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El último de los recuadros que antes había tomado de la pared, yacía olvidado a un costado.

En la foto estaba el, mojado, repleto de harina, pintura, espuma y quien sabe cuántas cosas más que le habían arrojado sus amigos el día en que por fin se había recibido de la universidad.

Levantaba dos dedos de su mano derecha como un gesto de paz mientras posaba para la foto, su rostro apenas si se veía debajo de tantas capas de mugre.

Aquel día no había sido ni la mitad de agitado o caótico que el de las anteriores historias, pero si había sentido el triple de nervios, aun hoy recordaba el peso de las noches sin dormir que había pasado, debía de agradecer que las bolsas negras que estaban bajo sus ojos en aquel entonces no se podían apreciar.

Todavía tenía la sensación del temblor en sus manos y el sudor en estas cuando estaba rindiendo su último final, la voz le había temblado cuando le toco responder una de las preguntas que le había hecho su profesor y no supo cómo fue que pudo lograr poner sus palabras en un orden entendible.

No recordaba cuales habían sido las palabras con exactitud, pero si recordaba el momento en el que salió corriendo del salón en que se encontraba para ir en busca de sus amigos, embriagado por la felicidad fue que les dijo que había aprobado el último de los exámenes y que oficialmente ya le podían llamar doctor.

Los gritos de los adolescentes no se hicieron esperar, y, guiados por la emoción del momento, fue que comenzaron a tirarle aquellas cosas en esa extraña celebración que habían sacado de internet, solo hubiera deseado que le avisaran antes de aquello, así podría haber evitado arruinar algunas de sus mejores prendas de aquel entonces.

Podía recordar las caras extrañadas —y algunas asqueadas— de los transeúntes que pasaban a su alrededor, pero los habían ignorado a todos y cada uno de ellos, incluso al que lo miro mal cuando le toco volver en transporte público de todas formas.

Ese día había visto recompensado todo su esfuerzo de años, por eso aquel momento era tan especial para el así como para cualquiera que lo hubiera vivido.

El relato no había sido muy largo, se lo contó brevemente mientras ambos se sentaban en el sillón más grande a comer unos fideos instantáneos que Jaebeom había encontrado abandonados al fondo de su alacena.

Era divertido como su "preparar algo para comer" se había transformado en tan solo calentar agua y tirarla en los potes para luego esperar tres minutos a que estos se cocieran. Los envases vacíos quedaron abandonados a un costado no mucho rato después, le daba pereza levantarse para tirarlos.

Miró a Jackson a su costado, diez minutos antes lo había casi obligado a ponerse un buzo, —obviamente suyo— para que se le hiciera mas cómodo el comer, y que no repitiera aquellos malabares que había tenido que hacer durante el almuerzo para mantenerse cubierto.

El resto de la ropa que antes había estado en el sillón ya estaba guardada, le había dejado aparte unos pantalones largos y un par de medias que, sospechaba, le quedarían igual de grandes que su buzo. 

Acostumbraba a usar ropa oversize, la cual hacia ver a Jackson mas pequeño y delgado de lo que ya de por si era en verdad, le daba un poco de ternura aquello.

Levanto su vista hasta el reloj que había en la pared y con gusto noto que todavía era temprano como para que ambos se tuvieran que ir a dormir todavía.

Se levantó del sillón llamando así la atención del omega, como ya se había parado decidió tomar los potes de telgopor entre sus manos e ir a tirarlos a la cocina, al volver fue por su laptop, la cual estaba en una estantería abandonada y con una leve capa de polvo recubriéndola, soplo para sacársela.

Not by the Moon || Jackbum/JaeSonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora