Miraba tristemente por la ventanilla del avión el cielo brillante y despejado. Era una burla, o es lo que pensaba ella. Todo a su alrededor estaba pacífico, no había ningún indicio de caos o desastre. Se lo merecía, y tal vez más, por haber sido una completa tonta por creer que todos estaban en su contra, cuando en realidad tenían razón.
Era muy difícil asimilar la realidad, solo habían pasado veinticuatro horas y su sufrimiento continuaba.
La imagen de la ciudad se reflejó en sus ojos, estaban apunto de aterrizar. En el momento que la azafata anunció poder descender, supo llegó a Nowver, ciudad donde vivió hasta los diecisiete años.
Ignoró todo lo sucedido a su alrededor hasta reconocer aquel vecindario que no veía hace año y medio. Su alma se perdió al ver aquella casa que guardó recuerdos invaluables de su infancia. No creyó volver, pero por razones de la vida, ahí estaba, con arrepentimiento y esperanza de que sus padres volvieran a recibirla.
Sus recuerdos vagaron a finales de dos años anteriores, cuando les dijo a sus padres que se marchaba con su novio debido a su traslado por estudios y no quería separarse. Ante aquella razón, la respuesta que dieron fue base a gritos, diciendo que perdió la razón y cometía un grave error, el peor de su vida, más ella no escuchó; hizo maletas y se fue azotando la puerta no sin antes decir que esa era su vida y no podían hacerla cambiar de opinión.
Ojalá y hubiera hecho caso aquella vez, así evitaba su próxima humillación, en el que regresaba como la hija pródiga; si es que sus padres también decidieran perdonarla.
— Señorita, ¿Piensa bajar? — interrogó el conductor sacándola de sus pensamientos.
En respuesta ella solo soltó un suspiro, entregó el dinero necesario y salió del auto. Caminó hacia la puerta de la casa, ahí de pie con el dedo levantado a la altura del timbre apunto de presionar, se detuvo a procesar cuales serían las palabras adecuadas con las que sus padres tuvieran misericordia por ella.
No se le ocurrió nada, retiró el dedo y dio la vuelta, querer que sus padres la reciban después de marcharse... era tonta e hipócrita, no merecía su perdón.
— No debes marcharte, May — dijeron a su espalda. Reconoció esa voz, era más gruesa, pero sabía a quien pertenecía.
Se dio la vuelta lentamente, lagrimas cayeron de sus ojos al ver a su hermano menor. Su hermano se acercó, no dudó en corresponder al abrazo cuando se lanzó sobre ella.
La obligó pasar a la casa, se sentó sobre el sillón mientras él iba por un vaso de agua.
— ¿No funcionó, verdad? — pronunció una vez que May terminó de beber el vaso de agua.
— Estoy de regreso con mis maletas, eso debe de responder tu interrogante.
— ¿Qué fue lo que sucedió?
— Primeros meses no hubo dificultad, teníamos trabajo y buena convivencia. Cuando tuvimos suficiente para cubrir nuestros gastos, quisimos estudiar, pero el dinero no alcanzaba. Su carrera era importante, así que decidí dar parte de mis ahorros, yo estudiaría el siguiente año. La universidad fue complicándose con el avance del primer semestre, era yo quien trabajaba, él necesitaba toda concentración. Los problemas dieron acto de presencia meses atrás, no fue hace dos semanas que recién abrí los ojos. Me dejó una nota diciendo que no podía seguir viviendo de aquel modo y regresaba bajo tutela de su familia.
— Lo siento por ti, May.
— No hay razón para sentirlo, fui una completa estúpida al creer que sería fácil y que mientras nos amáramos, no habría problema. Esa lección me sirvió. Quiero preguntarte, ¿Cómo supiste que estaba en la puerta de la casa?
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LO NUESTRO ES CONVENIENCIA
FanfictionAl cumplir los treinta años, a las mujeres se les considera solteronas. No todo mundo hace caso a ese tipo de estereotipo, cuatro amigas en especial, o es lo que se repiten cada vez y hacen creer a su cabeza... Por diferentes motivos, reciben presi...