Prólogo.

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En las frías calles de Japón, un hombre escapaba de la muerte, buscando refugio en algún lado. Con una gran herida en su cabeza, cuya sangre se deslizaba desde su frente hasta su rostro, escabullendose por sus ojos, para colmo la oscuridad no le permitía ver claramente todo lo que ocurría a su alrededor, sumándole a eso el gran dolor de cabeza que tenía; la pérdida de sangre y otros factores hacían de su entorno un extraño laberinto, el mundo daba vueltas para él.

Pero, algo le llamó la atención, se detuvo a tomar un poco de aire, jadeando, miró aquello que captó su atención, era una tienda, poco a poco volvía en sí mismo viendo que al cruzar la calle una tienda de motocicletas brillaba gracias a sus luces como el mismo paraíso donde él pueda esconderse. No lo pensó mucho, solo corrió directamente para haya, chocando contra la puerta y tocando con fuerza.

—¡Alguien abra la puerta, por favor, háganlo!, ¡necesito ayuda!—vociferaba eufórico.—¡Ayúdenme!, ¡abran la puerta!

Sin embargo, por más gritara nadie llegó a tiempo, detrás de él, se detuvo una persona, estaba totalmente cubierta por esa gran chaqueta oscura y sombrero, tenía un bozal que cubría su boca por completo, también negro, lo único que resaltaba era su largo cabello rubio. El hombre no se percató a tiempo de la presencia enigmática de ese chico, miró su reflejo en el cristal del espejo y se palidecio, se giro de inmediato solo para recibir un puñetazo en la cara, su agresor tenía unas nudilleras que el ayudaban a lastimarlo mucho más.

El hombre cayó al suelo, estaba apuntó de suplicar por su vida pero eso no sirvió de nada, antes de cualquier acción una patada aterrizó en su boca. Lo tomó de su cabello y arrastró hasta un callejón de al lado, lanzandolo contra la pared, lo tomó de su ropa y levantó para que le mirase a los ojos.

—¿Cómo te atreves...?—gruñó debajo de ese bozal.

—Y-y-yo no quería. ¡Me amenazaron!, ¡te juro que me amenazaron!—exclamó asustado.

—Idiota, solo tenias que confiar en nosotros.—chasqueo sus labios.—La basura siempre será basura.—saco un cuchillo, lo suficientemente largo como para atravesar uno de sus órganos.—Pero preferiste engañar y traicionar al rey.

—¡No tuve opción!, ¡m-m-mis hijos, m-mi esposa!, ¡por favor, ponte en mis zapatos!

—A ellos no les iba a pasar nada si seguías al lado del rey.

Las palabras de ese individuo fueron inmediatamente selladas por otro puñetazo, su sangre salpico el suelo junto a un par de dientes.

—Deja de poner excusas.

Él sacó de su chaqueta una pequeña bolsa, le quito el pequeño cordón y le mostró lo que había dentro, al ver lo que contenía no pudo evitar paralizarse, sus pupilas se dilataron al observar el dedo de su esposa, sabía muy bien que era el de ella por el anillo de compromiso que tenía puesto, por otro lado, habían dos ojos, cada uno de diferente color, uno castaño, el otro negro. El mundo entero de ese hombre se derrumbo, la única razón que tenía para verle sentido a todo ha desaparecido y con ello se desplomó.

Su familia acababa de ser asesinada y ni siquiera lo supo, puso su vida en riesgo sólo por ellos y al final nada de eso valió la pena. De rodillas, su cabeza empezaba a nublarse por la ira, no podía creer que su ex jefe hiciera eso, no, podía hacerlo, ya que él es ese tipo de hombre. La ira, la impotencia, el odio, todo esto se combinó y recorrió cada fibra de su ser, dándole el coraje suficiente para encarar a su atacante.

—¡¿Porqué?!—se levantó de repente y lo tomó de la chaqueta.—¡Son unos monstruos!, ¡solo tenían doce años!, ¡y mi esposa...!—sollozo.—¡Ella no se merecía nada de esto!

Cansado de tanto dramatismo, para él era así, le hizo una cortada en ambos brazos y le dio una patada en el centro del cuerpo, quedando libre fácilmente después de haberle sacado el aire.

—Se acabó, ya me tienes harto.

—¡Alto!

Una voz masculina irrumpió en escena, pensó que era la policía pero se llevó una sorpresa un tanto más grande, de la nada y con un tubo en mano, salió Draken con su cabello oscuro y su semblante listo para acabar con quien sea que se cruce por su camino.

—¡¿Quién demonios eres?!—exclamó enojado.—¡¿Qué le estás haciendo a ese hombre?!, ¡aléjate ya de él!

El atacante se detuvo, se quedó mirando a Draken por unos segundos, el contrario sentía algo extraño proveniente de esa persona, y pronto iba a saber porque, cuando se quito el sombrero y se pudo ver su cara mucho más clara, Draken se acordó de él.

—... S-Sanzu.

—Oh. Tú eres... ¿Draken?

—¡¿Qué diablos crees que haces?!—exclamó desesperado.

Mientras Draken vociferaba cosas con la esperanza de que alguien la ayude, sin embargo, Sanzu aprovecho también esto para matarlo sin que Draken se de cuenta, y funcionó. Sanzu suspiro, hoy está siendo una larga noche.

—No tuviste porque meter tus narices a este callejón.

—Tienes razón.—dijo.—Pero si alguien me pide ayuda, ten por seguro que haré algo al respecto.

—Oh, vaya.—bufo.

El más alto se abalanzó contra Sanzu, muchacho de cabello largo esquivo los tres primeros ataques, para patear la rodilla del mayor, para despues deslizarse por su lado, llegando a la calle. Sin embargo, Sanzu no quiso quedarse ahí, acorralando a Draken, sabía de antamno que aunque lo hiciera esto no detendría.

—Debería de matarte Draken.—expresó.—Pero eres muy preciado para mí rey, él se molestaría.

—¡¿De qué demonios estas hablando?!

Continuó lanzando esos volados con el tubo de metal, Sanzu lo distrajo tirándole en la cara la pequeña bolsa que contenía restos humanos, aprovecho ese milisegundo para patear la cicatriz de la a puñalada que ocurrió hace un tiempo atrás.

Draken, pensando que podría tratarse de Mikey, su mejor amigo y hermano de otra madre, que anda desaparecido durante todo este tiempo, cuestionó:

—¡Sanzu!—él le miró.—¡¿Quién es tu rey?!

Sanzu sonrió, feliz de tan solo recordar a su señor.

—Hanagaki Takemichi.

Ese nombre sorprendió mucho más a Draken que escuchar un Mikey o otro de casualidad. No pudo creer lo que acababa de oír, realmente era esa persona.

¿Takemichi...?—pensó, sorprendido.

Sanzu, dejó ahí tirado a Draken y se fue.

... Pero, si hace años que no se sabe nada de Takemichi...











No soy tu héroe. [Takemichi] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora