11.

2.5K 367 118
                                    

Explosión.






Kakucho Hitto fue trasladado a un almacén abandonado, atado a una silla por cadenas que le impedían moverse, solo se limitaba a mirar con una cara no muy agradable a sus captores. Ellos no le hacían mucho caso, esperaban por su general, Rindou Haitani, quien pidió encargarse personalmente de este traidor, conociendolo, los métodos que emplearía serían muy brutales, no tanto como los de su hermano pero tampoco es que esto sirva de consuelo.

Uno de los hombres salió para el pasillo, se encontraban en el ático de ese lugar, llamó a su jefe otra vez para contactarse con él, ya van varias veces que pasa esto pero no coge el teléfono. Lo que no sabían, es que se presentó un pequeño problema con Mikey, así que Ran y Rindou estuvieron un poco ocupados intentando hacerlo entrar en razón, sin embargo, Rindou esta vez contestó a la llamada, el tipo entabló una conversación con él, informándole sobre lo que pasó. Mientras tanto, su compañero, se acercó a Kakucho sigilosamente con una sonrisa en su rostro.

—Vaya, vaya, el siervo de Izana, amarrado por traicionar a su jefe. Pensé que eras alguien leal y noble.

Kakucho arrugó su entrecejo, pero no dijo nada al respecto, se mantuvo en silencio y no respondió a provocaciones.

—Izana debe de estar revolcándose en su tumba por tu culpa. Supongo que sólo eras una oveja negra más. Apuesto a que intentaste traicionarlo a él también.

Pero este hombre sabe como terminarle la paciencia a alguien. Tuvo que resistir, es lo mínimo que pudo hacer, sabe que solo lo está molestando porque es incapaz de hacer algo por sí mismo en está situación.

—Ah, que desgracia.—exclamó.—¿Porqué tienes esa cara?, ¿te molesto lo que dije?, ¿eh?—toco su cara.—Deberías de sonreír más. Pareces un perro.—tocaba su cara mientras decía esto.—Vamos, fue solo una broma, ¿estás molesto por eso?, que tipo sin se sentido del humor.—miro su cicatriz.—Y que cicatriz más fea, tus padres deben estar avergonzados de tener un hijo tan feo.

Los padres de Kakucho están muertos. Trató de no perder los estribos a ese punto.

—¿Cómo te la hiciste?, apuesto a que fue tu papá, te pegaba de pequeño, ¿no?, o seguro te caíste de la cuna.—seguía burlándose.—Ahora que lo veo bien, cruza por tu ojo, ¿estás ciego de este lado?, ¿eres tuerto?—saco su dedo de en medio en ese ojo.—¿Puedes ver esto?

En ese momento su compañero entró.

—Oye, llamé al jefe, dice que viene en camino.—aviso.—Y deja de jugar con ese bastardo, no lo subestimes.—dijo.—Saldre afuera a esperarlo.

—Si, si, como digas.

Kakucho se quedó pensando, si hay una cosa que aprendió es que debe de usar esa gran fuerza y habilidad, que entrenó con tanta dedicación, usarla con su intelecto, así que pensó en algo para deshacerse de está situación tan apretada.

—Ah, tengo tantas ganas de orinar.—mencionó el tipo. Miró a Kakucho.—Me imagino que no te importa si me orino aquí, ¿cierto?—se inclino a él.—¿Eh?, ¿no te escucho?

—... Haz lo que tengas que hacer, imbécil.—gruño.

—Ay, que rudo.—canturreo. Bajo el cierre de su pantalón y sacó su miembro, lo apuntó hacía él.—Esto se sentirá de lo mejor.

No soy tu héroe. [Takemichi] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora