¿Qué pasa cuando las luces de Tokyo se apagan y el silencio reina por completo?
¿Cuál es la razón por la que la ciudad que siempre está despierta en Japón deja de hacer ruido?
Y si te dijeran que para volver a ver el mundo como era antes debes jugar...
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Hyun Mi palpó su propia cara con las palmas de sus manos, empapándolas de sangre ajena. Su cerebro había hecho cortocircuito en el momento que vió la cabeza de aquel extraño explotar en mil pedazos; la chica se encontraba asustada, pero sobre todo asqueada. Se encontraba bañada en sangre.
La reacción fue algo lenta pero al fin y al cabo pasó lo predecible, la chica vomitó. Regresó todo aquello que había comido durante la insufrible cena que su padre le había obligado a atender mientras Yamato sostenía su cabello en una coleta mal hecha para que no se ensuciara. Él tampoco se veía del todo bien, en realidad se veía demasiado acojonado, pero sin duda se encontraba mejor que Hyun Mi, pues él no había sido víctima de aquella lluvia de sangre que había caído sobre la chica.
Aoi solo hizo un pequeña mueca de asco al ver aquella escena, no por la sangre (de todas formas ya era un escenario frecuente en su vida de mierda), sino por el vomito, aún así no puedo enojarse por ello, se sentía mal por la nueva. Estuvo pensando en irse, pues ninguno se daría cuenta, y cuando notaran su ausencia ella estaría lejos de ahí. Pero no lo hizo.
Aoi le había prometido a Hyun Mi que si salían con vida le contaría mejor lo que estaba pasando en ese lugar, y aunque la japonesa tampoco tenía muy claro el porqué habían terminado ahí y la razón de los juegos, sí sabía un poco más que la coreana. Y ella no era alguien de romper promesas. Así que esperó pacientemente a que la chica se sintiera un poco mejor y que se tranquilizara para poder explicarle con calma lo poco que sabía.
Una vez que Hyun Mi vació su estómago se limpió la comisura de su boca con el dorso de su mano derecha y se puso de pie nuevamente con la ayuda de Yamato. Aoi se acercó lentamente a ellos y arrugó la nariz al oler el desagradable olor que desprendía el vomito.
—¿Y bien? —preguntó la coreana a la chica que tenía en frente, aún un poco desorientada.
—¿Y bien qué? —respondió Aoi.
—Me dijiste que si salíamos con vida de este juego de mierda me dirías que mierda está pasando, ¿O acaso ya lo olvidaste? —le contestó incrédula.
—Por supuesto que no, linda. —le dijo Aoi acercándose a ella. —Pero prefiero responder tus dudas lejos de aquí. Esté lugar apesta como carnicería en descomposición. ¿Qué tal si te lo explico afuera? —le ofreció a la chica más baja. Hyun Mi la miró con una intensa y brillante mirada que hizo estremecer a Aoi, y en modo de respuesta asintió, accediendo a la propuesta de la japonesa.
(...)
Hyun Mi, Yamato y Aoi se encontraban sentados en una banqueta justo afuera de un seven eleven que habían encontrado después de haber caminado alrededor de 20 minutos, el trío había decido parar a descansar ahí para poder comer lo que sea que encontraran dentro del establecimiento, y aunque no era mucho, habían logrado saciar su hambre con frituras y galletas; era eso o morirse de hambre.
