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Nunca antes en su vida estuvo así de nervioso como cuando vio a Jungkook salir de la casa y caminar en su dirección. La expresión sombría que surcaba su rostro tampoco era consoladora. Y a grandes zancadas llegó hasta él. Yoongi tembló anticipadamente y lo saludó vagamente.

—Sígame, Conde Min.

Su tono fue hosco, mas Yoongi no se quejó e hizo como dijo. Lo siguió hasta las bodegas y empezó a revisar la fermentación del vino del año pasado. El silencio en el que estaban era enloquecedor, aunque Yoongi no ansiaba tener una conversación con el mayor de los Park a sabiendas de que las reprimendas serían lo de menos.
Una catástrofe, eso le aguardaba. El Conde de Burdeos se preguntó cómo le fue a Jimin que recibió una charla similar, esperaba que Jungkook no haya sido tan duro con él pues verlo triste era lo que menos deseaba.

—¿Qué pretende, Conde? —increpó en tono siniestro sin verlo a los ojos, lo que aumentó la tensión en el ambiente.

Yoongi no supo responder a tan ambigua pregunta, por lo que optó por quedarse callado y esperar lo siguiente que diría Jungkook.

—Conozco perfectamente su reputación como hombre y como inversor, y la una como la otra no distan mucho entre ellas. Cuando quiere algo lo consigue sin medir sobre quién ha de pasar, sin saber si hace daño a alguien en el proceso, y es por ello que no deseo verlo cerca de mi hermano. Él terminará con el corazón roto, yo lo sé.

—No quiero que me aleje de él.

—No lo haré. Independientemente de que a mi usted me disguste por su temible reputación de mujeriego, mi hermano lo idolatra absurdamente. No puedo ni voy a interferir, pero estaré ahí cuando mi hermano llore su partida.

—No pretendo hacerle daño.

—Mmm, una buena intención, mas nada me asegura que no suceda, y, de hecho, creo que lo hará.

Yoongi torció el gesto y caminó lejos de Park, mirando desinteresadamente los barriles de vino tinto cuyo aroma era ligero. pero atrayente. Intentó calmarse pues ya sentía una tormenta desatarse en su interior, cuando lo logró, habló.

—¿Y si no quisiera irme sin Jimin? —preguntó suave, tentativamente.

—¿Es eso verdad? —replicó con burla.

La ofensa presente en su tono del todo sarcástico casi hizo gruñir a Min, sin embargo, se dijo a sí mismo que empezar una pelea con el hermano de Jimin no sería la actitud más sensata.

Calló cualquier improperio que quiso soltar y en su lugar le dijo:

—Me gusta Jimin.

Una carcajada salió de labios de Jungkook, y el mero sonido fue sinónimo de insulto.

—Y quizás ese es el problema, Min, a usted le gusta mi hermano cuando él lo ama. No es lo mismo, ¿no cree? Y no dudo que sienta una atracción por él, fortísima, además, pero ni la atracción más profunda podría crear amor si sólo está basada en un físico. Además, yo ya he oído sobre sus fugaces atracciones que acaban cuando se ha deleitado con ellos lo suficiente como para hastiarlo. Lo que usted busca es un cuerpo que lo satisfaga, una cara bonita que lo mantenga cautivo por momentos, y un mutismo que implique la ausencia del amor.

—… Mi pasada reputación no debería ser un impedimento para mi futuro. Me juzga por acciones de las que desconoce el fundamento y sobre las que no entiende.

Jungkook enarcó la ceja con profundo desprecio por esas palabras y por su locutor. Quiso darle el beneficio de la duda, pero día a día la reputación de ese hombre crecía y los riesgos se hacían latentes. No le importase si Yoongi no fuese un hombre cuya pasión guiaba antes que su razón, y de eso probaría Jimin hasta darse cuenta que la pasión del hombre que amaba no le aseguraba un futuro junto, sino sólo unas pocas noches que pasarían a formar parte de su baúl de recuerdos. 

—Pero no es sobre su pasado del que hablo, es sobre lo que hasta antes de llegar a esta casa hacía. No es un pasado lejano y forjó por completo la opinión popular sobre usted, y creo firmemente que cuando salga de Byunsville ha de regresar a sus viejos hábitos.

