22

633 90 15
                                    

(Shawn Mendes - Mercy)
Me tienes atrapado
Ni siquiera conoces tu poder
Estoy de pie a cien pies de distancia
Pero caigo cuando estoy cerca de ti
Muéstrame la puerta abierta
Luego tu vas y la tiras sobre mí
No puedo soportarlo más


Su rostro lucía lamentable. Ni una sonrisa, o una mueca, podía albergar su boca, no viéndose al espejo y encontrarse con el traje de su matrimonio. El azul oscuro con el estilo militar era, por sobre todo, la peor maldición que podía recibir. Estaba a pocos minutos de casarse, lo sabía y la idea le causaba un vuelco en el estómago. Salió del vestidor y bajó por las escaleras hasta el salón de la casa. Todo ahí lucía pulcro e inmaculado, esperando la llegada de la nueva Condesa de Burdeos, mas
Yoongi sólo se veía a sí mismo en un camino a la locura. Odió ese día desde el alba y lo haría hasta la puesta del sol, pero era su culpa, se decía, pues no tuvo el coraje suficiente para dejarlo todo por alguien más, quizás porque él mismo temía romper las reglas como nunca lo hizo.

Ahora eso no importaba. Sabía de fuentes cercanas a los Park que Jungkook estaba buscando un pretendiente noble para Jimin. Yoongi temía eso, quizás por perderlo o porque ese pretendiente resultase en alguien con menos escrúpulos que él mismo y lastimase al joven que le compartiría su más penoso secreto. Jimin lo hizo con él y el resultado fue sólo haberlo abandonado en la cama, como aquellas muchachas con quien intimaba, sin darles importancia. Empero, Jimin lo era todo. Para
Yoongi en pocos días se convirtió en su mundo y en su razón. Detestó, entonces, ser el Conde de Burdeos porque el título nobiliario no era sólo un adorno junto al desdichado nombre, sino que, para su mala suerte, acarreaba obligaciones con el pueblo más que consigo mismo. No era dueño de su propio destino como lo era del destino de los pueblerinos y esa sería la más grande ironía que la vida le otorgó. Tenía ya un compromiso con la familia de Loren y romperlo habría significado la catástrofe para la ciudad, o eso pensaba Yoongi. Mas ahora al verse caminando por la casa vestido de novio, su corazón le gritaba y suplicaba que saliera corriendo y buscase a su legítimo dueño.

No hubo desdicha más grande que la que sintió al ver a Jimin, al oírlo, enfrentándolo aquel día en el que Loren insistió en invitarlos a la boda. El joven estaba retándolo, golpeándolo como él mismo lo golpeó y acertando en cada uno.


Te lo estoy diciendo
Amor, por favor, ten piedad de mí
No seas tan dura con mi corazón
Aun cuando no quieres herirme
Sigues acabando conmigo
¿Podrías, por favor, tener piedad, piedad de mi corazón?
¿Podrías, por favor, tener piedad, piedad de mi corazón?


“¿Y ahora qué hago, Jimin? Escapar del matrimonio es tan difícil como huir de las responsabilidades. Ahora me encuentro perdido porque ir a verte y hacerte el amor… Quisiera ser alguien más”, pensó.

La carroza estaba afuera esperándolo para llevarlo a la iglesia. El momento llegó.

Se subió y en a oscuridad del carruaje empezó a buscar opciones, más de las que durante esas semanas había buscado. Pero nada venía a su mente.

“Mi deber con mi pueblo es mayor que mi deber con el corazón. Te amo y te amaré siempre, y sólo le ruego a los dioses que me permitan tenerte en otra vida, una en donde yo no sea tu verdugo, sino tu salvador”.

Pasaron por las terrosas calles del centro, por aquella joyería tan elegante en donde un día encontró un anillo precioso, uno que juró entregaría a la persona dueña de su corazón, lamentablemente, ese anillo aún estaba su bolsillo aguardando salir y brillar en el dedo de Jimin.

“Una oportunidad, un designio, sólo eso necesito”, pensó, buscando recibir el favor de los dioses cuando el era incapaz de encontrar la salida.

Pero hasta rogar, ya había llegado a la iglesia. Una multitud aguardaba frente a la Catedral de San Andrés de Burdeos, todos ansiosos por ver al Conde. La mayoría eran nobles o burgueses invitados por Loren y unos cuantos más eran pueblerinos que admiraban la ostentosa boda con bocas abiertas.

Él bajó, tan serio, tan muerto, y a pasos decadentes se adentró por el pasillo de la catedral hasta el altar. Los invitados, su mayoría, estaban ya en sus lugares, sólo a la espera de la novia. Y con la mirada Yoongi buscaba a Jimin, necesitando verlo una última vez. Pero, ¿no era acaso tan malvado? Si Jimin estuviese ahí, el corazón del muchacho se rompiese en un millar de pepitas brillantes al ver a su amante entregarse a otra.

Quizás es mejor así”, se dijo, “… porque si tú me vieras aquí, no podría hacerlo…, me vería tentado a correr a tus brazos y robarte. Pero la historia debe ser diferente”.

La marcha nupcial empezó a sonar y los coristas a cantar, pero Yoongi no se atrevió a alzar la mirada, apenado consigo mismo de su debilidad. El sacerdote empezó a hablar y él se sintió adormilado. No pudo siquiera dirigirle una mirada a Loren. No sabía cómo vestía, cómo iba maquillada o si llevaba un ramo de flores. No le importaba, después de todo.

El Romance Trae Vestido (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora