43. El origen de todo

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Entré en la casa y todos se sorprendieron al verme así que les expliqué cómo escapé. Ellos no parecían felices de saber que había sobornado a los guardias, pero no dijeron nada.

- ¿Siempre es así, llegan a golpearlos y no pueden defenderse?

- El odio hacia los demonios siempre ha existido por culpa de la guerra, pero todo empeoró con la muerte del emperador.

Escuché muchas cosas que no sabía. ¿Había una guerra? ¿Murió el emperador? ¿Es seguro siquiera estar aquí?

- Un momento. ¿Murió el emperador? Pero la ciudad se ve muy pacífica.

- ¿De qué estás hablando? Por supuesto que el emperador no murió aquí, sino en el imperio demoniaco de Ogradul.

- Lo siento. Las noticias no llegan al pueblo en el que estaba. Ni siquiera sabía que estábamos en guerra.

No solo Albert, todos en la habitación se quedaron en silencio por un momento.

- ¿Estás hablando en serio?

- Sí. ¿Podrías explicarme?

- Ni siquiera sabías sobre la guerra... No sé ni por dónde empezar.

- Yo puedo explicarlo, si lo necesitas.

Albert estaba tratando de organizar sus ideas cuando un chico bastante joven habló con una voz tan baja que apenas era audible.

- Regis, gracias. Diana, Regis es quien mejor sabe contar historias entre nosotros, siempre se asegura de contarnos una historia nueva antes de dormir.

- Mucho gusto, Regis.

- Gracias. Pues entonces... si no sabías sobre la guerra, tal vez lo mejor sea comenzar con una historia sobre religión...

◊ El origen de todo ◊

Hace miles de años el dios Velerda y la diosa Sarifa vivían en armonía en el universo. Pasaron eones juntos disfrutando de la existencia oscura y vacía. Solo existían ellos dos y nada más, ellos lo eran todo y así se suponía que fuera, pero Velerda, incluso cuando era la mitad del todo, sintió que no tenía nada. Le propuso a Sarifa crear algo más. Crear algo más cuando desde el principio solo habían sido ellos dos volvía loca a Sarifa, "¿acaso no soy suficiente para ti?", pero Velerda no respondió. No se trataba de eso. Él hubiera sido feliz pasando la eternidad a su lado, pero al mismo tiempo quería que esa eternidad tuviera más significado. Le tomó algunos miles de millones de años, pero logró convencerla de crear algo juntos, así es como se formaron el sol y la luna.

Aunque se opuso al principio, Sarifa encontró la creación tan divertida que comenzó a crear más y más soles que arrojó después a todos los confines del universo. Los dos juntos entonces crearon y arrojaron cada cosa que se les ocurría. Lanzaron rocas, metales, gases, líquidos y más cosas que le dieron forma al universo como lo conocemos.

Los titanes se habían divertido mucho durante siglos arrojando cosas, pero entonces se dieron cuenta de algo. En una de las rocas que arrojaron algo estaba ocurriendo: algunas criaturas habían comenzado a moverse por su cuenta. Hasta ese momento Sarifa y Velerda eran los únicos seres vivos que existían, pero ahora todo era diferente.

"Son nuestros hijos", dijo Velerda con cariño. "Son un error", lo corrigió Sarifa. Crear vida era algo que ni siquiera debería ser posible, y sin embargo, ahí estaban. Criaturas simples con movimiento y pensamiento simple. Velerda, cuidando a su creación, les brindó un espacio seguro y pacífico; pero Sarifa odiaba a ese error que ahora tenía toda la atención de su gemelo. Colocó en el planeta de estas criaturas amenazas y peligros. Poco a poco la vida comenzó a perecer en ese planeta y Velerda intercedió una vez más. Se acercó a las criaturas y les otorgó el don de la sabiduría.

La diosa me permitió revivir en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora