Capítulo 6

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Emilio empezó a palear con ansiedad a pesar de sus doloridos músculos por haber pasado una noche en una cama diminuta con un hermoso hombre en una posición difícil. Su mente corría, consumida por pensamientos que no estaban relacionados. Pensamientos sobre la pérdida de su equipo, sobre su misión perdida y sobre todo, pensamientos sobre Joaquín.

Se detuvo y se apoyó contra la esquina de la cabaña. No había podido dormir mucho con el cuerpo de Joaquín apretado contra él toda la noche. Dormitó y luego despertó para encontrar la pierna de Joaquín sobre la suya, su brazo sobre su pecho, su mano sobre su cadera. Parecía que el joven Gress era un durmiente inquieto.

Había sido de lo más incómodo... y de lo más perturbador. Joaquín era muchas cosas para él: mimado, inconstante, egoísta, pero a pesar de todo, no podía negar que físicamente se sentía muy atraído hacia él. Él no había tenido relaciones significativas en mucho tiempo. Solamente una vez había estado a punto de comprometerse y eso había ocurrido muchos años antes, cuando estaba en la universidad y no conocía nada mejor.

Una vez que escogió su trabajo, todo eso cambió. No había lugar en su vida para compromisos con ninguna persona. Cuando todo estaba dicho y hecho, incluso la más liberada de ellas quería una casa en el campo con una valla blanca, cuando todo lo que él deseaba era la libertad de irse y cubrir cualquier noticia que surgiera que fuera actual y vital.

Las parejas y su trabajo simplemente no se mezclaban y, aunque lo hiciera, Joaquín Gress sería la última persona que él elegiría. Si estuviera buscando a una, lo que no hacía, sería a alguien con sustancia, alguien con un propósito, alguien que se preocupara por algo más que por su último retoque de cabello. Él se imaginaba a Joaquín de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho, exigiendo que regresaran a los senderos.

«Maleducado. Consentido...» pensó. Entonces aquella imagen fue sustituida por la que tenía impresa en su mente de forma indeleble: Joaquín en la bañera burbujeante de agua caliente, con el rostro fulgurante por el éxtasis.

Emilio recogió la pala y empezó a trabajar de nuevo. Con una fuerza nacida de la frustración, cavó profundamente en la espesa nieve. Quizá a él no le gustara Joaquín, pero estaba seguro como un demonio de que no podía negar que deseaba hacer el amor con él.

Ese era definitivamente su problema más preocupante. En ese momento estaba claro para él, aunque no para Joaquín, que era probable que tuviera que pasar otra noche, quizá dos, juntos. Le molestaba no saber cómo enfrentarse a ese problema. Él que siempre se había enorgullecido de su autocontrol, parecía tener muy poco cuando se trataba de Joaquín.

Una carga de leña estaba amontonada a varios metros de distancia de la cabaña. Después de musitar una oración de agradecimiento, Emilio procedió a examinar el perímetro de la cabaña para ver qué más podía encontrar. Un depósito grande de gas propano estaba protegido contra la pared trasera. El medidor casi registraba Vacío, pero casi, no totalmente. Emilio dio la vuelta a la perilla y escuchó el siseo del gas entrando en la tubería. Supuso que el calentador de gas estaba al otro lado de la pared, detrás de la escalera de caracol. Imaginó que al menos podrían disfrutar de agua caliente y usar la cocina.

Levanto un montón de leña y regresó hasta la puerta del frente. Dejó la carga y regresó por más, varias veces. Luego abrió la puerta y metió una brazada de leña; lo brusco de su entrada sorprendió a Joaquín.

—¡Oh! —exclamó llevándose una mano a la boca. Emilio se apresuró a ir hacia él.

—¿Qué ha sucedido?

—Yo... estaba haciendo el café. Trataba de hacer el café... Me sorprendiste y me quemé la mano.

—Déjame ver —dijo Emilio, tomó su mano derecha. La palma estaba roja e inflamada—. Vamos.

Natural| Emiliaco| AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora