecuentes.
–Creo que voy a vomitar–le dije a la chica, dejando una mano en mi estómago y la otra en la boca.
–De ninguna manera te acerques a la borda–dijo en un gruñido.
Nuestra relación era algo rara, no había avanzado mucho desde que había llegado pero por lo menos ahora no me miraba como si me quisiera matar como lo hacía antes y creo que eso ya era mucho.
Sin más opción asentí a lo que había dicho, de todos modos no quería caer y perderme en las profundidades del mar. Todavía quería seguir viviendo y además averiguar por qué estaba en este lugar.
Con miedo miré a mí alrededor, todos se mantenían aferrados a algo, incluso Vera que había dejado mi lado para asegurarse de mantener a salvo a Marcela mientras se sostenían del mástil. En un movimiento repentino toda la embarcación tembló producto de una gran ola que golpeó la proa y me envió directo al suelo con rudeza. Solté pequeños quejidos que pronto fueron silenciados por un grito que se escuchó cercano. Levanté mi cabeza buscando la fuente de ese grito y me topé con la imagen de Valentina colgando boca abajo de la baranda y a Lucho intentando sostenerla.
Nuevamente el barco se estremeció y logró hacer que el chico soltara a la castaña. Conteniendo mis ganas de vomitar y el dolor, hice un esfuerzo para poder levantarme y corrí a ella como pude. Afortunadamente logré atraparla a tiempo.
–¿Estás bien?–pregunté, queriendo asegurarme de que de verdad se encontraba bien.
Sus ojos que habían estado cerrados se abrieron lentamente encontrándose con los míos, entonces sólo asintió con su cabeza. Ella se seguía viendo hermosa, apesar de las gotas de lluvia que caían sobre nosotras que hacían que su pelo se pegara en su rostro. No importaba como lucía, cada vez que la miraba siempre se veía hermosa. Lo había comprobado todos estos días estando a su lado.
–Ya puedes bajarme–dijo después de un tiempo y de aclararse la garganta.
–Oh sí, claro. Discúlpame...–contesté mientras hacía lo que me pidió.
Aparté la mirada de ella queriendo concentrarme en otro cosa y justo en ese momento observé como tres hombres caían al agua. Gritos y gruñidos se escuchaban a la vez que algunos ayudaban a otros a mantenerse dentro del barco. Sentí un fuerte apretón en mi antebrazo lo que me hizo mirar allí. Una mano se aferraba con fuerza, clavando sus uñas también. Levanté la mirada para ver a Valentina quien estaba con sus ojos fijos al frente, observando como sus hombres luchaban por no caer. Su ceño estaba fruncido, sus labios apretados y su mandíbula tensa.
–¿Valentina?–hablé intentando ignorar el dolor que causaban sus uñas en mi piel.
Ella pareció salir de su trance y sólo así soltó mi brazo. Murmuró algunas groserías, dirigiéndose de nuevo hacia el timón. Tan pronto como la castaña tomó el control la embarcación cambió de dirección.
–¡Cuidado!–gritó Lucho.
Una gran ola se había formado frente a nosotros. El barco comenzó a inclinarse subiendo la gran masa de agua. La lluvia no había cesado y no ayudaba mucho el agua que caí por la cubierta, ya que nos hacía más difícil el trabajo de sostenernos. Con cada segundo que avanzábamos sobre la inmensa ola más se me dificultaba respirar, mi visión se tornó borrosa y las náuseas volvieron a mí nuevamente. El miedo se hizo más fuerte cuando por fin llegamos a la cima de la ola, dando paso a una sensación de vacío en mi interior. Y como dicen: "todo lo que sube tiene que bajar".
El tiempo pareció ir más lento en ese momento, cuando la nave comenzó a caer en picada. Debido al miedo había olvidado aferrarme a algo y lo siguiente que pasó fue que también estaba cayendo. No grité, ni intenté hacer algún tipo de movimiento que pudiera detener mi caída, sólo miré el lugar donde caería. Se veía tan frío, tan tétrico. Y entonces cerré mis ojos.
–¡Juliana!–escuché un grito a lo lejos.
Un fuerte golpe en mi estómago hizo que abriera mis ojos de nuevo, dejándome ver que había sido atrapada por un gran brazo el cual no tardó en pegarme contra su cuerpo. Sorprendida subí mi vista hasta el rostro Gerd que sólo emitió un gruñido. Él se aferraba con fuerza del mástil con su otro brazo.
El barco llegó abajo con un fuerte golpe en la proa salpicando agua en grandes cantidades y bañándonos por completo. Aunque eso realmente no importaba, no ahora.
Y simplemente me desmayé.
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Sueños de agua - Juliantina (Terminada)
FanfictionJuliana Valdez nunca se imaginó que al abrir los ojos despertaría en un lugar extraño, mucho menos que lo haría en la cubierta de un barco, atada a un mástil. Con 23 años, ella se convertirá en una esclava más de la tribulación al mando de la capita...