—Entonces es una fortuna que quien me guste sea Jimin y que él tenga una mejor opinión de mí.

—El amor puede cegar la vista ante la verdad más obvia, y se vuelve torpe para admitir la derrota —le dijo casi a regañadientes—. Nunca se lo dije a mi hermano porque no creí que fuese relevante, pero aquella noche de la fiesta cuando ustedes se conocieron, si mi hermano le gustara al menos hubiese sido más cauteloso y no dejar que lo viera yo marchándose con varias señoritas. Me temo que no puedo creer en la palabra de un hombre que valora más su vida sexual que sus sentimientos.

Una maldición soltó Yoongi para sus adentros al encontrarse al descubierto en sus acciones. Cuando salió con varias mujeres aquella noche lo hizo con la intención de borrar de su mente la imagen tierna de esa doncella que bien sabía le causaría problemas, mas nada pudo hacer cuando en su mente estaba presente esa figura aun cuando tenía entre sus brazos a otra mujer. No importó cuanto lo intentó, no pudo apartar a Jimin de sus pensamientos, pero lo intentó por el temor profundo que sentía a caer por una persona que resultase más siniestra que él mismo y que de ese amor surgiese una aberración que los dañaría a ambos.

Explicarle eso a Jungkook era inútil además de que no le competía pues si a alguien le debiera explicaciones era a Jimin.

—No interferiré más de las reprimendas que les doy, no soy ni el padre de Jimin ni el suyo, pero espero que al menos no dañe tanto a mi hermano.

Así sin más se marchó, dejando a Yoongi con un mal sabor de boca que tardaría un tiempo en quitarse. Él mismo sabía que mucho de lo que dijo Jungkook era verdad, y le fastidiaba ser regañado por ello, suficiente tenía con su conciencia que no paraba de hablarme a cada oportunidad.

En medio de su meditación, el repiqueteo de unos tacones lo tomó desprevenido, aunque creyó que se trataba de Jimin, más al darse vuelta se encontró con Annette. La mujer lucía una macabra sonrisa en su rostro que hizo a Yoongi estremecerse.

—Creí que el Conde de Burdeos tendría mejor gusto al elegir una pareja, pero escoger a un hombre con un monstruoso gusto por los vestidos, ¡eso sí es decepcionante!

—No es su asunto.

—Siempre me pregunté quién sería lo suficientemente tonto como para creer su patético teatro, y, en realidad, no creí que hubiese hombre sobre la tierra que se aventurase a intimar con alguien como él. Pero la vida está llena de sorpresas tan poco gratas.

—Le pido que modere su lenguaje vulgar en mi presencia.

—¿Vulgar?, ¿y no es más vulgar un tonto muchachito que engaña vistiendo faldas?

—Ese es mi problema.

—¿Qué pasaría si yo le dijera al mundo que usted ha intimado tan vergonzosamente con otro hombre? ¡Sería el fin de la nobleza de Burdeos!

—No siento vergüenza de mis actos y no temo a sus tontas amenazas. Además, sé que si usted lo hace su compromiso con Park quedaría roto y todo Burdeos se enteraría la clase de mujer promiscua que es.

—No me insulte —gruñó Annette, levantando la mano con la intención de golpear el rostro del Conde, mas la mano áspera del hombre la detuvo antes de que se acercara.

—Le reto a que lo haga, pero debe ser consiente que un noble tiene el derecho para encarcelar y ejecutar a quienes se opongan a ellos —advirtió con tono sombrío, apretando su agarre.

—No le conviene amenazarme, Yoongi, porque yo sé que usted no es sincero con Jimin, ¿o ya le ha dicho lo que pasará después de que usted abandone la propiedad?

Yoongi la soltó y con repudio la miró.

—Usted no va a volver por él, y Jimin se quedará aquí llorando su miseria por no ser amada.

Incapaz de seguir escuchando las tonterías que la mujer soltaba sin cuidado, mas logró avanzar sólo un par de pasos cuando la escuchó replicar.

—¿Qué dirá él cuando sepa que usted se casará muy pronto con una dama de Burdeos?, ¿o planea follárselo incluso teniendo esposa?

































Pinche Yoongi. 🙂















—Eli.🍃

El Romance Trae Vestido (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora