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El Conde Min y su prometida salieron de Byunsville bajo una nube negra que desprendía rayos contra el hombre, ese ambiente que llevaba consigo desde su charla con
Jimin. La cuestión estaba volviéndolo loco. Las palabras de Jimin no hicieron otra cosa sino lastimarlo, fundir una espada ardiente en su pecho que lo acompañaría como castigo por sus actos. A este punto, seguramente Loren ya sospechaba que algo sucedía, no era tonta, aunque sí desentendía con los temas que no le concernía, pero en este caso, su esposo era de su total interés.

—¿A qué se debe tu mal humor? Creí que querrías invitar a los Park siendo que pasaste una larga temporada con ellos.

—Debiste consultarme antes —siseó, recordando que antes de llegar a la propiedad vinícola, era totalmente ignorante sobre a quién iban a invitar esa tarde, y sus ojos casi saltan de sus cuencas cuando vio la casa de Park al frente. Maldijo a todo y, especialmente, a Loren por sus actos.

Se enfrentó, entonces, con su pasado y con el hombre que tanto amaba, pero a quien no podía corresponderle. Su corazón marchito le repitió las palabras que por muchos días quiso ignorar, pero que ahora tenían mucho sentido.

No sabes el daño que le has hecho, sólo asumes que tu decisión fue la mejor, mas no te has preguntado si a tu paso por Byunsville dejaste un hombre muerto. Yo te responderé:

Dejaste una flor marchita que esperaba la primavera en los días de invierno.

Ver a Jimin convertido en un firme muro que lo salvase de la desolación y de la burla. Sin embargo, Yoongi sabía que detrás de ese mal construido muro estaba un jovencito llorando, rogando por piedad. Él mismo estaba sufriendo los estragos de sus palabras, no obstante, seguía creyendo que era lo mejor porque, de no hacerlo, seguro estaba que en poco tiempo el secreto de Jimin quedaría disperso en la sociedad de Burdeos, así se lo había advertido Annette poco antes de irse.

Ella le recordó su compromiso con Loren, uno que estuvo dispuesto a romper por Jimin, pero al querer volar tan lejos alguien más le cortó las alas.

Annette estaba resentida por la actitud de Jungkook hacia ella y por la felicidad que embargó a Jimin cuando estaba con Yoongi y sus celos insanos la llevaron a una simple sugerencia.

Dejar a Jimin o a ella se le escaparía el secreto del joven.

Desquiciante y malvado como sonaba, a Yoongi le hizo ver las cosas de modo diferente. Él era el Conde de Burdeos, su reputación lo perseguía y enclaustraba. Además, él ya estaba comprometido con una dama de la nobleza que no lo soltaría tan fácil. Y la remembranza de su matrimonio lo llevó a pensar que quizás así era mejor.

¿Realmente había un futuro juntos?
Entre Jimin y él quizás no eran la mejor mezcla y el peligro los rondaría.

—Es mi boda también.

—Pero ellos son personas que tú no conoces —gruñó—, e invitarlos era mi decisión.

—… ¿Es por ella?

Yoongi la vio de soslayo, nervioso, pero con expresión impermutable como siempre.

Loren lucía seria, pero su inquisitoria mirada estaba buscando en lo más profundo de su corazón, escarbando por los recovecos la verdad que tanto anhelaba.

—Ustedes…, parecen conocerse mucho. La forma en la que ella te hablaba era muy íntima y…, dolida. ¿Qué sucedió en tu viaje a Byunsville?

Todo.

Desde haber conocido a la misteriosa señorita Jimin en un baile hasta saber que bajo su vestido se ocultaba las más perversa y excitante verdad. Haberse enamorado de ese muchacho sin remedio; haberlo amado entre las sábanas de su recámara noche tras noche; hasta haber sacrificado ese amor por alguien más.

Su viaje a Byunsville fue un tifón que destruyó sus defensas, lo dejó desnudo frente a Jimin y lo hizo amarlo hasta la locura. Y nunca se arrepentiría de haber ido porque conoció a la criatura más hermosa que bajó alguna vez a la tierra.

—Nada, no sucedió nada.

Pero ella sabía que con descaro estaba mintiéndole.

—¿Hubo algo entre ustedes?

—Ya te dije que-

—Me es imposible creer en tus palabras cuando yo los vi ahí. Tú parecías tan conmocionado por cómo ella te hablaba, y ella estaba molesta contigo. Algo debiste hacerle.

Destrozarlo.

Marcharse sin despedirse a mas de la carta que escribió con el puño temblando.

Y regresar con la noticia de un matrimonio que lo dejaba ver como la más grande humillación.

—… ¿Qué esperas que te diga?

—La verdad. Espero que mi prometido me cuente lo que hizo —acusó.

—… Tuve un romance con ella poco antes de marcharme.

—¿Y nunca le explicaste que estabas comprometido?

Yoongi negó, bajando la mirada por la culpa.

—Utilizaste a esa muchacha y luego la abandonaste. Seguramente has de haberle prometido el cielo y luego la enviaste al infierno con tu despedida.

Ella parecía serena, extrañamente, pero su interior burbujeaba como un caldero en medio de la furia, y finalmente soltó lo que quería decir.

—Ella, por haberse dejado seducir por ti, es una zorra y una estúpida incrédula, y tú eres un bastardo que no me respeta.

—No la llames así —reprochó él.

—Es lo que es. ¿O cómo llamarías tú a una mujer que se deja utilizar así? Y seguramente intimaron —refunfuñ

—. Dime, ¿fuiste tú o ella?

—¿Qué fui yo o ella?

—Quien dejó el pudor primero. ¿Fue ella al bajarse el vestido, o tú engatusándola?

Yoongi chirrió los dientes, enojado por como ella describía a Jimin; entonces, se acercó al rostro de Loren y respondió:

—Yo, pero lo hice por amor.

Una sonora cachetada sonó fuerte contra la mejilla de Yoongi. Loren, enrabiada, blasfemó entre dientes y se alejó de su prometido, deslizándose en el asiento de la carroza hacia la ventaja contraria.

—Aún así vas a casarte conmigo, no con ella.




En Byunsville, Jimin lloraba en su cuarto una vez, lamentándose sus errores con Yoongi, y como otras veces, se prometió no volver a derramar una lágrima por aquel desvergonzado hombre que, haciendo uso de sus artimañas, lo enamoró y jugó con él ...

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En Byunsville, Jimin lloraba en su cuarto una vez, lamentándose sus errores con Yoongi, y como otras veces, se prometió no volver a derramar una lágrima por aquel desvergonzado hombre que, haciendo uso de sus artimañas, lo enamoró y jugó con él como si se tratara de naipes, formando una débil torre que él mismo destruyó con una carta y un adiós repugnante.

“Volviste para terminar de destruirme”, pensó lamentable, “Te casarás, ahora me lo has confirmado. Yo creí que era una cruel mentira de Annette, rogué por segundos que no fuese verdad, pero has vuelto y junto a ti tu prometida y una carta invitándome a tu matrimonio, a ver cómo te entregas en plena felicidad a la mujer que puramente amas”.

A pesar de que su puerta estaba cerrada, Annette interrumpió en su dolor para clavar más hondo el puñal.

—¿Lo has visto? El Conde Min se casará con una mujer.

—¿Te complace lo que has hecho? —gruñó.

—Yo no hice sino abrirte los ojos de tu burda fantasía donde tú podrías ser amado por un hombre como Min Yoongi, y ya ves que él tiene una vida planeada y en ningún lugar tienes tú cabida.

—Te lo dije una vez y te lo repito: Si yo no he de ser feliz, tú mucho menos los serás porque nadie ha de amar a una mujer tan retorcida que festeja sobre el dolor ajeno. Supongo que es por eso que los hombres sólo te utilizan para una noche, porque nada bueno consiguen a tu lado.

Ella torció el gesto, apretando los labios y afilando la mirada.

—Pero tú llorarás sangre cuando él esté frente al altar y tengas que verlo ahí, uniéndose con quien ama.

“Y será como ir al paredón, pero es el castigo que merezco por ser tan ingenuo, por haber dado mi corazón sin saber a quién se lo regalaba. Pero será tu castigo verme el día de tu boda, justo detrás de ti, decepcionado de ti, y aunque te burles de mi debilidad, en tu espalda cargarás la pena de haber lastimado a quien un día te amó y amor como el mío jamás volverás a tener”.


















—Eli.🍃

El Romance Trae Vestido (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora