48. Albert

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◊POV: Albert◊

Mi nombre es Albert Sting, nací y crecí en la capital de uno de los reinos humanos más pequeños del continente, la ciudad de Olotstin. La vida nunca fue fácil, mi padre me enseñó a mantenerme fuera de problemas y limitarme a hacer lo que podía para ayudarlo en el negocio de carpintería que tenía. De niño mi sueño era ser carpintero como mi padre.

A diferencia mía, mi hermana Adele era cuidadosa, tenía manos ágiles y precisas, por lo que mientras que yo me dedicaba a cortar troncos y martillar clavos, ella la daba forma a los pequeños detalles. Cuando trabajábamos juntos, podíamos hacer lo mismo que papá. En ese entonces no sabíamos nada del mundo, teníamos clientes humanos y demonios, siempre tratamos a todos por igual, creíamos que esa era la forma correcta de hacer las cosas.

Un día mi padre enfermó y no pudo terminar a tiempo un trabajo. Era algo sencillo así que mi hermana y yo decidimos terminarlo por él. El cliente era un humano y cuando descubrió que lo habíamos hecho entre Adele y yo, trató de aprovecharse de la situación. Ofreció pagar apenas una décima parte del total argumentando que no era el trabajo de un experto, sino de unos aficionados. Enfurecí y exigí el pago completo, pero el hombre se negó. Terminé perdiendo el control y dándole un puñetazo en el rostro. Aún recuerdo la sonrisa de ese sujeto cuando recibió el golpe. Se fue sin decir nada, pero horas más tarde guardias en armadura llegaron y se llevaron a mi padre. Lo arrojaron a prisión y días después lo encontraron muerto con un corte en el cuello. Los guardias dijeron que él mismo se suicidó, pero yo sabía que había sido obra de ese hombre. No conozco sus motivos, pero no me cabe duda.

Comencé a despreciar a los humanos ese día, también fue entonces que me di cuenta que la ciudad en que vivía estaba llena de odio hacia los demonios. No nos daban trabajo, la comida se vendía más cara e incluso podías ser golpeado en la calle solo por ser un demonio, nadie te ayuda en esos casos.

Terminé viviendo en una casa derruida junto a mi hermana y otros demonios que la habían pasado igual de mal o incluso peor que nosotros. La casa era de los padres de Martin, se las arreglaron para asegurar que su hijo tuviera una casa propia incluso después de morir, era como si ellos supieran que podía pasar en cualquier momento, y como si su preparación hubiera sido un presagio, un día un grupo de humanos llegaron y los golpearon hasta la muerte.

Pedíamos limosna o trabajábamos con salarios injustamente bajos para sobrevivir. En algún punto el resto de los chicos comenzó a tratarme como el líder del grupo, nunca supe por qué, todo lo que hacía era escuchar sus historias y compartir mi comida con ellos, pero no era el único, todos nos escuchábamos, todos compartíamos. Éramos como una pequeña familia que se unió para soportar el dolor.

Una noche lluviosa mi hermana me llamó gritando. Había problemas en la calle, los había habido desde hace unas semanas. La muerte del emperador había calmado las cosas, pero el anuncio de sus herederos sembró el miedo en los humanos. Sus ataques se volvieron más violentos desde entonces.

Salí de inmediato y entonces vi a un hombre con un palo en la mano, en el suelo estaba Martin, pude ver su brazo, estaba bastante herido.

El hombre pateó a Martin y yo corrí a interponerme. Cuando llegué, me di cuenta que no solo era Martin, también estaban en el suelo Luz, Regis y Mikel. Enfurecí y pensé en golpear al sujeto frente a mí, pero recordé a mi padre. En esta ciudad los demonios no tenemos derecho a defendernos.

El color llegó por mi sien y se extendió al resto de mi cuerpo. Sentí la sangre salir de mi cabeza, pero tenía que resistir, si no lo hacía, el humano golpearía a los demás. Un segundo golpe llegó a mi brazo derecho. Bien, no es mi brazo dominante. Mordí mis labios para no gritar, pero eso molestó al sujeto, un tercer golpe llegó de lleno en mi abdomen. El aire escapó de mis pulmones y dejó únicamente dolor detrás.

La diosa me permitió revivir en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora