Cuando salieron de la cueva todo era un caos, se subieron al vehículo para regresar y ver en qué se podía ayudar, habían cueposo sin vida por doquier, mezclados con personas graves y otras con heridas superficiales, pocos habían Sido previlegiados de haber salido sin un rasguño de ese ataque tan brutal.
Todo era una pesadilla, las mujeres lloraban pues recordaban los ataques a Japón como un disco rayado, una y otra ves, sus cuerpos temblaban de miedo por si atacaban de nuevo, así lo esperaban, así había pasado antes, sin embargo nunca llegó.
Dejaban a las chicas en un lugar seguro y regresarían, debían ver qué hacer y como ayudar, iban rumbo al puerto y miraron el mar antes azul de color rojo, las grandes embarcaciones antes imponentes yacían undidas hasta el fondo del mar, los cascos estaban afuera y el fuerte golpetear del hierro daban indicios que habían personas con vida atrapadas en los grandes gigantes del mar, los soldadores llegaban e intentaban trabajar rápido, pero el hierro era tan grueso, y los barcos se hundían cada ves más rápido que los soldadores podían trabajar, era una lucha contra el tiempo, pero para desgracia de muchos sus tumbas fueron los ataúdes de metal en los que trabajaba día a día.
El panorama en Pearl Harbor es desolador y solo quedan por recibir malas noticias. A las 15:00, el general Walter C. Short recibe un mensaje que suena a sarcasmo: el Estado Mayor le comunica la inminencia de un ataque sobre Pearl Harbor. Es la conclusión del mensaje desencriptado 17 minutos antes del ataque y enviado, debido a las condiciones climáticas, por telégrafo comercial, y no por radio. Para mayor oprobio, el mensaje llegó a Pearl a las 11:45. Todavía tuvieron que pasar más de tres horas hasta que lo recibiera el hombre que debía construir la defensa de la base.
En Pearl Harbor llega el momento de contar las bajas. Tras días de trabajo se cifrarán, por parte estadounidense, en más de 3.500: 2.403 muertos (2.390 en el recuento del 7 de diciembre) y 1.178 heridos. Japón deberá lamentar la pérdida de 65 hombres: 64 fallecidos y un prisionero. Además, habrán perdido 29 aviones, 15 de ellos abatidos directamente por baterías antiaéreas estadounidenses.
El capítulo de las bajas materiales por parte de Estados Unidos añade más dolor al drama. Hasta 19 barcos han sufrido daños de distinta consideración, con ocho de ellos hundidos, aunque cinco podrán ser reflotados: los cruceros USS Cassin y USS Shaw, el minador Oglala, y los acorazados USS West Virginia y USS California. Además, el raid nipón sobre el aeródromo de Hickam, particularmente, y el resto de los aeródromos ha resultado letal. 188 aviones, la mayoría de ellos ubicados fuera de los hangares, han quedado destruidos. La única buena noticia respecto a la fuerza es que los tres portaaviones del Pacífico –Entreprise, Lexington y Saratoga- estaban fuera de la base cuando sufrió el ataque. Buena noticia y relativa: la Guerra del Pacífico, que acababa de comenzar, la iban a decidir las embarcaciones como acorazados y cruceros, por su rapidez y movilidad para cubrir un territorio definitivamente extenso.
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Un día después, el 8 de diciembre de 1941, el presidente Franklin D. Roosevelt se dirige a la nación y al Congreso. Roosevelt se levanta enérgico de la silla de ruedas, para hablarle a la nación y dar aliento para que se iban a la lucha y vengar el ataque recibido. Y pronunció el llamado discurso de la infamia:«Ayer, 7 de diciembre de 1941 —una fecha que vivirá en la infamia— Estados Unidos de América fue atacado repentina y deliberadamente por fuerzas navales y aéreas del Imperio de Japón».
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Tras el ataque, el aislacionismo es imposible y FDR romperá su promesa de no enviar a estadounidenses a combatir en el extranjero. El Senado finalmente aprueba la declaración de Guerra con un voto contundente: 388 síes y un único no. Estados Unidos, así, entra en guerra contra Japón y el eje Berlín-Roma. “Ayer –dijo Roosevelt- , siete de diciembre de 1941, una fecha que vivirá en la infamia, Estados Unidos de América fue repentina y deliberadamente atacado por fuerzas navales y aéreas del Imperio del Japón”.La guerra ya no era una opción, ya los Estados Unidos se unian a los aliados para erradicar el desalmado imperio que se estaba formando y pretendían no solo invadir las naciones, si no que erradicar a todo aquel que no fuera de una raza pura y aria.
La repercusión de ese ataque no solo había despertado a un dragón dormido, si no que traería consecuencias muy radicales para todos aquellos que habían nacido en cualquiera de los países que eran parte de la Tri.
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La declaración de guerra a Japón fue aprobada por el Congreso con el único voto en contra de la congresista republicana pacifista por Montana Jeannette Rankin. Roosevelt con su discurso logró excitar las emociones de los norteamericanos y el aislacionismo, que hasta entonces había predominado entre la opinión pública y la clase política, desapareció completamente. El grito de batalla «Recuerda Pearl Harbor» galvanizó a todo el país. El lema procedía de una canción que fue grabada solo diez días después del ataque y que decía: «Recordemos Pearl Harbor cuando vayamos a enfrentarnos con el enemigo. Recordemos Pearl Harbor, como hicimos con El Álamo... ¡Recordemos Pearl Harbor y no nos detengamos hasta la victoria!». Como ha señalado la historiadora Eri Hotta: «Antes de la agresión japonesa, a la mayoría de los estadounidenses Hawái les debió parecer un exótico país extranjero… De repente este singular territorio de islas en el océano Pacífico se encontró inextricablemente unido a la narración patriótica estadounidense».
Tres días después del ataque unos desconocidos talaron cuatro de los más grandes cerezos que había sido plantados junto a la laguna del West Potomac Park en Washington D.C. como símbolo de amistad entre Estados Unidos y Japón.
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Cuando Japón regaló los cerezos hace un siglo también lo hizo por gratitud, tras la mediación de Estados Unidos que puso fin a la guerra ruso-japonesa (1904-1905). Pero los cerezos en flor no tuvieron un comienzo auspicioso en Washington, pues los primeros fueron quemados y Japón envío un lote más de cerezos como símbolo de buena fe, que tenía el imperio Japonés, por el que en ese momento reconocían como el nivel imperio Americano.Continuará................
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El Hilo Rojo
FanfictionHistoria que inicia en Japón, podrá el tiempo, la destrucción, el engaño y la desolación, vencer el poder del amor, no se la pierdan estoy segura les gustara.