Capitulo 23

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Me tocaba hacer guardia, era de noche y la mayoría de la tripulación estaba durmiendo. Solo unos pocos merodeaban por ahí, hablando o simplemente emborrachándose. Caminando por la cubierta me reí de un hombre que cayó por una de las escotillas, el pobre se encontraba totalmente ebrio. Negué con mi cabeza todavía riendo bajo, miré hacia popa donde Gerd estaba sentado en una caja de madera algo arruinada. No esperé a que me sonriera, sabía que no lo haría pero de alguna manera me hacía feliz verlo allí sin ningún rasguño. Se me había hecho costumbre estos días buscarlo con la mirada para asegurarme que estuviera bien.

Desde esa pelea con el líder de los caníbales me había acercado más a él o al menos eso creía yo, recibía menos gruñidos de su parte por lo que creía era algo bueno. Dio una gran batalla ese día, esquivando los ataques del otro gigante, devolviendo los golpes con más fuerza. Al final terminó acabando con la vida de su rival, que continuaba siendo perturbador pero eso nos salvó de no ser comida para los nativos de esa isla. La tripulación estaba en desventaja debido a la cantidad de hombres y si Gerd no lo hubiera matado probablemente ellos jamás hubieran retrocedido.

Me detuve en uno de los costados apreciando la tranquilidad que ahora reinaba en el ambiente. El barco realmente era un caos durante el día. Apoyé mis brazos contra la madera de la borda y suspiré mirando las estrellas en el cielo. Me perdí un momento en ellas hasta que escuché un ruido no muy lejos así que giré rápidamente mi cabeza e instintivamente mi mano descendió a la empuñadura de mi espada, lista para atacar. Cuando ví que solo era Dave abandoné mi postura, relajándome a la vez que rodaba mis ojos. Ese idiota me había asustado bajando de esa forma del mástil.

–Hey Valdez, no sabía que tenías guardia esta noche–habló mientras caminaba hacia mí.

Como respuesta me encogí de hombros, volviendo a apoyarme en la borda del barco. Llegó a mi lado imitando mi acción solo que con su espalda recargada contra la madera. Por el rabillo de mi ojo pude notar que traía una bolsita de tela en su mano derecha, la suave brisa que había llevó hasta mi nariz un asqueroso aroma.

–¿Qué mierda tienes ahí?–dije mirándolo con el ceño fruncido, cualquier cosa que tuviera ahí adentro apestaba como un demonio.

El chico miró la bolsa un momento para luego levantar su cabeza, sin entrar en contacto visual conmigo.

–Encontré estas mandarinas en la cofa pero cuando quise comer una ya estaban malas–contestó–Creo que será mejor que las tire–dicho eso se volteó y lanzó las mandarinas podridas al mar.

Mandarinas.

Sonreí con tristeza, seguramente esas eran las mandarinas que estaba comiendo Valentina aquella vez, esa ocasión en donde la besé por primer vez. Inconscientemente mi mano subió a mis labios intentando recordar la sensación de los suyos sobre los míos.

–¿Sucede algo?–preguntó el ojiverde.

–Uh... No nada–negué dándole una sonrisa tranquilizadora–Oye, ¿qué hacías en esa isla?–pregunté queriendo cambiar de tema.

Ya habían pasado varios días desde que zarpamos de esa isla, días en los que había convivido más con Dave pero en todo este tiempo no le había preguntado cosas como esas. No sabía lo suficiente de mi nuevo amigo.

–Españoles, querían venderme como esclavo luego esos salvajes me atraparon y eso es todo.

Asentí con la cabeza, él no hablaría más que eso. No sabía los detalles de su historia pero notaba en sus ojos que no era una muy bonita, al parecer todos aquí tenían un pasado algo trágico. Todos excepto yo. Yo solo era una bibliotecaria que venía de una familia de clase media, una chica normal.

Sueños de agua - Juliantina (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora