EL CASUAL ENCUENTRO

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Cansada de dar vueltas en la cama, y tras una noche inquieta, decidí levantarme y poner fin a la fracasada intención de querer seguir durmiendo. Apoyé las manos en el lavabo y observé atentamente mi reflejo, algo que no solía hacer a menudo. Para ser las seis y media de la mañana y no haber pegado ojo, no tenía mal aspecto. Me sorprendí sonriendo con una mueca, entre cómplice y seductora, que me animó a empezar el día predispuesta a dejarme asombrar. Tenía el presentimiento de que sería un día especial. Sólo se me ocurrió, en ese momento, pensar en Marcos; ¿volvería hoy de su viaje? Mi intuición me falló.
El descenso de temperatura, típico de una mañana de final de verano, me dio los buenos días espabilándome por completo. Anduve los apenas trescientos metros que me separaban de la cafetería en la que Mary, una mujer de edad avanzada, me deleitaba cada mañana con su tarta de manzana y su amabilidad. Mientras me acercaba, en la calle se observaba más movimiento de lo habitual. Un numeroso grupo de jóvenes entraba y salía de la cafetería, entre frescas risas y animadas charlas. El local estaba totalmente colapsado, a pesar de ello logré llegar hasta la barra, no sin dificultad.
Mary y su hijo se las ingeniaban para atender a todos los clientes con maestría. La mujer respondió a mi saludo con un movimiento rápido de cabeza, mientras activaba el ruidoso mango de la cafetera para calentar la leche. Su hijo se acercó para darme los buenos días. ¿Qué regaláis hoy? Víctor sonrió a mi saludo. Siempre lo hacía, salvo cuando yo aparecía con Marcos, creo que no le caía muy bien. Me explicó que había una charla para jóvenes emprendedores en la Casa de la Cultura, a la que él acudiría después de echarle una mano a su madre. Ahora te preparo lo tuyo. Le insté a que se ocupara de los otros clientes, pues yo no tenía prisa y no me importaba esperar.
Una joven se abrió paso a empujones, como yo había tenido que hacer, para llegar al sitio que quedaba libre a mi lado. Se tropezó con mi taburete y me golpeó el brazo. Yo, instintivamente, me apresuré a cogerla para que no cayera. Ahí empezó todo.
La voz dulce, que acompañaba a sus ojos verdes, se clavó en mis sentidos. Un simple ¡perdón! fue suficiente para hipnotizarme. Estoy bien, gracias. Entonces me di cuenta de que aún la retenía con mi mano. La solté, como si hubiera sentido una descarga eléctrica; creo que la llegué a sentir. Mi momentánea confusión me evadió de la realidad por un tiempo indefinido. Ni siquiera me di cuenta de que empezaba a vaciarse al local, hasta que Víctor reclamó mi atención al despedirse. ¿Sussan? Volví a la realidad. ¡Qué forma tan descarada de ignorarme! La broma provocó también una risa en la joven que había sido testigo de los intentos de Víctor por despedirse de mí. No sé por qué me sentí molesta de que se inmiscuyera. Perdona, Víctor. Nos vemos pronto. Víctor acompaño el comentario con un guiño y un exagerado suspiro enamorado que consiguió arrancarme una sonrisa. ¡Qué tonto eres! Este juego siempre surgía entre nosotros. Búscate una chica joven y guapa, anda. Salió de la barra y se acercó para darme un abrazo de despedida. Si no tuvieras tantos prejuicios con la edad… Esta vez, su comentario no me pareció tan inocente como en otras ocasiones. Tras librarme de él, tuve la tentación de mirar de reojo a mi acompañante en la barra; se limitaba a asentir con la cabeza.
Mary siempre bromeaba conmigo sobre que Víctor estaba enamorado de mí desde siempre, pero nunca lo tomé en serio. ¿Por qué ahora lo veía de otra forma? Una última mirada hacia la puerta acabó por hundir mi teoría del juego; por primera vez sentí su resignación al despedirse lanzándome un beso. Pensé que lo estaba sacando todo de quicio, a pesar de que no había pasado ni dicho nada nuevo. ¡Uf, cómo se estaba torciendo el día!
Mary se acercó con una porción de mi tarta preferida, de la que creía ser yo la destinataria, pero no… no era para mí. Le lancé una mirada casi asesina y ella se echó a reír. Tranquila mujer, tu trozo lo tengo reservado. Ya sé que es tu favorita. Relajé progresivamente mi rostro ante la explicación de mi amiga. ¿Tu favorita? ¡Qué casualidad! Mary puso el batido de cacao delante de aquella indiscreta clienta que se creía con la libertad de poder seguir opinando. Cogió su desayuno, y se dirigió hacia una de las mesas que ya quedaban libres. Me fui girando para seguirle con la mirada, con una extraña sensación entre curiosidad y rechazo. No se volvió hacia mí, pero, por la cara que ponía, yo tenía la impresión de que ella sabía que la miraba; aquello me cabreó.
Mareaba mi café con leche controlándome para no volver a girarme; sentía sus ojos clavados en mi espalda. Tuve la necesidad de verificarlo, y me encontré con su sonrisa divertida y su mirada desafiante, mientras devoraba los últimos trozos de tarta. Avergonzada por mi comportamiento, volví a centrarme en mi café. Mary se entretenía en observarnos sin poder entender qué estaba pasando. Yo le interrogué con la mirada y ella me señaló, con un discreto movimiento de cabeza, algo que yo no pude descifrar; pronto salí de dudas. La voz de la chica sonó limpia a mi lado ¡deliciosa! Yo permanecía como una estatua, casi llegué a parar de respirar, incluso. Noté su mano en mi hombro, y reaccioné irguiéndome, en posición de guardia. ¿Para todo tienes tan buen gusto? Habló en un susurro, y antes de que yo pudiera reaccionar, se marchó, dejándome jodidamente confusa

DULCE REBELDÍA (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora