Capítulo 3 | Acepto (reescrito)

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Extiendo las extremidades de mi cuerpo mientras estoy sobre el suave colchón de mi cama antes de que tenga que prepararme para ir al trabajo. Lo tengo todo calculado, una hora exacta para estar en la calle en camino a mi despreciable empleo.

Doblo un poco mi cadera, acción qué hace que mi cuerpo truene y yo suelte un gemido liberador. Tal vez no debí excederme con la hora de dormir; sin embargo, me fue imposible pegar el ojo sabiendo que hoy tengo que darle una respuesta al hombre que me vio en la situación más vergonzosa por la que he estado. Puede que sea fácil aceptar, pues me está dando mucho a cambio de casi nada, aparentemente. Pero, ¿y si me enamoro? Soy una persona que va a lo suyo, no obstante, tengo corazón y no puedo evitar sentir si hacen cosas buenas por mí. He pasado por una ruptura hace casi nada y no quiero pasar por otra solo por un par de pesos extras. Mi salud mental no vale tan poco.

Grito exhausta y me levanto para dar comienzo a mi día de pesadilla.

Deslizo el camisón que uso como pijama quedando desnuda frente al largo espejo que compré hace un par de meses en una de las "ventas calientes" del día de las madres. Ahí, me mantengo unos segundos observandome. No soy desagradable, todo lo contrario, creo que con el tiempo he sabido resaltar las buenas facciones que me fueron heredadas como el tono turquesa vibrante de mis ojos y nariz perfilada, lo que ha hecho que muchos hombres se acerquen pidiendo algo más que una amistad. No obstante, ni todo el maquillaje del mundo pudo lograr que el hombre que amo se haya ido con la mujer estereotipo perfecto de chica america-Rubia y atlética- nada de lo que yo soy, ni si quiera por el cabello o cuerpo sin curvaturas.

¿Qué tal que cuando Rainer vea mi cuerpo al desnudo se decepcione al ver que no poseo poca masa muscular?

Puedo imaginarlo. Él haciéndome sentir como una mierda como los chicos con los que salí en el pasado. Ese es un miedo que no puede volver a resurgir, he luchado por más de veinte años con la percepción de mi cuerpo y ni un polvo fantástico vale la suficiente pena.

Continuo mi rutina yéndome a duchar. En cuanto salgo, seco mi cuerpo con una toalla limpia y coloco la ropa interior para así poder pasearme por el closet con libertad.

Al final, me decido por un vestido azul liso y simple, sin ningún tipo de pinza o escote pronunciado y lo completo con accesorios que le dan ese realce elegante a la prenda.
Sencilla, sexy y elegante. El balance perfecto.

Siempre he sido fan de la moda, lucirla y estilizarla, no obstante, desde que Evan me dejó, he tenido más tiempo para fijarme en mis atuendos y las tendencias del mundo actual, pues no solo utilizo el móvil para espiarlo, también suelo ocuparlo para cosas productivas, además de aprender un poco de Inglés Británico.

Salgo de mi habitación para encontrarme con la vecina guardando su móvil a gran velocidad y luego comienzar a servir el desayuno, unas tortitas con café y fruta preparada.

- Buen día solecito, el mundo espera para verte brillar. - Chilla con una sonrisa extensa.

-¿Nerviosa? - Enarco una ceja. La conozco, algo oculta esa astuta anciana.

Myrthe es una señora de edad avanzada, quien se ha hecho cargo de mí desde que comencé a dar el primer pago del crédito por este departamento. Su esposo falleció ya hace un poco menos de una década, por lo que a excepción de un hamster quejumbroso, vive sola con una mísera pensión que apenas le da para sobrellevar los gastos. Jamás tuvo hijos, según ella, no los necesitó pues lo más sus metas iban más allá de atender a una persona.
Ambas estábamos solas después de Evan y yo necesitaba a alguien que se hiciera cargo de la limpieza de mi hogar, así que hicimos un trato en donde ella se encargaría de los quehaceres, y yo le pagaría una cuota más comidas. Desde entonces, apenas sale de mi departamento, ya incluso creo que vive más conmigo que en su alocado lugar.

Sin sentimientos (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora