Capítulo 20

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Sus maletas ya estaban hechas y las colocó cerca del umbral de la puerta mientras esperaba la camioneta. Se había duchado y cambiado, había llamado a Eddy e incluso había intentado tomar una siesta, pero eso no había funcionado. Su mente corría en mil direcciones diferentes.

Su principal objetivo en ese momento era regresar a Londres con tanta rapidez como pudiera. Una vez allí, no tenía idea de lo que sucedería después.

Todavía quedaba África. Aunque parecía que había transcurrido toda una vida, en realidad sólo habían pasado un par de días. Él podía reprogramar su vuelo y preocuparse de pagarlo después.

Pero allí estaba Joaquín.

¿Podía en realidad dejar el país con todo sin resolver entre ellos? ¿Podía irse y dejar que se casara con Mariscal? ¿Podía él alejarse sin siquiera lanzar una mirada hacia atrás?

No, y aunque no fuera más que para eso, tenía que verlo antes de irse. Tenía que darle la oportunidad de que le dijera a la cara que se casaba con otro hombre. Joaquín le debía eso.

La temperatura había bajado y su aliento formaba vaho en el aire que lo rodeaba. Se subió el cuello de piel de la chaqueta mientras se preguntaba qué demonios iba a hacer.

—Oiga...

Emilio se volvió, pero no vio a nadie.

—Por aquí.

Siguió la dirección del sonido y vio una mano que salía de detrás de una columna, al otro lado de la puerta. Emilio miró de derecha a izquierda y luego fue hasta la columna.

—¿Quién es? —preguntó Emilio.

—Soy yo, Tony. Ya sabe, el tipo del trineo.

—¡Oh, sí, Tony! ¿Cómo está? —preguntó Emilio mirando hacia el camino en busca de la camioneta.

—¿No me creyó, verdad? Acerca de la tormenta. Se lo dije.

—Sí —dijo Emilio—. Sí me lo dijo.

—También tengo algo más que decirle —comentó.

—¿Qué es?

—Eso le costará.

—Lo siento, hombre. Estoy arruinado.

—¡Ah, qué demonios! —dijo Tony—. De todas formas se lo diré —se inclinó hacia él—. Es sobre ese chico con el que estuvo atrapado.

—¿Joaquín?

—Sí, el mismo, todavía está aquí.

Emilio miró en torno suyo; el lugar estaba desierto. Toda la gente de la prensa había abandonado el centro.

Consultó su reloj. Era la hora de la cena y la mayoría de los huéspedes estarían de camino al comedor.

—¿Le importa cuidarme estas maletas? —le preguntó Emilio a Tony señalando su equipaje.

—No hay problema —dijo Tony cuando Emilio ya se dirigía a las villas—. Vaya por el.

***

Joaquín estaba completamente exhausto. Nunca antes se había sentido tan cansado físicamente en toda su vida y sin embargo no podía cerrar los ojos durante más de diez segundos. Las sábanas de satén de la cama le parecían demasiado frescas y sedosas después de dormir sobre el suelo durante dos días.

Natural| Emiliaco| AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora